Muñecas; para poder tomar tus manos y sentirte junto a mí en los abrazos. Torso; el corazón donde siempre te conservo, los que chocan entre sí al estrecharte entre mis brazos, el guardián del órgano que interpretamos como el romántico vecino de las...
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— ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! ¡Men! —tras separarme di un paso adelante tras el choque de los filos cargando el último golpe— ¡Meeeeeeeeen!
Finalmente quedé de frente a él recibiendo su aprobación para bajar las espadas, retroceder y saludarnos.
— Las manos... —dijo con discreción dando unos golpes pequeños al mango de su katana que tenía "enfundada"— Me dijiste que querías que te lo corrigiera. Al otro lado.
Asentí cambiando la espada de mano a pesar de haber llegado ya al final, punto muerto.
— ¿Por qué la fiebre de la noche a la mañana? ¿Te sientes en los ochentas cuando deberíamos bañarte en agua bendita? —se acercó a mí aún juguetenado con la pequeña cuerda que llevaba entre manos desde hacía un rato.
— No, no es eso.
Pero antes de seguir con cualquier respuesta, él se colocó detrás de mí quitándome la espada para dársela a Yamazaki y cogerme la mano.
— Porque si es eso aún podemos coger tu manita... amarrarla aquí y ponerte a hacer un examen de caligrafía, ¿no es genial? —rió realmente atando mi mano en la espalda antes de pararse frente a mí con los brazos en jarra.
— Para —negué moviendo el cuerpo de lado a lado con poca energía para que me soltara.
Aún así volvió a reírse mientras deshacía el nudo.
— Tampoco hay que entrar en pánico... zurdo o diestro la caligrafía te baja las notas desde primaria.
— Heisuke, cállate —acomodé mi brazo en su posición natural junto a poner bien las mangas de mi uniforme las cuales estaban subidas al haberlo hecho yo intentando que no me estorbaran tanto—. ¿Quieres practicar?
Al verlo sentado de cualquier manera en el suelo aún con la cuerdecilla entre manos supe cuál sería la respuesta.
— ¡Qué pereza! Mejor practica tú y yo te voy contando las veces que te dé por poner las manos al revés —se tumbó sobre el suelo.
— Heisuke, eres un flojo —recuperando el shinai di un leve golpe a su barriga.
— Y tú eres un bruto —se quejó acostándose bocabajo por el golpe que exageró él.
Antes de que se le volviera a ocurrir alguna respuesta para describir la brutalidad con que lo había atacado, entraron dos hombres más a la sala.
— ¡Hijikata! —chilló él levantándose de golpe avergonzado por haber estado precisamente holgazaneando en el "dojo". Claro que no es uno real, nuestro club se limita a una sala un poco amplia con tarima en el suelo y un par de espejos; obviamente lo compartimos con el -igualmente pequeño grupo- club de danza moderna.
Tras saludar como es debido agaché la cabeza para reírme discretamente por la común reacción de Heisuke ante estas situaciones, disculparse para terminar diciendo cosas indebidas y recibir un regaño.