Muñecas; para poder tomar tus manos y sentirte junto a mí en los abrazos. Torso; el corazón donde siempre te conservo, los que chocan entre sí al estrecharte entre mis brazos, el guardián del órgano que interpretamos como el romántico vecino de las...
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Durante el viaje en que cruzamos el puente para llegar a la pequeña isla de Enoshima, tanto Sōji como yo intentábamos mirar lo menos posible por las ventanas. Sentamos a Sōji en el centro del asiento de detrás del taxi haciendo que no mirara, queríamos que el momento en que se tope con el mar sea aún más especial , de hecho, ya lo estábamos planeando desde hace unos días.
Bajamos frente a una puerta tradicional de madera la cual daba a un pequeño camino de piedras desembocando en una especie de cabaña. Ese era el hotel donde nos quedaríamos, hasta en esto nuestros padres habían sido muy meticulosos con los detalles.
Entramos hasta llegar a la recepción donde nos recibió una mujer de más o menos la edad de mi madre. Ya habíamos reservado así que nos acompañó directamente a donde nos quedaríamos. Era un pequeño hotel familiar por lo que se veía, y la instalación era una antigua casa la cual habían dejado como un jardín amplio en el cual había varias cabañas salpicadas, esas eran las casas en que nos quedaríamos.
Hijikata, Sōji y Kondō dormirían en una mientras que mamá y yo en otra que estaba al lado.
Agradecimos las molestias y pasamos a dejar las maletas y cambiarnos para que al fin Sōji pudiera mirar libremente a donde quisiera porque ya había sucedido el encuentro con el mar que tanto planeábamos y él deseaba.
Me puse el traje de baño y una camiseta cualquiera encima, era blanca y con unas discretas rayas en el centro. Hacía calor... sorprendentemente estaba haciendo calor aunque estemos en diciembre, pero no me puedo quejar, la verdad es aún mejor. Si el tiempo se sigue comportando así, podremos nadar. Por el calor, me tiré bocabajo en la cama en lo que mi madre se cambiaba también en el baño.
Pero de repente sentí cómo alguien se tiraba sobre mí. Chillé empezando a reír escuchando cómo él también rió.
— Qué bien que te cortaste el pelo, ¿no, Hajime? —me dijo al oído estando sobre mi todavía.
Asentí como pude para entonces levantarme ya que Sōji también lo hizo. Nos sentamos a la orilla de la cama suspirando por las risas.
— ¿Ya estás listo? —preguntó abrazándome por la espalda para darme un beso en la sien.
Asentí de nuevo mirándolo para que nos volviéramos a acostar, esta vez medio abrazados. Pasamos unos segundos así, él me acariciaba el pelo y yo me acurrucaba sobre él hasta que entonces Sōji se levantó un poco mirando a la puerta donde estaba Hijikata.
— Tortolitos, si quieren privacidad, cierren la puerta —dijo quitándose la otra chancla para tirársela a Sōji como hizo con la primera.
— ¡No ataques! —chilló haciéndose bolita y por ende encogiéndome a mí también— ¿De dónde sacas tanta agresividad?
Me empecé a reír aún encogido en la cama y entre los brazos de Sōji, ellos también se rieron y al poco tiempo salió mi madre ya cambiada con su pantalón hasta las rodillas y una blusa de color rosa.