¿Qué es lo que siento? por Piero Sandcastle

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Tenía pocas horas para el último examen de colegio cuando decidí revisar mis redes sociales a ver que sucedía con los chicos que me gustaban. Daniel como siempre posteaba acerca de lo que comía cada mañana para antes de ir al colegio. Me gustaban los panqueques que hacía su madre. Los probé porque una vez estábamos haciendo un trabajo grupal para la clase de biología, y fue ahí cuando me di cuenta que me gustaba. Mateo se había tomado una foto junto a Stephany, su mejor amiga. Esa zorra no dejaba a Mateo de lado ni un lado. Y dado que Mateo no es gay, aunque en realidad, a mi parecer ninguno de ellos lo sea, sentía una gran atracción hacia él.

Finalmente estaba el ángel que me quitaba la respiración, Arad. Lo conocí porque hace ejercicio en el gimnasio que va mi hermano, y para suerte mía es amigo de mi hermano. Arad es el típico chico alto, con un rostro hermoso, barba muy seductora, sonrisa de cristal y un cuerpo inolvidable. Ya quisiera que uno de los tres me hiciera caso, pero son más heterosexuales que un machista.

Bueno el punto es que debía ir al colegio, porque cursaba el último año de secundaria, y tenía el peor examen de la toda mi existencia, historia. Creo que el hecho de tener que memorizar números hace que odie la historia y más aún cuando me obligan a estudiarla en casa.

- Ojalá ya sepas todo acerca de la segunda guerra mundial. No espero más que un veinte en ese examen. – mi mamá alentándome para poder dar lo mejor de mi sabiendo ella que detesto la historia con la geografía. Aunque no tenía nada que ver con historia.

- ¡Sí mamá! Además, nadie desaprueba en quinto de secundaria. Es algo que ya vienen haciendo desde hace tres años. – yo justificando mis ganas de desaprobar.

- Bien. Entonces tómate ese vaso de naranja y agarra tus cosas que nos vamos en cinco minutos.

Mi mamá podría ser un poco exigente con las cosas que debía o no debía hacer. Quizá gracias a ella yo era como era. Un chico demasiado exigente conmigo mismo.

Adriana, mi mejor amiga me esperaba afuera de mi casa para ir juntos. Quizá debí enviarle un Whatsapp explicándole que mi mamá me llevaría.

- Discúlpame, lo olvidé. Te lo juro. No sabía que teníamos que ir juntos el día de hoy.

- Todos los viernes vamos juntos, bobo. Está escrito en el pacto de sangre que hicimos hace años.

Adriana y yo somos amigos desde quinto de primaria y desde entonces ambos nos dimos cuenta que teníamos mentes retorcidas. A ella le gustaba el misterio. Como las personas tenían relaciones con muertos y esas cosas. Necrofilia lo llaman. Mientras que a mí me gustaban los hombres bien formados haciendo sus rutinas diarias muy temprano. En primer año de secundaria hicimos un pacto de sangre juntos. Dentro de ese pacto quedamos en jamás darnos la espalda si uno de los dos tenía algún problema de cualquier tipo, y también no irse sin el otro a la escuela un viernes por la mañana. Bueno entre otras cosas, como pasarse el primer video porno casero de cada uno. Que por cierto, aún no hay.

- Bueno al menos me llevarás, ¿no?

- Sube. Tengo que contarte algo.

Adriana era la chica más social de mi salón, así que se había ganado la confianza de toda mi familia, incluyendo la de mi hermano quien era un poco especial con las personas.

Cuando teníamos diez años habíamos creado nuestro propio lenguaje de señas que solo Adriana y yo podíamos descifrar. Más que un lenguaje de señas, era un alfabeto mudo. Y bueno, ya que mi mamá estaba ahí no podía decirle lo que lo que había sucedido la noche anterior a la fiesta de Zoe. Así que se lo dije con nuestras señas.

- El día que fuimos a la casa de Zoe, estaba Arad ahí. – lo describí tocándome el abdomen refiriéndome a su abdomen marcado de ese papacito.

- ¿Hablaron? – se alocaba con la intensa declaración que le daba. Pero espera, ¿cómo yo no lo vi?

- Tú no habías llegado aún. Pero yo tuve la oportunidad de verlo ahí parado con ese polo sin mangas que le marcaban los bíceps mientras movía sus brazos.

- Eres una zorra por describirlo así. – ponía una cara de emocionada por saber que me rompí el ojo viendo a semejante hombre.

- Tú sabes como soy yo. Arad me gusta desde el año pasado y bueno la diferencia de edad no es mucho.

- ¿Estás demente? ¡Te lleva seis añooooos! Mi mamá nos miraba con una cara por el espejo retrovisor que habrá pensado que ese número era el número de materias desaprobadas.

- Ay bueno, no es para tanto. Al fin y al cabo ya salgo del colegio, podré hacer lo que quiera, ¿no?

- Eres menor de edad para él. What are you thinking about?

Llegamos al colegio y ya estaba pensando en la última formación del año y bueno de toda mi vida. Dejé mis cosas en el salón y me dirigí hasta donde estaban mis demás compañeros. Daniel estaba ahí y me saludó como si nos conociéramos de toda la vida. Sus ojos azules no me dejaban de ver, y pues yo no apartaba la mirada ya sonrojada que me había dejado. Me gustaba sí, pero aún éramos chicos para saber qué era lo que nos sucedía. Sí, tenía una gran atracción hacia él y también por los otros dos chicos. Pero a mi parecer una persona te marca cuando te da algo que nunca nadie te dio antes. En este caso, debió haber sido ese beso que me dio después de probar esos panqueques en su casa. 

¿Están listos para la continuación? 🤔

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