Prólogo

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Esta es una historia: que quizá todas sueñan con tener, o quizá no, que quizá tenga dificultades, eso seguro, que quizá no sea perfecta, puedo asegurar que no lo es, pero que es mi historia.

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La secretaria, una mujer de unos cincuenta años o más, rubia y con gafas observó los papeles sobre la mesa y me miró sonriendo, una sonrisa obviamente fingida.
Ella revisó una vez más que toda la información estuviese en orden y se fue a hablar con lo que a mi entender es un profesor.
Los ignoré mientras di una vuelta sobre mi misma observando el amplio espacio en el que me encuentro.
Era un instituto muy grande.
Logré convencer a mi madre para que me permitiera cambiarme de instituto en mi penúltimo año.

El profesor, no muy alto y algo gordo me sonrió, con un gesto de su mano me indicó que me acerque y con paso rápido fui hasta allí.

-Él te acompañará a tu clase. - me dijo la mujer y yo asentí.

Subimos las escaleras hasta el segundo piso y al final de un pasillo se detuvo delante de una puerta verde con el marco naranja. Era idéntica a todas las demás, las paredes pintadas a medias, la mitad de abajo era naranja mientras que la de arriba era blanca, totalmente horroroso.

Llamó a la puerta y abrió sin esperar a que le permitieran el paso.

- Miriam, te traigo a una alumna nueva. - dijo y se apartó para que pudiera verme.

-Entra - me dijo. No parecía muy amable pero como ya me había quejado de la decoración no iba también a quejarme de los profesores en mi primer día.

Entré tímidamente a aquella clase, fijándome primero en la cara de esa profesora y después en los mis nuevos compañeros.

Observé la mirada curiosa de todos los adolescentes que tenía delante.

- Sientate donde encuentres un sitio desocupado -dijo dejando de prestarme atención.
En la mitad de la clase había un asiento, entre un chico y una chica, así que me senté allí.

-Hola - me susurró la chica mientras la profesora escribía en la pizarra. Tenía el pelo bastante corto, castaño oscuro con algunos mechones más claros, sus ojos eran oscuros también, no podía asegurar si negros o marrones pero lo que sí puedo asegurar es que era una chica preciosa. Me observaba sonriente así que le devolví la sonrisa. -¿Como te llamas?

-Alexandra ¿Y tu?

Cuando iba a hablar, una bolita de papel le cayó directamente en la frente.

Suspiró y miró por encima de mi hombro para después volver a sonreirme - Yo soy Alice, y el gracioso que hay a tu derecha es James. ¿No vas a saludarla "J"?

Me giré para mirarlo. Él me miro con curiosidad y yo le devolví aquella mirada.

Me fijé sus ojos, eran de color miel, muy claros, casi brillantes. Su pelo también era castaño claro, combinando bastante bien con el precioso color de sus ojos. Su piel ligeramente bronceada. Estaba sentado y sin embargo supe que era más alto que yo. Su espalda era ancha y sus bíceps bien definidos.

-Hola- me miró con asombro y luego mostró una sonrisa divertida, comprendiendo algo que yo no comprendía - Soy James - asentí. Me parecía haberlo visto en algún sitio pero no sabía dónde, era muy extraño porque su rostro me era tan familiar.

-Alexa. - dije y su sonrisa se ensanchó.

Decidí dejar correr el hecho de que mi nuevo compañero me era tan familiar como alguien de mi propia casa y presté atención a la profesora, de vez en cuando sentía su mirada sobre mi pero cuando lo miraba el miraba rápidamente a la pizarra, otras veces mi imaginación me jugaba una mala pasada y el ni siquiera me prestaba atención.

Me encojí de hombros e intenté seguir la clase con algunas sonrisas de parte de Alice y una llamada de atención de parte de la profesora a mi compañero por hablar con sus amigos.

Lo único que podía hacer era intentar concentrarme al máximo para no mirarlo, eso y no pensar en Andrea.

¿Mencioné que tengo una hermana gemela?

Uno para Dos (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora