Capitulo 22

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-¿Quién eres?-pregunté, ya que su rostro me era conocido, sin embargo, también me parecía una persona extraña.
-Tu otra yo-me dijo.
Me solté a reír.
-Sí, claro. No puedes ser mi ‘otra yo’; ¡yo no me pondría jamás esos tacones tan altos!-señalé sus pies.
-Sí, bueno; pero resulta que yo hago cosas que tu normalmente no harías. Como por ejemplo, aceptar que me gusta Justin.
-¿Justin Dashner?-vociferé, echándome hacía atrás.
-¿Lo ves?-dijo de lo más tranquila- Tú no lo aceptas, yo sí.
-Justin no me gusta, ¿estás loca? ¡Es el novio de Sharon!
-Deja la histeria que sabes que tengo razón.
-Demente-farfullé.
-Bueno, ¿y qué si no fuera novio de Sharon? ¿Aceptarías que te gusta?
-No.
Ella rió y su risa burlona me incomodó.
-Claro, por que si no fuera novio de Sharon, quizá no lo hubieras conocido-pensó.
-No me gusta Justin-dije, tajante.
-Repítelo hasta que te lo creas, por que a mí no me engañas-me sonrió-.
-¡Guarda silencio!
-¿Por qué? Nadie puede oírnos, sólo estamos tú y yo. Si aceptas que Justin te gusta, dejaré de molestarte.
-No-me crucé de brazos.
-Como quieras-se encogió de hombros-. A fin de cuentas para eso estoy yo.
-No sé de quién seas la otra parte, porque de mí no.
-Como digas-manoteó restándole importancia a mi comentario-. Pero ten en cuenta que yo, sí acepto que Justin me gusta y no olvides que sí soy parte de ti.
El sudor me perlaba el rostro cuando me desperté jadeante entre las sábanas. Eso sí que había sido una pesadilla. Un extraño y loco sueño, nada más. Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Recordé los planes que tenía con Chris y salí disparada de la cama para bañarme y vestirme.
Salí entonces a buscar a Chris pasadas de las nueve treinta, y como siempre, esa bonita sonrisa en su rostro de ángel me alegró la mañana.
-Hola-me saludó.
-Hola.
-¿Lista para irnos?
-Claro.
Enredé mi brazo al suyo y nos encaminamos a su mustang antiguo, color negro. Me abrió la puerta y luego puso el auto en marcha. El motor rugió bajó nosotros y las llantas comenzaron a rodar.
-¿Por qué ayer hablabas tan bajito? ¿Quién no querías que te oyera?-me preguntó.
Solté una delicada risita tonta, y sentí que enrojecí un poco.
-Sharon y Just….Justin.
-¿Por qué? Déjame adivinar, las especulaciones de Sharon-rió.
-Eemm… sí, eso.
Me miró, aunque no parecía muy convencido debido a mí vacilar a la hora de responder.
Llegamos a la plaza de San Marcos y bajamos a caminar. Saqué un par de fotografías de cada monumento mientras que la gente andaba de aquí para allá bajo el tenue y apenas visible sol de la ciudad de Venecia.
-Chris-musité, como quien no quiere la cosa.
-Dime.
-¿Te ha gustado alguna vez alguien… prohibido?-me miré los pies al caminar, entre tanto que esperaba la respuesta de Christian.
-¿Prohibido?
-Sí, alguien que no te debe de gustar-vacilé.
-Mmm…-pensó-. A los cuatro años me enamoré de mi tía-rió.
Me reí también.
-Es enserio, Chris.
-¿De quién pudiste haberte enamorado, Allie? ¿De un padre?
-Enamoramiento no, Chris. Y de un padre tampoco-lo fulminé con la mirada.
-Bueno, está bien. ¿En quién te pudiste haber fijado?
-Pues…
-¿Justin?
-¿Qué?-se me bajó la sangre de la cabeza hasta los pies y sentí como si fuera a tocar el piso.
¿Cómo sabía? ¿Cómo pudo haber adivinado tan fácil? ¿Era yo tan obvia?
Miré a Christian, temerosa y con labios trémulos; pero entonces me percaté de que Chris no me miraba a mí, sino que su mirada se posaba lejos, observando un punto fijo.
-¿Es ese Justin?-preguntó, aun mirando a lo lejos.
Seguí el trascurso de su mirada y pude visualizar a unos tantos metros, entre la gente que pasaba de un lado para otro, un cuerpo que me quitaba el aliento. Caí en la cuenta de que mis pensamientos habían funcionado mal y que Chris no se refería a lo que yo había creído; sino que musitó el nombre de Justin porque a lo lejos lo vio.
-Creo que sí-musité- ¿Qué hace acá?-pregunté.
-A lo mejor salió a pasear, como nosotros. Hablémosle-sugirió.
Me tomó de la mano y me arrastró varios metros entre la gente hasta llegar a las espaldas de Justin, la perfecta y bien trabajada espalda de Justin, que no dejaba de lucir aun con la camisa que traía encima. Justin parecía como si buscase a alguien, ya que asomaba su cabeza sobre la de los demás.
-Justin-musitó Chris, haciendo que el interpelado pegara un brinco.
Se giró a mirarnos y abrió los ojos como platos.
-Perdón, no quería asustarte-dijo Chris.
-No… no hay problema-tartamudeó y luego colocó su mirada en el entrelazado de dedos entre Chris y yo; su rostro dejó la expresión de nerviosismo y pasó a una con un ceño fruncido.
-¿Estás con alguien? Porque se nos ocurrió que sería buena idea que anduvieras con nosotros, digo, si quieres-dijo Chris.
-¿Eh?-subió la mirada-. Ah, sí, claro.
-Bien-sonrió Chris-. Vayamos para allá-señaló hacia la izquierda-. Hay lugares que seguro te gustarán-me dijo.
Seguí a Chris, aun atada a su mano y Justin a mi lado. El corazón cantaba emocionado y palpitaba extraño, con alguna clase de latidos que yo desconocía, pero que sin embargo me llenaban de placer.
-Qué casualidad haberte encontrado, Justin-musitó Chris.
-Ah, sí, vine porque…-se quedó en silencio de nuevo, repentinamente nervioso-porque… quería… salir un rato-dijo.
-Nosotros igual, además de que Allie aprovecha para sacar estupendas fotografías, ¿verdad?-me sonrió.
Le devolví la sonrisa, por que la voz se me había ido y sólo podía escuchar los escandalosos latidos de mi corazón producidos por el perfume tan varonil que Justin desprendía en cada paso que daba.
-Por cierto, Allie, no entiendo aun qué quieres decirme-me dijo Chris-. No contestaste mi pregunta.
-¿Qué pregunta?-dije, con voz medio baja.
-¿En quién te fijaste y por qué dices que es prohibido?-inquirió.
Abrí los ojos de par en par, casi se me salían de las órbitas. Y Justin, quien estaba a mi lado, encaminando su paso con el mío, nos miró rápidamente. Íntegramente atento.
-Eemm… en… el… amm…-tartamudeé. Las miradas de ambos se posaban en mí y la de Justin ni siquiera parpadeaba.
-¿En quién?-volvió a preguntar Chris.
Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.

Manual de lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora