Reyes y reinas

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Posible -muy probable y exagerado abuso de- OoC.

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Día cinco: Reyes y reinas

Doce años antes.

El festejo de ese año tenía una temática realmente especial y con un significado de trasfondo muy emocional.

Mitsuki sonrió al ver a su pequeño reír. Los ojos rubí de Katsuki brillaban con la emoción característica de un niño de casi cuatro años. Sintió como tiraba de su mano para llevarla al área donde distribuían coronas y tiaras.

—¡Seré el rey de los dragones! —Gritó emocionado, eligiendo una corona con una K grabada. La madre acarició el cabello del niño con ternura. Esperaba que la noticia de su futuro hermanito tuviera un efecto positivo para él. Ya era un maravilloso niño y sin duda, sería un grandioso hermano mayor, aunque sea un poquito sobreprotector.

—¿Quieres ir a jugar, Katsuki? —Preguntó, manteniendo su sonrisa.

—¿Izuku no vendrá? —Cuestionó con inocencia, al notar la ausencia de su mejor amigo.

—No, cariño, Izuku se enfermó —mintió. Inko estaba teniendo demasiados problemas con su esposo y el pobre Izuku, lamentablemente estaba en medio de todo el caos. El pequeño no comprendía porque su padre se iba por días y su madre lloraba por las noches. Veía las diferencias entre la vida de su mejor amiga y la suya, agradeciendo cada día por el maravilloso hombre con el que se casó, el asombroso niño que tenía por hijo y por el pequeño que venía en camino; acarició con añoranza su vientre—. Pero Inko dijo que podría quedarse en casa a dormir.

—¡Veremos videos de All Might! —Festejó. Existía tanta pureza e inocencia en esa frase—. Mamá —Mitsuki puso atención a su hijo al sentir como tiraba de su mano—. ¿Sigo vivo? —La mujer abrió los ojos con sorpresa.

—Claro que sí, Katsuki. ¿Qué te hace pensar eso?

—Estoy viendo un ángel —murmuró, con la mirada fija al frente. De un minuto a otro, dejó de sentir la presión en su mano y se dio cuenta que el niño había desaparecido, perdiéndose entre los otros infantes.

—¡Katsuki! —Gritó por reflejo, buscando con desesperación a su primogénito. Pasó de largo el podio donde anunciaban las distintas actividades del día. Definitivamente sería un muy mal día para ella.

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Mientras tanto, el pequeño rubio caminó con determinación hasta encontrarse con el ángel. Había escuchado muchas veces la palabra, asociada a seres hermosos y bondadosos que protegían a las personas buenas.

—Cara de ángel —soltó cuando se plantó frente a ella. Un par de ojos chocolate lo veían con curiosidad.

—No —respondió con calma la niña—. No soy un ángel —corrigió con palabras torpes y mal pronunciadas, propias de la edad—. Soy una reina —agregó, señalando la corona en su cabeza.

—Ángel —insistió el pequeño, todavía hipnotizado por la belleza que ella desprendía.

—¿Reina de los ángeles? —Ofreció al ver la terquedad en los ojos del otro. El rubio asintió—. Soy Ochaco —se presentó, ofreciéndole la mano.

Cara de ángelWhere stories live. Discover now