Por ella, solía sentarme en medio del jardín a cantarle a las plantas. Me enseñó que podían sentir y escuchar.
Intentaba atrapar la belleza de la naturaleza. Enmarcar en simples palabras cosas tan expectaculares.
Es lo que siento al hablar de ella. Nunca podré definarla en diminutas letras, con lineas finitas. Es como intentar contener el sol en un planeta.
De ella, aprendí a amar las flores, a adorar ver como nacían diminutos capuyos después de la larga espéra. También aprendí a liberar los sentimientos através de pequeñas cajas negras.
Me dió a conocer el excelso mundo de las letras, del cuál ya no puedo salir, y no quiero escaparme aúnque me dejen la puerta abierta.
Con sus manos suaves y arrugadas, plasmaba en el papel una mente colmada de conocimiento, adquirida por un tiempo que se hacía de maestro.
Me empujó a este inmenso e interminable mal de palabras, en donde el horizonte núnca acaba, y este, de alguna forma nos conecta, me acerca al lugar en donde se encuentra ahora.
Me enseñó a escribir versos que riman como canciones alegres, pero me embarqué en un oceano de pena que marchitó el jardín que por tanto tiempo construimos.
¿como habrían de contenerse estas aguas trás tu pérdida?
Descubrí la amargura de otros versos sin rimas, tristes, errantes sobre páginas moribundas, páginas que núnca volverán a ser la pista en donde bailen mis pensamientos, porque mi corazón está de luto por tu ausencia, abuela.
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EN LA NOCHE ©
PoesíaNo esperes llegar a la luna, en unas manos que nisiquiera te señalan las estrellas ...