Homicidio.

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Lo llevo tatuado en la conciencia,
no tu nombre,
sino el roce de tus dedos con mi piel.
Recuerdo sus puntas escarchadas y azules.

Dolías,
todavía doles.

Subís acariciándome el cuello y me privas del poco oxígeno que queda en la habitación.

Rompiste mis cimientos para volverme totalmente dependiente de tu cuerpo como deseo carnal y violento de un acto famosamente impuro.

Marcaste mi cuerpo como quien marca propiedad y después de esa noche entendí cuán insuficiente,
y carente de vida,
me volví.

Morí cuando te conocí,
y volví a morir
cuando tan ciegamente
pensé haberme enamorado de vos.

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