Capítulo 4

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Mónica se fue despertando poco a poco. Como las otras veces, lo hacia con muchos síntomas de estar desorientada. Miraba con extrañeza su propia habitación, incluso a mi me miraba como si fuese un desconocido. Sus ojos pasaban lentamente de estar cerrados a mostrarse muy despiertos, como fruto del descanso que la hacia sentir tras las sesiones. Se humedeció los labios, pues al entrar en trance su boca se quedaba ligeramente abierta y se secaba a medida que avanzaba la sesión.

Su cara iba recuperando todos los gestos de expresión, volvía a ser una persona, de nuevo demostraba emociones, y a pesar de haber despertado bruscamente, su cara demostraba felicidad.

Empezó a mover ligeramente brazos y piernas, con algo de dificultad. Cuando tuvo fuerzas suficientes para ello se incorporo y se sentó sobre la cama. Se quedo por un momento pensativa, como tratando de hacer memoria de lo que la había ocurrido desde que empecé a relajarla. Miró al reloj, las 5:00 de la madrugada. Desde que comenzó la sesión habían pasado 3 horas, para ella 3 horas durmiendo, pues lo único que quería era que la dejase dormida y me fuese. No esperaba verme allí al despertar, sobre todo después de la cantidad de veces que le había dicho que tenia que irme para poder estudiar al día siguiente.

Aun desorientada cruzo una pierna sobre la otra, y se impulso con ambas manos para echarse hacia atrás en la cama, apoyando su espalda en la pared, llevo una mano a su boca, tratando de disimular un pequeño bostezo. Estiro todo lo que pudo sus brazos hacia los lados, y arqueando su cuerpo se estiro acabando de despertarse.

¿Cómo te encuentras? – Le pregunte cuando noté que volvía a estar consciente

Bien, pero me duele algo la cabeza

Bueno, es porque has despertado de manera brusca, igual que la primera vez que hicimos relajación, pero se acaba pasando, no te preocupes

Volvió a estirarse, se acerco al reloj de su mesilla y lo cogió. Me pregunto:

¿Qué has hecho todo el tiempo que he estado dormida? – Pregunto en un tono no muy amigable

Nada – Fue lo primero que se me ocurrió decir, algo tenia que pensar para justificar las 3 horas en las que había descubierto tanto sobre ella – Yo también me he quedado dormido en la silla

Muchas gracias por la relajación

De nada Mónica, sabes que siempre que puedo te ayudo

Lo se, no es por echarte ¿Pero no tenías prisa?

Bueno, por una amiga hago lo que sea

Pero te dije que con que me durmieses era suficiente, podías haberte ido

Empezaba a mostrarse algo borde, a medida que iba recobrando la consciencia parecía darse cuenta de que algo no encajaba bien del todo. Que no había ninguna explicación lógica para que aun estuviese en su casa. Ella ya tenía lo que quería, su dosis necesaria de terapia así que solo deseaba ya poder acostarse para aprovechar las horas de noche que todavía quedaban.

Quería ver como despertabas, por si acaso algo iba mal – Acerté a pronunciar titubeando notablemente

Pero es que estarte 3 horas dando vueltas por mi casa mientras duermo no me parece lógico del todo, y menos a estas horas – Sentencio con voz seria, dando a entender que no creía que hubiese estado dormido

Bueno Mónica, que estoy porque me has pedido que venga, me insististe mucho ¿Recuerdas? – Conteste subiendo ligeramente el tono de voz, lo suficiente para que se notase mi enfado, pero sin molestar a los vecinos

Pero una cosa es que te diga que subas un rato y otra que pases aquí media noche mirándome dormir

No te enfades que…

MónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora