"Y yo te quiero así: mía, pero tuya al mismo tiempo".
Jaime Sabines.
San Pedro Pochutla, Oaxaca, México.
Tras una extensa jornada laboral, finalmente el interminable turno llegaba a su fin.
Trazó pisadas aletargadas que la encaminaron a la sala de descanso de doctores. Le urgía un café cargado antes de dirigirse a su casa.
Nada más ingresó al recinto, observó la inconfundible silueta de Mateo, sentado majestuoso en uno de los mullidos sillones.
Él, absorto en sus pensamientos, no reparó en ella.
Dudó si carraspear y saludarlo, o bien retirarse tan sigilosamente como había ingresado, desistiendo a su café.
Optó por esta última opción y giró sobre sus talones con un movimiento suave e imperceptible. Se deslizó con igual cautela un par de pasos en dirección a la puerta.
—¿Miranda?
Su paso quedó suspendido en el aire y dio un respingo al sentirse expuesta. Volteó con lentitud y lo observó con inocencia.
—Ah hola, Mateo. No te había visto. —Clavó su mirada en el suelo.
—Así veo —él enarcó una ceja.
—Bueno, ¿y qué tal te va? Lamento lo sucedido hace un período con la familiar de... de tu chica —le dedicó una mirada compasiva.
—Gracias, ha sido un golpe para todos, pero ahí intentamos sobrellevarlo.
—Nunca se está lo suficientemente preparado para perder a un ser amado, es una pérdida insuperable que marca de manera profunda —suspiró profundo clavando su mirada sobre él.
Mateo identificó una expresión extraña en la mirada de la chica. ¿Estaban hablando de la misma persona o siquiera de la misma pérdida? Carraspeó confundido.
—Si bueno, Naná fue amada por todos, es normal sentir que su huella quedara en nuestros corazones.
Miranda entrelazó sus dedos, visiblemente nerviosa.
—Si bueno, reitero mis condolencias. —Murmuró finalmente con un asentamiento de cabeza.
—Gracias, Miranda.
Ella intentó memorizar su mirada y la expresión de su rostro. ¿Cómo evadir lo que aún sentía por él? Aun sabiendo que le pertenecía a otra, su corazón simplemente se negaba a dejarlo de amar.
Él era todo cuanto había soñado en un hombre y aún más, deseaba poder gritar a los cuatro vientos lo mucho que lo extrañaba, poder correr a sus brazos y arrojarse en ellos. ¿Algún día tendría esa oportunidad nuevamente?
Era todo cuanto pedía, solo un abrazo, y podría dejarlo ir para siempre.
Solo un abrazo era lo único que requería para sentirse nuevamente viva.
Le rogó con la mirada, intentando que esta revelara todo lo que no podía expresar.
Mateo la observó con expresión indescifrable y tras unos instantes, se levantó con lentitud, cerrando con cada paso la distancia entre ellos.
—Déjame ir, Miranda. No te lastimes de esta manera.
—¿Cómo puedo dejarte ir? —bajó la mirada con el peso del universo sobre sus hombros— A veces pienso que nunca seré capaz de olvidarte.
Su voz se quebró producto del pesar y él acudió a su encuentro, acunando sus mejillas entre sus manos.
—No te aferres a mí, nunca te pertenecí y lo sabes. Ya llegará esa persona que te pertenecerá en cuerpo y alma, tal como deseas.
ESTÁS LEYENDO
Un Precio Que Pagar ©
RomanceCharlotte es una joven mujer independiente y empoderada que se desempeña en una gran ciudad, ha salido adelante con esfuerzo, dejando todo atrás para alcanzar sus metas; pueblo donde nació, familia, amistades y si, también dejando en segundo plano a...