Capítulo 5

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    La emoción estalla en las gradas, suena el pito del árbitro que indica el final del partido mientras todos corremos llenos de euforia a celebrar, me toma por sorpresa cuando algunos compañeros se me lanzan encima, para ser el primer partido de la temporada estuvo rudo pero lo hicimos ¡Ganamos!.Unos minutos después la multitud se dispersa y todos comienzan a marcharse, busco a Samantha con la mirada y la encuentro al pie de las gradas. Me acerco y veo que me sonríe, abre los abrazos para recibirme y la envuelvo con los míos, la alzo unos centímetros del suelo y estrecho su cuerpo con el mío, caigo en cuenta de que estoy empapado de sudor y la suelto.

—Perdóname, estoy sudado, lo sé.

—No te preocupes— arruga la nariz y suelta una pequeña risa —Felicidades, eres un excelente portero.

—Gracias gracias— contesté con una sonrisa —quédate aquí con Elizabeth y Rebecca que en cuanto vuelva iremos todos a comer pizza para celebrar ¿Te gustaría?

—Genial, me encanta— y me regaló una cautivadora sonrisa.

—Bien, ya vengo.

    Voy a los vestidores junto con resto del equipo a cambiarme y recoger mis cosas. No tardo más de ocho minutos en alistarme y salgo. Marc me alcanza en la salida, antes del partido hablamos de lo sucedido y ya estamos en bien, lo de ayer fue una tontería así que no había por qué estar enfadado tanto tiempo y de hecho ya no lo estaba. Salimos y el grupo nos esperaba.

—Entonces nos vamos a PizzasCcs— dice Carlos.

—Si esas pizzas son muy buenas— exclama Elizabeth.

—Bien, vámonos—concluye Marc y toma de la mano a su novia.

    Por alguna razón miro la de Samantha y siento el impulso de hacer lo mismo, quiero tomarla de la mano, recuerdo haberlo hecho en el festival pero eso no pereció molestarle, podría hacerlo de nuevo pero aquella vez fue diferente, tenía un motivo para tomar su mano y era para guiarla por el lugar pero en este momento sería ridículo, solo somos amigos y ese simple acto en público significa mucho, lucho con la absurda sensación y, en cambio, le toco el brazo ligeramente.

—Vamos, iremos en mi carro y luego te dejo en tu casa.

    Llegamos al estacionamiento y salimos camino a la pizzería, no deberíamos tardar más de diez minutos, probablemente menos.

—¿Te gustó el partido?— le pregunto.

—Sí, estuvo buenísimo.

—Me alegro de que lo disfrutaras— sonrío.

—Fue increíble como jugaste, detuviste la pelota como ocho veces. Que locura— se ríe y luego añade— ¿te piensas dedicar al fútbol? Ya sabes, profesionalmente.

—¿Qué? No, nada que ver, es solo un pasatiempo—le explico y ella asiente.

    Tengo un momento a solas con Samantha antes que volvamos a estar con el resto de grupo, así que decido sacar el tema.

—Oye Sam... Y tú... Digo, a ti ¿te gusta alguien? —digo de forma torpe.

—¿Por qué lo preguntas?

    Ella se sonroja y empieza jugar de manera nerviosa con sus dedos sobre el regazo. No sé por qué pregunte eso, ahora estamos en una situación un tanto incomoda por mi culpa, pude haber sido un poco más sutil.

—No es nada, sé que hace poco que nos conocemos pero aún no sé si tienes novio o algo.

—No, no tengo novio—contesta de forma... ¿Seca? ¿Tímida? ¿Melancólica? No logro distinguirlo.

—Disculpa si dije algo que no debí.

—Para nada, es solo que es... Complicado.

    Me entra un sentimiento de decepción.

—¿Relación a larga distancia? — inquiero.

—No es eso.

—¿Eres... Lesbiana?— lanzo la pregunta sin siquiera pensarlo.

<<Por favor que diga que no>>, no es que esté en contra ni nada, es solo que mis esperanzas se irán a la mierda. Me observa por un instante y sé que ve el pánico en mis ojos.

—Si—dice muy seria.

...Excelente...

—¿Qué?

    Luego de un momento se le escapa la risa y ya no puede contener la mentira. Suspiro de alivio.

—Eres cruel ¿Lo sabías? — le reprocho.

—Y tú un tonto—se sigue riendo— a juzgar por tu reacción te alegras de que no lo sea o porque eres homofóbico o por otra razón.

—No soy homofóbico— esquivo la otra opción.

—¿Y entonces?

—¿Qué puedo decir que tú ya no sepas? — conteste de manera evasiva, en algún momento se lo diré de frente, solo que hoy no.

    Hace un breve silencio.

—Si hay alguien, pero no es lo que piensas... Él y yo... Bueno, se terminó hace mucho— confesó con la mirada perdida a través de la ventana.

—Pero aún duele...— se me escapó, pero ella solo se limitó a mirarme por unos segundos y volvió a la ventana.

    Luego de un momento de silencio añadió.

—No, ya no, siempre llegan otras personas que te hacen sentir mejor, que te demuestran que te quieren... Que son diferentes— ahora me miraba con brillo en sus ojos y esbozaba una tímida sonrisa.

    No supe que decir, me dejó pensativo. No sabía bien a qué se refería con eso o tal vez si ¿Estaba hablando mí?

    Llegamos a la pizzería y ocupamos una enorme mesa donde todo el grupo podría sentarse, Samantha tomó el asiento que estaba a mi lado y junto a ella estaba Elizabeth. El estilo del pequeño y acogedor local era rustico, el piso era de una madera color caoba oscuro y las paredes eran de ladrillos pintados de blanco, el techo se extendía de color negro con enormes lámparas plateadas, los mostradores daban vista a la cocina donde podías ver como elaboraban las pizzas y al fondo los enorme hornos de leña. Es un estilo peculiar pero bastante agradable.

    El resto de la tarde paso de manera entretenida, todos nos reíamos de las tonterías de Mike y Carlos, hablábamos que lo que haríamos al terminar la secundaria y de otras cosas, comimos alrededor de unas cuatro pizzas tamaño familiar, estaban deliciosas. De vez en cuando miraba a Samantha disimuladamente, estaba encantadora hablando y riéndose con los demás, estaba cautivado de la manera en que se desenvolvía, parecía tan relajada y natural.

     Cuando las chicas empezaron a hablar de sus cosas, me entretuve con los muchachos platicando sobre el partido, estaba pendiente de la hora porque no podía irme muy tarde y menos después de lo que pasó ayer con mis padres, sobre todo debía tomar en cuenta de que tenía que llevar a Samantha. Hablaba de algo cuando un teléfono sonó, volteo y lo observo sobre la mesa, es el de ella, la pantalla se ilumina y aparece un nombre... Es de hombre. No tengo tiempo de divisar el nombre cuando lo coge de la mesa y se ha levantado para contestar, la siento nerviosa.

    La paranoia se apodera de mí, es él, lo sé. Por alguna razón me siento molesto, no con ella, sino con él. Lo detesto, quisiera que la dejara en paz, se supone que ya terminó. Veo la hora en mi celular y ya casi son las siete. Cuando regresa de su llamada le digo.

—Samantha tengo que irme ¿te importa si nos vamos ya?

—Está bien, no hay problema.

    Nos despedimos de todos y al poco tiempo ya estamos en camino, ninguno de los dos dice nada y el silencio inunda el vehículo, enciendo el estéreo para que el ambiente sea menos pesado. Estoy concentrado en la carretera pero igual oigo su voz, un ligero tarareo, ya estamos mejor.

    Al fin llegamos y ella me mira.

—Nos vemos Adam— dice sin más.

    Bueno, no es que esperase una explicación, y tampoco tiene porque dármela, pero eso no alivia mi malestar.

—Adiós.

Alguien más te esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora