Capítulo 1

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   Estacioné la camioneta y saque mi mochila, a pesar de ser lunes por la mañana mi humor era considerablemente bueno ya que este por fin es mi último año de la secundaria. Sin embargo me gustaría que fuera la última semana de clases, pero es apenas la segunda. El verano pasó rápido, un par de fiestas, unos días en la playa, una excursión y muchas noches en vela a causa de... Bueno, había muchas razones por la cual desvelarse eran vacaciones, y así pasaron los días. Me dirijo a mi primera clase, al pasar por los pasillos distingo un revoltijo de pelo castaño y unos ojos marrones llenos de entusiasmo que me miran.

—¡Hey!— Me grita desde el final del pasillo y lo observo.

   Conozco a Marc desde la primaria, no fuimos amigos al principio. Hubo un par de peleas inofensivas pero luego de quedar dos tardes castigados en un salón por causar un alboroto en biología y que el profesor Gregorio perdiera su peluquín, nos dimos cuenta que no nos llevábamos tan mal como creíamos, los años pasaron y con ellos nos hicimos grandes amigos.

   Se acercó y me saludó con una palmada en la espalda.

—Adam ¿qué tal tus vacaciones?, no vine la semana pasada porque estaba de viaje y llegue hace poco— Marc me comentó que se iría unas semanas a España con sus padres a visitar a unos familiares.

—Genial, sin mucho que contar... ¿Y tú? ¿Dejaste a alguna española esperándote?

—Pues la verdad es que no, sabes que yo solo tengo ojos para Rebecca— Soltó con una risa un poco nerviosa.

—Claro, y por cierto ¿cómo está?

—Bien, la veré más tarde, no la veo desde que me fui de viaje y eso me tiene loco— Asentí.

   Rebecca y él llevan casi dos años de relación y casi nunca se separan. La conocí en clases de Historia, era muy linda y pensaba invitarla a salir pero un día cuando salíamos del salón me encontré a Marc y se la presente, a los días él no paraba de hablar de ella y cuando veía a Rebecca no dejaba de preguntarme cosas sobre Marc. Lo sé, ahí estaba yo entre un amor a primera vista, era un espectador en primera fila. Finalmente, los junte un día e intercambiaron números telefónicos, ellos hicieron el resto y por lo visto salió bien. Por supuesto, que yo no pude volver a verla de la misma forma, solo era la novia de mí mejor amigo y estaba claro que yo no la quería de una forma tan imperiosa como lo hacía Marc, o al menos no tuve la oportunidad.

—Bueno nos vemos después, voy a clases— me despedí.

   Llegue al salón y saludé a unos cuantos conocidos, tome un asiento al fondo cuando el profesor de matemáticas entró. Era un hombre bastante pálido, además de alto y delgado con un cabello oscuro que lo peinaba hacia atrás; como el típico profesor de matemáticas tenía cara de pocos amigos y denotaba un carácter bastante ácido. <<Supongo que se los enseñan en la universidad, es como un requisito indispensable para graduarse>> pensé.

   El profesor Jhonson, luego de las monótonas presentaciones y la introducción, se dedicó a comenzar con temas de la materia y su voz poco a poco carecía de intensidad hasta ser un leve murmullo, no porque él bajara el tono de su voz estridente, fue que permití aislarme y perderme en mis pensamientos. Estaba aburrido, no era un estudiante de notas perfectas pero si uno considerablemente bueno, en especial en matemáticas. Claro que mi padre no pensaba igual, o lo hacías perfecto o no valía, así de simple. Lo sé, los padres siempre te van a ayudar a dar lo mejor de ti y enseñarte que siempre puedes hacerlo mejor, es el discurso de muchos, pero el discurso del mío no era tan gentil. Siendo un importante cirujano y esposo de una odontóloga se piensa que yo debería escoger la rama de la salud, o algo por el estilo, pero el simple hecho es que no me gusta. Cuando termine la secundaria y vaya a la universidad estudiaré contabilidad, a mi madre le agradó mi decisión; por otro lado, a mi padre fue como decirle que haría un curso de peluquería, su cara de decepción era auténtica. Finalmente, luego de que mi madre se enojara y le dijera un par de cosas, puso la mejor cara que pudo y empezó a hablar de la importancia de los contadores. <<Que hipocresía>> decía una voz en mi cabeza, sé que no fue mi elección de carrera lo que causó su conducta, fue que no quise hacer lo que él quería.

Alguien más te esperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora