segunda sinfonía;

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Iba a matar a Kaminari, lo prometía

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Iba a matar a Kaminari, lo prometía. Iba a hacerle sufrir antes de arrebatarle la vida con sus propias manos.

El chico, que ya mostraba pocas luces, había tenido la excelente idea de reunirse en mitad de la noche cerrada, en aquel bosque a cuatro pasos de las cabañas donde deberían estar durmiendo en vez de hacer el payaso; y pasar una o dos horas contando historias de terror.

Un grupo de adolescentes metidos en mitad de un bosque de madrugada con la intención de pasar algo de miedo saltándose las normas establecidas por los profesores ¿Qué podía salir mal en el plan? ¡Absolutamente nada!

Y, lo mejor de todo, ¿cómo había conseguido convencer a toda la clase para aquella estupidez? Hasta los más estrictos estaban ahí plantados, ya sea para controlar la situación o arrastrar a Kaminari al mismismo infierno.

Ella se sentía absurda al estar ahí. Primero porque había sucumbido a la presión social ejercida por todo el grupo y, segundo, porque no había algo que más odiara que las historias de miedo.

Cualquier relato de ese calibre hacía que un escalofrío le recorriera el cuerpo, acompañado de un basto sudor frío y unas tremendas ganas de vomitar debido a que sus tripas se revolvían como si hubiera una guerra ahí dentro. Detestaba escuchar aquellas macabras estupideces que le hacían pasar un mal trago y no solo en esa noche, si no en varias consecutivas, pasando noches en vela para no sufrir severas pesadillas.

Esas cosas le mataban tanto por dentro como por fuera, pero no se veía capaz de confesárselo a nadie, ni siquiera a su mejor amiga. Se había construido una capa blindada de fortaleza que no podía dejar que los demás le vieran derrumbarse.

Ella era fuerte y eso una estupidez.

Pero no habían ni comenzado y ya estaba hecha un ovillo al lado de un árbol, como si aquello fuera a protegerle de asesinos en serie, psicópatas o muñecas poseídas. Solo esperaba no llamar excesivamente la atención de sus amigos y poder pasar desapercibida el mayor tiempo posible.

Aunque haber sido una de las primeras en sentarse hacia que su situación llamara más la atención de lo que ella pensaba, sobretodo de aquellos que iban de mala gana a aquella reunión de carácter satánico.

Entre esas personas se encontraba Sero, que en otra situación estaría igual de emocionado que los demás, pero ese día solo quería dormir hasta que no pudiera más. Había sido un día tan demoledor que no comprendía como aún tenían fuerzas. Solo esperaba que alguien cayera dormido y comprendieran que había gente cansada.

En el momento que Tokoyami abrió la boca para contar alguna de aquellas historias de miedo que calaban hasta los huesos, Jirou ya se había hecho aún más bola, hundiendo al cara en sus piernas y tapándose los oídos.

Al moreno le hizo gracia la reacción, demostrando que estaba más atento a los movimientos de sus compañeros que a la historia.

Mas él no sabía realmente porqué ella estaba así. Al verle temblar supuso que era porque tenía frío. Aunque estuvieran cerca del verano, en las noches refrescaba y ella había salido en manga corta y pantalones cortos.

Sinfonías; BNHA Week '18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora