cuarta sinfonía;

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Al escuchar aquella carcajada cargada de ironía, el de pelajes amarillentos tuvo que evitar mostrar algún síntoma de fastidio

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Al escuchar aquella carcajada cargada de ironía, el de pelajes amarillentos tuvo que evitar mostrar algún síntoma de fastidio.

Estaba claramente en desventaja después de haber sido apaleado y expulsado de su aldea por ser denominado un traidor. Se reía él de sus maneras cerradas de pensar que reinaban en aquella secta de sádicos lunáticos, los cuales disfrutaban viendo sangrar a sus oponentes y hasta compañeros. Lo llamaban a él traidor cuando la misión de todos era acabar con cada uno de los felinidos de aquel linaje hasta ser el único en pie. Esperaba que todos pasaran por la espada como a él le había tocado.

— ¿¡Qué pasa, kitsune!? ¿¡Has venido a por más pelea!? ¡No me importa hacerte nuevas heridas! —dijo con todas las energías que tenía en un grito que le desgarró la garganta. Sus fuerzas ya habían casi desaparecido completamente, comenzando a sentir que le faltaba el aire.

La chica arqueó una ceja, desenvainando su cimitarra para acabar clavándosela en la cola del felinido. Monoma no pudo evitar soltar un grito de dolor, antes de intentar volver a mantener su actitud de siempre. No quería mostrarse débil frente y menos ante aquella zorra de seis colas.

—Valiente eres de actuar así con tu pésima forma. —Esbozó una sonrisa cínica, mostrando sus colmillos, mientras se apoyaba sutilmente en el arma—. Te doy no más de veinte minutos antes de que mueras desangrado en este bosque.

Él sabía que Jirou estaba disfrutando con aquel momento ya que era su pequeña venganza por el mal que tanto le había causado.

Hace posiblemente un año, aquella joven aprendiz de druida había acabado coincidiendo de la peor manera posible con uno de los pícaros de aquella tribu lejana tabú para muchos ciudadanos. Ella desconocía quién era él y en qué estaba metido, sirviéndole una mano a aquel chico pedido que acabó en una pelea por un saco de monedas de oro.

La chica no era tonta y se lo hizo saber al instante, mostrando una percepción que podría dejar fuera de lugar a cualquiera de su clase, pero en la pelea cuerpo a cuerpo, salía perdiendo.

¿Qué iba a hacer una joven druida con hechizos que no hacían daño y una cimitarra que había pasado tiempos mejores contra un experto pícaro que sobrevivía a base de matar y robar desde que tenía memoria?

Nunca llegó a imaginarse que aquella chica sobreviviría a aquella pelea, la cual acabó muy rápido por la clara ventaja que él poseía, mas se encargó de divertirse un poco más después de tan arduo trabajo.

Daga en mano y atada de pies a cabeza, hizo aquello que tanto le habían recordado en su tribu: marcar a tu víctima para siempre por si sobrevivía, solamente para recordarle a quién debe respetar en todo momento. Por eso, a aquella preciosa kitsune le faltaba una cola y parte de la oreja, además de mostrar una fea cicatriz en el ojo.

Por eso era una sorpresa verle viva, después de haberle dejado tirada en una de las calles vacías del pueblo donde se conocieron por primera vez. Pensó que iba a morir desangrada por esos cortes profundos y extremidades perdidas, pero ella tenía hechizos de curación en su cetro ya que eran los únicos que conocía en aquel momento.

Sinfonías; BNHA Week '18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora