Tienes que saltar

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Para Damion, todo era una absoluta mierda, acababa de entrar en bachiller y ya quería salir, pero claro, su padre era don perfecto, alias Raoul Vázquez y no podía permitirse quedarse por debajo de él en su presencia, no estaría orgulloso de ello.

- Damion, venga, vas a llegar tarde- le decía su padre mientras se abrochaba el último botón de la camisa- y que sepas que esa camiseta te hace parecer un ordinario, con lo bonito que es el polo que te han comprado Mireya y Álvaro por tu cumpleaños..

- Papá, no me voy a poner un polo el primer día de instituto- se quejaba el chico- además, que se lo compren a su hijo, yo ni siquiera los conozco.

Y era verdad, Raoul había vivido estos últimos 16 años fuera de españa, concretamente en Irlanda, donde había conseguido un muy buen trabajo y un muy bien instituto para su hijo. Pero al tener que cambiar a Damion de instituto, decidió cambiarlo de país de paso, para así poder conocer de una vez por todas a sus abuelos, tíos y primos.

Raoul rodó los ojos al oír el comentario de su hijo y se puso una americana negra que conjuntaba perfectamente con los pantalones perfectamente planchados.

- Su hijo es ya un caso perdido- se excusaba el rubio- Tú aún puedes llegar a ser algo de provecho.

- Papá, ya lo hemos hablado miles de veces- replicaba el adolescente- quiero ser cantante.

- Ah no, eso sí que no- decía el mayor alterado- no vas a volver a cantar en la calle como los vagabundos.

Y tras una larga discusión que ambos sabían que no acabaría bajaron de su dúplex hasta la calle, donde les esperaba una gran limusina, típico de su padre.

- Es que Damion no puede ser, vas como un pordiosero.

Raoul, de vez en cuando soltaba algún comentario sobre el aspecto del chico durante el trayecto, pero el menor, que ya estaba acostumbrado a todo tipo de comentarios, ignoraba cada uno de ellos añadiéndole un: "Sí, tienes razón" o un típico y conciso "Claro".

Al llegar frente a la puerta del instituto, el conductor del vehículo bajó del coche y abrió la puerta de ambos, "vaya pijada" seguía pensando Damion cuando ocurrían estas cosas, pero es que ya era su día a día.

- Cuando salgas de clases te estaremos esperando aquí mismo, iremos a casa de Álvaro y Mireya para que conozcas a toda la familia- aclaraba Raoul algo desconcentrado abrochándose el botón de la manga de la chaqueta.

Damion asentía a todo y se disponía a irse cuando su padre lo volvió a detener.

- Ah, y no te juntes con gente como esa- decía señalando a dos mujeres que gritaban unos metros a la izquierda yendo a saludar a un hombre- seguro que hay alguien con clase aquí.

- Claro, papá, me ocuparé de buscar a un príncipe, a un duque y a un conde- bromeaba el menor ahora sí girándose hacia la entrada del recinto.

- Este chico no tiene remedio..- murmuraba Raoul adentrándose de nuevo en la enorme limusina.

Las primeras horas de Damion en este nuevo mundo no eran a destacar, no había hablado con nadie, ni siquiera había intercambiado una mirada, aunque prácticamente todos le ponían los ojos encima.

A la hora del almuerzo, el chico sé adentró en el baño, y allí, entre las luces parpadeantes del fluorescente, conoció al que sería su primer amigo.

Ambos salían del baño, con la diferencia de que uno de ellos no podía abrir el grifo del agua, sí, Damion.

- ¿Te ayudo?- preguntaba un corpulento chico- ¿no eres de por aquí verdad?

Pájaros de papel | OT 2017•OT 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora