12- Quizá tenga un nuevo pasatiempo

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¿Quién se acuerda de alguien que conoció hace 2 años?

Jajajajaja pues el idiota que lleva viendo unos planos cerca de media hora sin realmente prestarles atención porque su mente está más ocupada reproduciendo las imagines de un viaje a México que terminó con un muy afortunado accidente.

Sí, Hiro Hamada llevaba casi 30 minutos viendo la misma hoja sin hacer ningún tipo de avance en su trabajo aún cuando estaba seguro de que el Hiro de 13 años ya habría terminado esos planos, los habría reproducido en masa y además ya llevar la mitad de otro proyecto pero simplemente no podía concentrarse. Miguel Rivera estaba en San Fransokyo y no sólo eso, en su universidad.

La vida era muy extraña a veces. Jamás pensó en que las palabras "Miguel" y San Fransokyo" algún día formarían una oración... Bueno, tal vez un: "Sería bueno que Miguel viniera a San Fransokyo", porque sí, él aún se acordaba de Miguel a pesar de que habían pasado 2 años desde que se conocieron.

Es esa clásica situación en la que te encuentras a alguien que no veías desde hace mucho tiempo, incluso si no te llevabas bien con esa persona sientes la necesidad de ir a ver si a cambiado físicamente, si su personalidad sigue siendo la misma o si ya no podrías reconocerlo/a  siquiera. Es mera curiosidad y por esa misma razón todos los días desde que inició clases se detiene en el punto donde podría cambiar de dirección e ir al área de música y camina lenta pero decididamente hasta llegar a su laboratorio y tirarse en una silla, porque como un buen asocial que era, no se acercaría a ese lugar ni loco. Además Miguel no iniciaba clases aún, detalle que lo hacía sentirse más tonto aún.

Hiro recordaba muy bien al moreno, las conversaciones y las veces que lo oyó cantar se reproducían repetidamente en su cabeza, ni siquiera lo consideraba una tortura personal a este punto pero sí le incomodaba no poder parar de pensar en el latino pero se lo atribuyó a la nostalgia, era el primer amigo que hacía por cuanta propia y eso para él significaba bastante.

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Oficialmente habían iniciado las clases para todo el alumnado de la universidad Ito Ishioka y ya se podía sentir la incomodidad de los estudiantes nuevos en el aire, entre los cuales tenemos a Miguel Rivera quien podría jurar que medio campus se le quedaba viendo cuando caminaba a sus clases. Y es que ningún alumno recién ingresado podía evitar sentir que los que llevaban más tiempo casi podían reconocerlos con el olfato y que los miraban como si fueran unos molestos niños perdidos en un parque.

Los primeros días de clases Miguel se dedicó a separar las materias en "Clases en las que probablemente me quedaré dormido" y "Clases interesantes", además de ir conociendo cómo eran sus profesores y compañeros.

Ya era bien sabido por muchos que era un estudiante becado, después de todo no era el único, habían otros 4 alumnos de distintas nacionalidades que también fueron elegidos y como era obvio, serían sus compañeros en la tarea de intercambio cultural entre naciones así que casi como por instinto al salir de clases se juntaron todos para conocerse.

El tener a ese nuevo grupo de amigos hacía que todo fuera más cómodo, ya que para todos era una experiencia nueva y aterradora de alguna manera, pero aún así prefirieron concentrarse en la convivencia. Todos los días contaban historias de sus respectivos países y aclaraban ciertas idealizaciones acerca de ellos que resultaban comunes; hablaban de comida, familia, tradiciones, modismos y hasta de las palabras que en cada país se utilizaba distinto.

Por ahora podía llevar su vida con calma, estudiando, practicando y caminando por los jardines, siendo lo más molesto cuando las distancias entre clase y clase eran muy grandes y tenía que correr, pero por ahora no representaba un gran problema para él y ahora, acostado en la grama sólo pensaba en cómo su vida estaba tomando un buen camino.

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Hiro miró por la ventana como la gente caminaba. Había más gente que antes, los nuevos estudiantes se habían integrado, incluso ya se había chocado con algunos que no podían encontrar sus aulas.

Normalmente un estudiante mayor guíaba a los nuevos para que no confundieran los laboratorios paro este año lo haría él, un estudiante recién graduado. Según lo que le dijeron los profesores, conocerlo le daría un "impulso positivo" y "ánimos" a los alumnos nuevos, particularmente no se sentía muy cómodo haciéndolo pero no estaba demás ayudar.

Tras la presuntuosa presentación que le hicieron y cumplir su trabajo de guía pudo volver a su laboratorio a seguir con su trabajo. Más o menos así fueron el resto de sus días, ayudando a los nuevos y trabajando, con algunas salidas amistodas de por medio pero todo muy normal, nada que fuera distinto a sus otros años en esa universidad, exceptuando el hecho de que ya no veía clases.

Podía caminar libremente por los jardines y áreas de la universidad todo el tiempo que quisiera y eso lo relajaba más de lo que imaginó, ya que normalmente sólo podía distraerse construyendo cosas pero digamos que encontró un nuevo pasatiempo.

Un día, en medio de sus caminatas decidió voltear a ver a los edificios del área artística que se encontraban un poco más alejados y sorprendente se dirigió allí sin pensarlo mucho.

Caminó lentamente por las aceras y observó todos los edificios, los alrededores eran muy hermosos a su parecer. Al poco tiempo las clases acabaron y todo lo que era un paisaje pacífico empezó a tomar otro tipo de vida, una más agitada y llena de voces. Hiro no retrocedió para su sorpresa y siguió caminando por allí, sabiendo que nadie notaría que no pertenecía a esa área.

Miró a lejos una banca un poco alejada de la gente debajo de un frondoso árbol y fue a sentarse para descanzar toda la caminata que hizo. Se sentó cómodamente en la banca y se quedó viendo a la gente pasar, detallando las cosas que llevaban para descubrir de qué área eran.

Entre el mar de gente que pasaba frente a él pudo ver una figura morena que, a pesar del puñetazo que la adolescencia le dió, alcanzó a reconocer.

—Miguel— Dijo en voz neutra mientras lo miraba pasar justo frente a él acompañado de sus amigos. Lo curioso es que en el preciso momento que pronunció su nombre éste volteó y lo miró. Hiro vio cómo sus ojos se abrían con sorpresa y sus labios pronunciaban un "Hiro" pero quizá por el pánico o por los nervios, sólo se levantó y se fue dándole la espalda, llevándose consigo la imagen de un Miguel mayor y sorprendido.

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Holaaa me disculpo muchísimo por la espera, espero poder iniciar a publicar más seguido.

Ojalá disfruten del capítulo ♥️

A través del tiempo [Hiroguel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora