4. Incredulidad

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Acatando la orden de Lena, cite de nuevo a mi estudiante. Esta vez platicamos a cerca de su presentación; le comente que en verdad  fue una maravilla el ver la maestría de sus dedos, lo suave de las notas que al contrastar con la fiereza de los tonos me hizo erizar la piel. La elogie de tal modo que pude notar como sus mejillas se sonrojaron tras esas grandes gafas negras. Me dijo que había cumplido la mayora de edad para beber, así que decidí invitarle una copa de ron. Por suerte hoy estaba de turno Joe, un antiguo amigo mío que era conocido en la universidad por suministrar alcohol a los estudiantes; yo me hacía de la vista gorda y a cambio el me daba gratis un par de botellas de un ron delcioso que el mismo elaboraba.  Entre copa y copa algo que Marina me dijo me éxito demasiado: 

-Sabe maestro, he visto la libertad en los ojos de su amante. Eso es lo que quiero sentir, quiero entregare mi cuerpo, mi alma, mi ser. Así que, por favor maestro, hágame sentir tal libertad; le entrego mi cuerpo como pago por tan magnífico regalo-me dijo mientras  tomaba mis manos

-La esclavitud es un sueño; solo un ideal, las barreras que te impiden ser libre tú mismo te las pones. Eso es lo que tú haces, te impides a ti misma el disfrutar del sexo; es por eso que solo te atreves a mirar, no quieres ir más allá-le dije mientras le daba un sorbo al vaso de Ron

-Es por eso maestro que quiero romper las barreras que me atan, quiero sentirlo cerca de mi-tomo mi mano y la bajo hasta su vagina-puede sentirlo, estoy así de mojada desde que comenzamos a platicar, no me interesa el lugar, quiero ser vista, por ese momento quiero que todos me vean-al decir esto, puede sentir la humedad que desbordaba de sus pantaletas

-Entonces mi niña- le dije mientras me llevaba la mano a la boca saboreando ese delicioso néctar- tengo algo que proponerte….

La Flecha y el CigarrilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora