Lo que más le gustaba de ella, eran sus ojos.
Ahora los odia, por que demuestra lo rota que está.
Lo vacía que quedó.
Ese mar cielo, que los caracterizaba, ahora sin un toque de luz.
Sin un toque de alma.
Se muerde el labio y prosigue bailando.
Gira, sube al tubo de fierro y hace una voltereta.
Y así sucesivamente.
Todos los días.
De su maldita y fiel vida.
Se le escapa una lágrima.
¿Cuándo acabará todo esto?