Alanna

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La adolescente estaba concentrada en sus apuntes, tenia que estudiar y pasar ese examen, pero su cabeza estaba en otro lado. Se sentía mal, no sabía cómo le diría la mala noticia que acababa de enterarse, si bien sabía que era una gran oportunidad para su padre no quería mudarse de Estado.

Acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y suspiró mordiendo la pequeña goma roja de su lápiz, era algo que hacia cuando estaba desconcentrada, todo el mundo lo sabía. Se sobresalto al oír la ventana de su cuarto abrirse con fuerza y ver como el cuerpo de Daryl Dixon entraba por allí, se acercó con rapidez a él y lo abrazo con fuerza por los hombros, el muchacho se quejó un poco y removió las manos de su chica al sentir el escozor de las heridas que traía en su espalda. Alanna lo miro con su ceño fruncido y camino hacia su espalda clavando sus ojos en aquellas marcas que traía allí, llevo una mano a su boca para evitar soltar un sollozo de tristeza y se paró frente al joven quien no podía mantenerle la mirada.

— ¿Otra vez? — susurró con dolor.

— No es nada. — respondió en un hilo de voz.

Era por demás sabido que William Dixon era un goleador abusivo con sus dos hijos, la primera vez que el pequeño Dixon se presentó en la casa de Alanna tenía sólo cinco años, era un bellísimo niño de cabellos dorados y con su carita llena de tierra pidió un poco de agua y algo para comer.

Se conocían de pequeños, jugaban con otros niños de la escuela pero con Alanna era especial, ella era la única niña en ese grupo y Daryl sentía cierto cariño por ella. Cuando Maxwell, el padre de Alanna, conoció a Will quiso golpearlo por lo estúpido que era.

El pequeño Dixon se presentó en la casa de Alanna con varias marcas en su piel y su ropa completamente sucia, los padres de la niña lo acompañaron de nuevo a su hogar y en cuanto aquel desagradable hombre abrió la puerta lo único que dijo fue; "No se hubieran preocupado por esta porquería de niño, siempre se va y vuelve cuando quiere." Y luego de darle un golpe en la cabeza para que caminé les cerró la puerta en la cara.

Luego de ese día, Daryl se presentaba día por medio o cada dos días en casa de Alanna, merendaban juntos o simplemente jugaban en el patio con los juguetes que él nunca había tenido en su corta vida. Juntos fueron creciendo y con el paso del tiempo el cariño entre ellos se fue incrementado, cuando la madre de Daryl murió Alanna se encargó de cuidar de el toda la noche y parte del día siguiente, el niño estaba destruido y no podía  dejarlo solo, limpio sus lágrimas sintiéndolas propias mientras él solo se dejaba ir en llantos ahogados de dolor.

Con el paso del tiempo las palizas se hacían cada vez más frecuentes y Dixon pasaba cada vez más tiempo en la casa de Alanna, se sentía cómodo, muchas veces imaginaba que esa era su familia y que por una vez en su vida alguien lo quería.

En su adolescencia las hormonas hicieron estragos en ambos y como los compañeros de travesuras que eras decidieron perder la virginidad uno con el otro, solo sería sexo para contraer experiencia y no quedar como idiotas con otras personas, pero la vida tenía otra cosa destinada y luego de eso nunca más pudieron estar con otras personas.

— Déjame curarte eso. — dijo la muchacha caminando hacia el baño de su habitación y rebuscando el pequeño botiquín que mantenía allí a sabiendas que Daryl vendría con algún golpe nuevo.

Preparo algunas gasas con antiséptico y con suma suavidad limpio una a una las largas heridas sobre sus omoplatos, soplaba de vez en cuando para calmar el ardor sintiendo como los músculos de Daryl se contraían cada vez que tocaba aquella zona. Le dolía el saber que aquel dulce joven tenía que pasar por todo eso, desde que su hermano se había marchado y lo dejó sólo con su padre las cosas fueron de mal en peor, Daryl venia cada vez más lastimado y ella temía que algún día pueda llegar a matarlo. El sólo sonreía y la calmaba diciéndole que su padre podría ser cualquier cosa pero no era un asesino, sus palabras nunca llegaron a borrar esos pensamientos de su cabeza pero confiaba en que si algún día las cosas se pusieran realmente feas Daryl se iría sin más.

— Nos mudaremos. — murmuró indecisa la joven sintiendo como la respiración del muchacho se cortó en ese instante.

Él giro lentamente su cabeza hacia ella y la miro con una pequeña mueca de confusión. Alanna sintió que sus ojos se humedecían y con algo de temblor en su voz continuó.

— En una semana nos iremos a Washington.

Daryl sintió que su corazón se rompía de sólo verla derramar aquellas lagrimas, tomó el rostro de la joven entre sus manos y con dulces besos repartidos en su cara dejo que las palabras se fueran olvidando poco a poco.

— Entonces pasaremos la mejor semana de nuestras vidas. — le sonrío recostando el cuerpo de la joven sobre su acolchado rosa de flores.

Y no mintió cuando dijo que pasarían la mejor semana de su vida, la había estado tratando como una reina, la llevo de paseo por el pueblo. Le compró todos los helados que la muchacha había querido con dinero que le había robado a Will y así exponiéndose a ganarse varias reprimendas muy fuertes de su parte, pero nada le importaba sabiendo que la mujer que el amaba se iría dentro de días.
Por las noches, luego de la cena, se colaba por la ventana para dormir a su lado. La hizo suya infinidades de veces susurrando al oído que nunca lo olvide, que su amor sería por siempre.

La última noche aprovecho a quedarse a cenar ya que la madre de Alanna lo había invitado, mientras la muchacha terminaba de cerrar cajas  con lágrimas en sus ojos Dixon la abrazo por atrás en el suelo y acaricio su cabello mientras dejaba que su único amor se deshaga en llantos.

Luego de la particular cena en la cual Alanna no pronunció palabra mientras sus padre charlaban sobre el nuevo trabajo tan prometedor del señor Thompson, Daryl se marchó y Alanna subió directo a su habitación esperando que en pocos minutos su amor entrara por la ventana. Y por supuesto que fue así, Dixon se coló por la pequeña ventana con agilidad conseguida por tanta práctica que había ganado con el tiempo, se acercó a ella con rapidez y la beso como nunca la había besado en su vida, era una despedida y debían vivirla como tal.
Dieron pasos torpes hacia la cama de ella sin despegar sus labios mientras Daryl desprendía los botones de la camisa de Alanna sintiendo como su piel se estremecía al sentir la suave caricia que le propinó en los hombros al dejar caer la prenda al suelo. De un suave empujón dejó caer a la muchacha a la cama mientras ella con dedos temblorosos e inexpertos desabrochaba el pantalón de él, Daryl volvió a besarla luego de sacarse la sudadera por encima de su cabeza haciendo que ella apoyará todo su cuerpo sobre la cama y haciéndose un hueco entre sus piernas solo tuvo que levantar un poco su falda y mover a un lado la ropa interior de esta para penetrarla.

Un suave gemido de éxtasis salió de entre sus carnosos labios haciendo que Dixon se ponga mucho más duro de lo que ya se encontraba. Sus estocadas eran lentas pero duras, causando que Alanna se deshaga en queridos de placer, con lentitud comenzó a dejar suaves besos sobre el cuello y hombro del muchacho sintiendo su piel estremecerse como la de ella bajo sus besos.

Pronto los gemidos se hicieron más fuertes y aunque intentaran no hacer ruido era imposible, estaban sumergidos en el placer absoluto que ambos se estaban otorgando. A sus diecisiete años, aún inexpertos en el tema sexual, esto era el éxtasis personificado para ellos.
Pronto ambos llegaron al orgasmo, primero ella y luego de algunas rápidas estocadas más; él.

Alanna recostó su cabeza en el pecho de Daryl mientras el acariciaba sus cabellos y acompasan sus respiraciones poco a poco, la muchacha dibujó círculos imaginarios sobre el estómago de Dixon e intentó ya no llorar aunque varias lágrimas traicioneras cayeron mojando el pecho de Dixon.

Los rayos del sol entrando por la ventana fue lo que los despertó, estaban en la misma posición en la cual se habían dormido, uno abrazado al otro intentando que todos esos abrazos, todos esos besos que se dieron durante la noche, calmaran las penas que en este momento sentían. Daryl se vistió con rapidez mientras Alanna lo veía desde la cama, ella simplemente se puso su pijama y acompañó al muchacho hasta la ventana dándole un dulce y cariñoso beso que se vio empañado por la despedida.

Daryl vio a lo lejos como los camiones de mudanza se llevaban los muebles y junto a ellos al amor de su vida.

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One Shots «Daryl Dixon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora