Cap.3 Mis cambios y mis demonios

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Me di cuenta ya muy tarde diría yo pues mis padres comenzaban a pelear del diario por cualquier cosa. Una tarde papá llegó enojado y le dijo a mi mamá que lo habían despedido pues según robo algo de la bodega pero era obvio que lo despidieron por qué unos meses antes le habían detectado un melanoma en la pierna izquierda, qué era maligno, pero que por fortuna extirparon a tiempo supongo que la empresa temió que mi padre cayera de nuevo y tuvieran que pagar operaciones y medicamentos; mi padre se puso a tomar pues estaba enojado, invito a sus amigos y a mi tío y después de unas cervezas en casa se fueron a otro lado. Papá llegó a media noche, mi madre le cerró la puerta y en medio de un forcejeo entro a la casa, mi hermano y yo estábamos en la sala viendo la televisión y al darnos cuenta de lo que estaba pasando nos escondimos debajo de la mesa de la cocina y escuchamos los gritos.
Mi papá golpeó a mi mamá, pero mi mamá no se dejó y como pudo lo golpeó, en ese momento conocí la impotencia pues quería no, más bien tenía ganas de golpear a mi papá pero que podía hacer nada si salía de dónde estaba escondido solo preocuparía a mi mamá. Llore, llore demasiado ese día; mi tío entro y se llevó a mi papá. Mientras mi madre lloraba en el sillón, luego le hablo a mi tía y cuando llegó la consoló.
En ese momento le tenía miedo a mi padre, el verlo de esa manera tratando de golpear a mi madre, juro que ese no era mi padre. Mire a mi hermano cual fue mi sorpresa pues el no estaba llorando pero estaba asustado se notaba en su mirada. Al siguiente día mi padre fue a recoger sus cosas y se fue, una semana sin ver a mi padre debo de admitirlo pues la casa se sentía sola sin el, esa semana sin el llore.
Mis mascotas morían por enfermedades y llore. Mi abuelo Francisco era alcohólico y me di cuenta una semana después de vivir con el lo que se me hizo algo impactante pues cuando lo visitábamos el era un abuelito normal. Y por si eso no fuera poco entre en una crisis de identidad de género, apresar de que era una niña me sentía más como un niño y eso me hizo sentir raro pues me consideraba un monstruo. Desde ahí odie no poder ser como las demás niñas e incluso trate de ser una pero no pude. Las cosas se me juntaban, la separación de mis padres, mis mascotas, mi abuelo y yo.
Once años tenía cuando en mi nueva escuela un grupo de niños me agarraron y me tocaron, niños de mi salón. Recuerdo que sacaron sus miembros y me decían de cosas. ¿Por que siempre cometo un error?, esta vez fue el decirle a las niñas que me sentía como un niño, ellas le dijeron a los niños y ellos me enseñaron que no era un niño. De nuevo en depresión, no importa lo que hiciera o dijera terminaba en problemas y no es por que fuera negativo, no, yo siempre iniciaba el día feliz pero terminaba triste.
Mientras mi hermano se la pasaba bien, para el todo era miel sobre hojuelas y para mí era lodo. Empecé a alejarme de todo, me aislé y me encerré en un mundo ya no tenía ningún tipo de esperanza; cree un mundo donde nadie podía lastimarme. En ese mundo existían hermosas criaturas y eran mis amigas hasta que mi hermano me llamo loca.
Al terminar mi primaría y alejarme de aquellos que me hicieron daño ya no tenía ninguna pisca de la niña pequeña que era cuando tenía 5 años, alegre, imperativa, efusiva y cariñosa. Esa niña se perdió en el camino pues ahora sólo quedaba la ira, impotencia, tristeza y desagrado; yo me prometí ya no confiar en nadie más, en no dejarme tocar por ningún niño y no brindar mi amistad.

Mi suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora