Había considerado la posibilidad desde que terminó la universidad. Luego de haber estudiado una carrera por obligación lo que menos quería era dedicarse a un trabajo que no le apasionaba y vivir de esa manera el resto de su vida. Habló con sus padres por teléfono porque desde que empezó a estudiar bajo sus reglas lo único que pidió fue su independencia, obtuvo regaños, gritos diciéndole que era una constante decepción. Pero él estaba harto de vivir bajo lo estipulado por alguien más, se sentía un personaje secundario de su propia vida. Finalizó la comunicación sin oír un reproche más, alistó sus pocas pertenencias que alcanzaron en dos maletas que llevó todo el camino hasta el apartamento de Steve, la única persona que consideraba una familia. Le contó lo sucedido mientras él y Natasha quien llevaba ocho meses de embarazo prestaban atención. No hubo mucho que ellos pudieran hacer ante una decisión ya tomada. Le desearon lo mejor, besaron sus mejillas y llenaron una mochila con alimentos para el viaje que llevaría a cabo. No se despidió de nadie más, dijo que de hacerlo jamás se iría, le pidió a Steve que le explique a los demás como se sentía, como odiaba vivir de esa manera y necesitaba un cambio urgente para sí mismo. Caminó hasta la estación de autobuses porque con sus ahorros es para lo que le alcanzó. Se acercó para comprar un boleto y cuando preguntó cuál es la última parada del bus y le dijeron que está a las afueras de la ciudad, a cuatro o cinco horas de viaje, él toma la siguiente gran decisión.
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Sus padres insistieron con las llamadas. Ante las constantes timbradas, James apagó el aparato que guardó en el bolsillo y que botó en la basura cuando llegó a su destino. Alquiló un pequeño apartamento, comenzó a trabajar como mesero en una cafetería a unas cuadras de casa para solventar los gastos diarios. La señora de la tercera edad dueña del local no dejaba de comentarle que con su apariencia podía conseguir más dinero como modelo. Le aseguraba que sus facciones eran dignas de una revista y su porte de las mejores pasarelas. James reía, negaba con la cabeza para contestar que se sentía a gusto en la cafetería, que prefería la comodidad y aura familiar de aquellas cuatro paredes, no obstante, cuando comenzó a necesitar más dinero de lo que podía gastar, decidió probar su suerte. Sin pensarlo pronto estuvo plasmado en la portada de una revista. Esa misma noche llamó a Steve, le relató lo sucedido. Él se quedó callado y luego soltó la terrible noticia. James colgó el teléfono con las palabras de su amigo aún haciendo eco en su mente, el aviso del fallecimiento de sus padres repitiéndose una y otra vez. Fue la primera vez que volvió a la ciudad donde creció, pero nunca pisó el vecindario donde consiguió su independencia. No quería ver a nadie conocido, solo despedirse para luego volver a las afueras de la ciudad. Steve aseguró que debía conocer al nuevo vecino, que de seguro se iban a llevar bien, pero el negó y desapareció otra vez diciéndose a sí mismo que ahora no había nada que lo traiga de regreso.
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Los años transcurrieron con normalidad. Continuó laburando en la cafetería donde se hizo amigo de la dueña que lo presentó miles de veces como su nieto modelo más guapo de la ciudad. Ella reía, escuchaba sus anécdotas con atención, le aumentó la paga sin oír las negativas de James. Lo quiso como al hijo que nunca pudo tener.
Fue ella quien le dijo que debía proteger al débil corazón que James trajo consigo una noche envuelto entre un abrigo. James era un manojo de nervios, su voz temblaba, aseguró que no sabía qué hacer, que lo único que siempre hizo a lo largo de su vida fue arruinar todo lo que tocaba y no podía dañar más al órgano. Elisa logró calmarlo, limpió lágrimas y depositó suaves besos en las mejillas del hombre que llegó a considerar un hijo suyo. James tembló otra vez llevando el corazón envuelto en tela hasta su pecho para sentir los latidos.
—Se ve tan frágil.
—¿Sabes que debes hacer?
James negó volviendo a sollozar.
—No, pero yo no... —apretó más el abrigo contra su piel—. No puedo quedarme sin realizar algo al respecto.
—Lo sé —ella sonrío. Acomodó la bufanda que llevaba James y depositó el último beso de la noche sobre la frente—. Ve a casa, sabrás que hacer al llegar.
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Se aseguró de transmitir calidez al cobijarlo entre sus brazos. Observó con detalle todas las heridas sin sanar que portaba el corazón. Quería curar cada una de ellas porque sabía que lo se sentía estar roto. El accidente de hace dos años donde perdió su brazo al caer de un tren en un viaje era motivo suficiente. Él jamás hablaba de lo sucedido, incluso a Elisa evitaba decirle como sucedió todo, pero aquella noche en la soledad de la habitación con el corazón ajeno entre sus palmas, las palabras fluyeron con naturalidad de sus labios.
—Viaje en tren, ocho de la mañana. Solo buscaba un corto descanso de fin de semana. Diez de la mañana, uno de los pasajeros intentó realizar un asalto que no dudé en frustrar. Había niños asustados y padres protegiendo a sus familias. Me dije que no tenía nada que perder y me enfrenté al desconocido. Diez con quince minutos, logró conseguir ventaja sobre mí, golpes en el cuerpo, cortes en el abdomen con el cuchillo que llevaba en las manos. Diez y media, él decidió que no había mejor manera que deshacerse de mí que lanzarme de las vías del tren. Di la última pelea donde logré arrebatarle el arma antes de caer y perder la consciencia. Día siguiente, desperté en la camilla de un hospital, intenté agarrar mis pocas pertenencias de la mesa de noche, pero al intentarlo descubrí que antes donde había un brazo ahora me recibía un muñón en el hombro. Grité alertando a médicos, enfermeras y Elisa. Una semana después, acepté mi destino, compré una prótesis con los ahorros de años y poco a poco me acostumbré a ella, aún la oculto de la mirada ajena. Renuncié a las pocas sesiones fotográficas que tenía como un modelo que recién ingresa a la industria —miró la hora mostrada en el reloj en la pared—. Sábado, once en punto de la noche, encontré un corazón, se ve dañado, porta heridas que sangran en cuanto las toco. Me recuerda a mí porque sigue latiendo a pesar de encontrarse destrozado. Once y dos minutos, he decidido cuidarlo y sanarlo.
James cumplió su palabra. Llenó espacios vacíos con amor proveniente de su propio corazón, esto le provocó corrientes de dolores y notables cicatrices. No le importó, así como tampoco pensó que, al concluir su ardua tarea, el corazón lo llevaría de regreso a la ciudad de la cual escapó en primer lugar.
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Serendipia |WinterIron|
FanfictionSerendipia: Descubrimiento o hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental cuando se busca algo distinto.