Capítulo 3

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298 HORAS, 05 MINUTOS.

- Ese camión,- dijo Sam, señalándolo- Otro choque. Un camión FedEx había arado por un seto y había cortado de golpe un árbol de olmo en la yarda delantera de alguien. El motor funcionaba vagamente.

Ellos corrieron hacia dos niños, uno de cuarto grado y su hermana pequeña, jugando un juego indiferente de coger en truco en su jardín delantero

- Nuestra mamá no está en casa,- dijo el mayor- Se suponía que tenía que ir a mi clase de piano esta tarde. Pero yo no sé cómo llegar allá.

- Y yo tengo clases de tap. Íbamos a conseguir nuestros trajes para el recital,- dijo la menor- Yo voy a ser la mariquita.

- ¿Tú sabes cómo llegar a la plaza? ¿Tú sabes, como andar en la ciudad?- Dijo Sam.

- Yo creo.

- Tú deberías ir allí.

- Se supone que yo no debo salir de casa,- la más pequeña dijo.

- Nuestra abuela vive en Laguna Beach,- dijo el de cuarto grado- Ella puede venir con nosotros. Pero no podemos llamarla por teléfono. El teléfono no funciona.

- Lo sé. Tal vez vallan a esperar abajo en la plaza, ¿está bien?- cuando el niño miró fijamente a él, Sam dijo, - Hey, no te disgustes tanto, ¿Okay? ¿Tienes algunas galletas o helado en la casa?-

- Eso creo.

- Bueno, allí no hay nadie diciéndote que no te comas una galleta, ¿o sí? Tu gente aparecerá pronto, pienso. Pero por el momento come una galleta, y luego baja a la plaza.

- ¿Esa es tú solución? ¿Tener una galleta?- Astrid preguntó.

- No, mi solución es correr hasta la playa y escondernos hasta que todo esto termine,- dijo Sam- Pero una galleta nunca hace daño.

Ellos siguieron moviéndose, Sam y Quinn y Astrid. La casa de Sam estaba al este del centro de la ciudad. Él y su mamá compartían una pequeña, apretada de mirar cada de un ambiente con un diminuto, patio trasero cercado y una no verdadera yarda delantera, solamente acera. La madre de Sam no ganaba mucho dinero trabajando como una enfermera nocturna en la coates Academy. El padre de Sam estaba fuera de este cuadro, siempre lo había estado. Él era un misterio en la vida de Sam. Y el año pasado su padrastro se había largado, también.

- Esto eso,- dijo Sam- Nosotros no creemos en lucirse mostrando una gran casa y todo.

- Bueno, tú vives cerca de la ciudad. Dijo Astrid, señalando la única ventaja de esta casa o de esta vecindad.

- Si. A dos minutos caminando. Menos si cortara por el patio de la casa donde la pandilla de motoristas viven.

- ¿Pandilla de motoristas?- dijo Astrid.

- No toda la pandilla, realmente, solamente Killer y su novia cómplice. Astrid frunció el seño, y Sam dijo, - Perdón. Mala broma. Este no es un buen vecindario.

Ahora que él estaba aquí, Sam no quería entrar. Su madre no estaría ahí. Y había algo en su casa que tal vez Quinn, y especialmente Astrid, no deberían ver.

Les mostró el camino por los tres de cara al sol, de madera pintados de color gris escalones que crujían cuando tú dabas un paso sobre ellos. El porche era estrecho, y un par de meses atrás alguien había robado la mecedora que su mamá había puesto ahí entonces ella podría sentarse y mecerse en la tarde antes de que ella se fuera al trabajo. Ahora ellos tenían que alargar sillas de la cocina.

Olvidados - Michael GrantWhere stories live. Discover now