Capítulo 2

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América se retiró la fina sábana blanca de tacto áspero de encima y bajó las piernas de la cama doble de su hermano, procurando no hacer ruido. Una vez arriba, buscó una goma del pelo en su muñeca y se ató los desordenados rizos rubios en una trenza y mientras tanto observó a su hermano dormir. Abrazaba a la almohada como si fuese una persona y su cara parecía asombrosamente fresca bajo la pálida luz blanca que entraba por la ventana e iluminaba la habitación con una tonalidad grisácea que América estaba segura de que daba a su propio rostro una apariencia enferma. Se acercó hasta la silla donde había dejado sus pantalones la noche anterior y se quitó los pantalones de deporte de Luke, poniéndose justo después los suyos propios. Abrió la puerta y salió al silencioso pasillo, que estaba a oscuras exceptuando la luz que se colaba por la puerta de la cocina e iluminaba una de las esquinas. Atravesó el pasillo y llegó hasta la puerta del fondo. Tiró hacia abajo de la camiseta que le había prestado Luke y se metió un rebelde mechón de pelo tras la oreja derecha. Inspiró y expiró varias veces y tiró hacia abajo de la manija de la puerta. Abrió la puerta y observó la habitación. Grande, con las paredes pintadas de blanco, un armario que ocupaba una pared entera de color negro, una cómoda del mismo color, una mesita de noche también negra y una cama. Calum estaba sentado en la cama abrazándose las piernas, con la mirada completamente ausente mientras miraba por la ventana. El cobertor blanco le tapaba los pies hasta los tobillos y la habitación estaba mediocremente iluminada con la horrorosa luz blanquecina proveniente de la luz del amanecer. Vestía lo que parecía un pijama de cuadros grises y tenía grandes ojeras debajo de los ojos. América entreabrió los labios y entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de si misma.

- ¿Calum?- Preguntó, en voz baja.

Calum dejó de mirar por la ventana y sus ojos tardaron unos segundos en enfocar a América. Al verla, ni brillaron, ni cambiaron por una milésima de segundo su expresión triste, pero sobre todo vacía.

- Calum, ¿estás bien?- Mare se acercó a la cama y se sentó en la esquina, dejando que él siguiera abrazándose a sí mismo.

Él no contestó. El cobertor se deslizó hacia abajo medio cayendo al suelo y subió uno de los pies al otro. Juntó más las rodillas a su pecho y puso la barbilla sobre una de ellas. Uno de sus dedos jugueteaba con unos hilos salidos de los puños de su camiseta blanca y su otra mano estaba ligeramente apretada en un puño. Mare alargó su mano izquierda hacia él y la posó sobre el cobertor, a medio camino.

- Calum, ¿qué te pasa?- Volvió a intentarlo, todos sus gestos estaban impregnados con preocupación.

Tampoco contestó. O al menos, no directamente. Escondió la cara en las rodillas y el pelo negro le cayó sobre el rostro, escondiéndolo de la azul mirada de América. Ella entrelazó los dedos de su mano derecha con los de su izquierda y esperó pacientemente.

Bastantes minutos más tarde, finalmente, Calum levantó la cabeza. Tenía los ojos hinchados y rojos, como los labios, y las mejillas tenían rastros húmedos. Las pestañas estaban pegadas unas con otras con lágrimas que las hacían brillar, y América reprimió un suspiro. Dolía verle así. Dolía verle tan triste. Tan mal y tan roto. Tan destrozado.

Calum entreabrió los labios y después los cerró. Una de sus manos limpió los rastros de las lágrimas de su mejilla derecha y la otra juntó por completo sus rodillas con su pecho.

- Ma- Mare, ¿quieres ir a dar un paseo?- Calum tuvo que carraspear y repetir la primera sílaba unas cuantas veces, pero finalmente consiguió pronunciar la frase correctamente.

América asintió mientras que sus dedos apretaban el cobertor hasta conseguir estamparse el diseño en las yemas de los dedos.

- Sí. Claro. ¿Necesitas algo?- Preguntó poniéndose más derecha en la cama.

StarlightWhere stories live. Discover now