Capítulo 3

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Calum condujo de vuelta a casa del mismo modo que se fueron de casa; doblando el límite de velocidad. América apoyó la cabeza en el cristal y suspiró, dejando que el vaho impregnara el cristal. Se sentía muy mal consigo misma. Venga ya, ¡si ni siquiera habia conseguido que Calum soltara palabra alguna en todo el viaje! Suspiró y dibujó con la punta del dedo índice una flor en el vaho que había dejado en el cristal. Unos segundos más tarde, la flor había desaparecido.

América se sentó derecha de nuevo en el asiento y le lanzó una mirada furtiva a su conductor. La linea de la mandíbula se mantenía fuerte, pero hubo un momento en el que tembló violentamente y Mare vio sus ojos brillar durante unas milésimas de segundo, hasta que parpadeó y las pestañas se llevaron las lágrimas. Ella volvió a concentrarse en la carretera, y en el pequeño espacio que quedaba hasta llegar al apartamento. Le echó un vistazo al reloj y no pudo evitar suspirar de alivio. Apenas habían pasado 3 minutos de las 11 de la mañana, y Luke, Michael y Ashton probablemente seguirían durmiendo. Calum fue el que lanzó la segunda mirada. América tenía la cara que siempre tenía cuando pensaba que había hecho algo mal, y añadido a eso, se retorcía las manos. Probablemente no se daba cuenta, pero entre la expresión y las manos, todo apuntaba a que era por Calum. Él frunció el ceño y apretó el freno cuando finalmente entró en su plaza de aparcamiento. Salió del coche, lo rodeó y abrió la puerta de la pequeña chica rubia.

- Vamos, Mare.

América asintió muy levemente y salió del coche. Buscó la mano de Calum hasta encontrarla fría y cerrada en un puño y dejó caer la suya a un lado. Mejor no. Mejor no.

Entraron al apartamento unos cuantos minutos más tarde. Ashton seguía agarrado a la pata de la mesa y por su barbilla fluía un río de saliva. Calum pasó impasible por su lado y América pisó con cuidado en donde no había partes del cuerpo de Ashton. El pasillo estaba a oscuras y en silencio y América posó los dedos en la puerta de la habitación de Luke  para empujarla y abrirla, pero un tirón que la hizo retroceder no la dejó. Calum la miraba con los ojos muy abiertos, y muy brillantes. Y nada podían hacer las pestañas en aquel momento.

- Quédate conmigo, Mare.- Susurró, medio frunciendo el ceño. América se retorció, pensativa.

- ¿Qué? ¿Por qué?

Calum cruzó el pasillo hasta llegar a su puerta, tirando de América detrás suya y volvió a girarse.

- Que te quedes conmigo. Cuéntame un cuento. Algo. Algo que consiga que no tenga pesadillas.

América sintió el impulso de gritarle que le dijera la causa de esas pesadillas, pero el reflejo, brillante y nítido como un espejo, que le proporcionaban los ojos de Calum le dijo que no era momento ni lugar para esa pregunta.

- Soy muy mala contando cuentos. No tengo imaginación.

Calum negó con la cabeza, haciendo que su pelo se moviese de un lado a otro.

- No, estoy seguro de que no.

Calum empujó la puerta con la espalda y la habitación, ahora iluminada por el sol de media mañana, le devolvió un reflejo. Se volvió hacia la persiana y la bajó hasta que por las finas rendijas del final solo se filtraba una mediocre luz amarillenta, lo más parecido a la luz de ese amanecer que había podido sacar. Se dio la vuelta y apartó el edredón de la cama, para meterse dentro.

América se acercó dando pasitos cortos y silenciosos. Una de las esquinas de la cama, sin edredón, mostrando un perfecto cuadrado del azul oscuro de las sábanas, era su destino para sentarse y sacar una historia de su cabeza. Se sentó con las rodillas juntas y puso las manos sobre estas.

- Bien, bien... Una historia, ¿no?- Calum asintió. La imagen habría sido graciosa, cómica incluso. Él, alto, grande y fuerte, tapado con un edredon blanco de flores hasta la nariz, esperando a que ella, delgada y bajita, le contase un cuento para dormir. - Una historia, sí, por qué no, por qué no una canción.

América relataba en susurros mientras esperaba a que la inspiración llegara. Quizás esperaba a que la inspiración le llegase en una nube violeta, pero si esperaba eso, nunca llegó. De modo que ella tuvo que exprimir su cerebro para que una historia tomase forma.

- Mmm, de acuerdo...- América retorció las manos sobre su regazo y miró hacia el armario.- Érase una vez... Una niña, no, una princesa que se llamaba, mm... Eh, Clive. Clive. Clive era pequeña, caprichosa y mandona y por eso todos sus, eh, criados, la odiaban. Un día, Clive salió a dar un paseo por los alrededores de su, ¿reino? Y entonces llegó a un lago que había en el, esto, límite. Se arrodilló en la orilla y llenó sus manos de agua para lavarse la cara. Cuando se echó el agua en la cara, pues... Pues... Pues vio en el centro del lago un... Un vestido... No, una tiara. Una tiara muy bonita que, eh, le gustó mucho. Entonces rompió el bajo de su vestido e intentó enganchar la tiara, pero no lo consiguió. Entonces se lanzó de cabeza al, mm, lago y... Al acercarse a la tiara, la tiara se iba hundiendo. Y Clive, encaprichada de esa tiara, se hundió en el lago. Se hundió tanto que le empezó a faltar el aire pero ella no quería salir. Y se empezó a ahogar. Y... Uno de sus criados que pasaba por allí, pues... La vio y se lanzó al lago rescatando a... ¿Cómo era? Ah, Clive. Cuando la sacó, Clive sujetaba en la mano la tiara, y el criado se la quitó. Clive empezó a patalear y a llorar diciendo que se lo diría a sus padres, pero el criado le dijo que si prometía ser una buena princesa le devolvería la tiara. Y Clive se lo prometió y a partir de ese momento se convirtió en la mejor princesa del mundo.

La habitación se quedó en silencio y América se mordió el interior de la boca. ¿Y si Calum se había dormido y así no había escuchado la pobre historia de América?

Una carcajada rompió el silencio, y la carcajada dio paso a la risa histérica de Calum. La sangre no tardó en subir a las mejillas de América y bajó la mirada a su regazo, incapaz de mirarlo.

- ¡Esa... Esa es la peor historia que he escuchado en mi vida, América Hemmings!- Exclamó entre risas Calum. América no contestó, se quedó en silencio con una diminuta sonrisa en el rostro y las mejillas sonrojadas.

La risa de Calum tardó varios minutos en extinguirse del todo, y durante todo ese tiempo, América permaneció con la sonrisa y el sonrojo en la cara. Cuando al fin se calmó, la habitación volvió a quedarse en silencio.

- América.- Llamó Calum en un susurro. América levantó la cabeza y se giró hacia Calum, que se había echado hacia un lado de la cama, dejando un hueco a su lado.- Ven aquí.

América se quitó los calcetines, dejándolos en el suelo y trepó a la cama, dejándose caer al lado de Calum. América posó su mejilla contra el pecho de Calum, y él pasó un brazo por sus hombros y la acercó a él. Siguieron en silencio durante unos segundos y después Calum le contó en susurros a América la historia más increíble que el mundo jamás había escuchado.

StarlightWhere stories live. Discover now