Capítulo 5

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Por primera vez desde que América había pisado el coche de Calum, este condujo a una velocidad normal. Adecuada, respetando todas las normas de seguridad, y todos los límites de velocidad, América estaba asombrada. Realmente había pensado que a Calum le habían dado el permiso de conducir como regalo, por ser simpático o algo así, pero no. Calum se había ganado su permiso.

Calum entró con el coche por un camino de tierra batida que América conocía demasiado bien. Incluso si cerraba los ojos, América sabía que un poco más adelante a la izquierda había una piedra que se cubría de musgo en invierno, y que el hueco que había en el camino lo había hecho un conejo. América no estaba sorprendida de que Calum supiese de la existencia de aquel parque, ya que habían pasado incontables tardes allí de pequeños, pero sí de que lo recordase. Últimamente, parecía que Calum olvidaba todo. Parecía que todos los recuerdos agradables se habían borrado de su cabeza, dejando uno demasiado triste. Uno que no merecía atormentar a Calum. Porque para América, Calum no merecía nada malo. Porque él era todo lo bueno.

Calum aparcó el coche en el aparcamiento del parque de la ciudad y no miró a América mientras los dos salían del coche. La suave brisa otoñal que pasaba entre las hojas de los árboles no era ni caliente ni fría, pero tenía una temperatura agradable. Calum sacó una toalla del asiento trasero y miró a América con una sonrisa.

- No hay picnic. Lo siento.

América le devolvió la sonrisa, pero estaba demasiado ocupada mirando al horizonte y pensando en las palabras de Luke. Eres buena, había dicho. No presionas. Negó con la cabeza y se dio la vuelta. Calum ya estaba bajando las escaleras de piedra que llevaban al parque. Y aunque no se sentía completamente conforme con la afirmación de Luke, y tampoco con que era buena, rodeó el coche y le siguió.

* * *

- ¿Cómo es estar enamorado, Calum? - Preguntó América sacudiendo las piernas.

Estaban tumbados en el césped del parque, lo suficiente lejos del restaurante como para que su olor a comida rápida no les molestase.

Calum se quedó helado. Nunca había contado con que alguien le preguntase eso, mucho menos América. Calum se puso derecho y se sentó, pensando en la respuesta. Para él, estar enamorado era simplemente tener alguien que causase algo distinto en él.

Pero entonces pensó en ella. Al verla, sus ojos se habían sentido distintos, como cuando pasas de un paisaje feo a uno bello. Sonreír había sido tarea fácil, porque ella le daba la seguridad como para pensar que todo sería un cuento de hadas. Cuando la conoció, se sintió como si estuviese tratando de conseguir algo que había perdido mucho tiempo atrás. Ahora, solo sentía que todo en él estaba perdido. Que su cuerpo solo podía moverse cuando pensaba en la falsa promesa de que ella volvería. Que sus ojos no brillarían de felicidad a menos que volviese a verla. Que no había esperanza para él en aquel mundo. Que no había nadie como ella y que pensar en una respuesta para la pregunta de América sería asumir que había un futuro para él, y él aún no estaba seguro de que aquello fuera verdad.

Pensó en una manera de evitar aquella pregunta.

Pensó en mentir.

Pero entonces, al alzar la mirada, con la seguridad de un halcón antes de cazar a su presa, se encontró con los ojos de América. Sintió que su seguridad se esfumaba rápidamente frente a sus ojos azules. Y entonces se sintió avergonzado de haber pensado siquiera en mentirle. América era como un ser de luz, alguien que parecía amar a cada una de las cosas existentes solo por el simple hecho de que existieran. América era la promesa de que el día siguiente sería mejor, de que el mundo sería luminoso por un día. De que a lo mejor todo no se había acabado para él. Que a lo mejor quedaba algo de felicidad escondida en algún rincón.

Y entonces sintió la urgente necesidad de contar todo, de salir de su agujero y enfrentarse a la realidad. De dejar de sentirse mal solo porque pensase que se lo merecía por haberla dejado ir. Y aunque no sabía cómo hacerlo, sí que sabía como empezar. Y empezar era responder a la pregunta, a aquella pregunta tan simple y a la vez tan complicada.

- Estar enamorado es... Como intentar resolver un crucigrama. Y... Y darse cuenta de que no hay una respuesta correcta.

StarlightWhere stories live. Discover now