América se tomó su tiempo para responder. Por la respuesta que le había dado Calum, tenía la sospecha de que se iba acercando al punto clave de su tristeza, pero no sabía como preguntarle por eso. No se puede ir abordando a la gente preguntando "¿Por qué no duermes por las noches?". Simplemente no.
Por eso se quedó callada. Intentó mirar a Calum, esperando sacar una idea, pero notaba el peso de sus ojos marrones mirándola, y eso la ponía nerviosa. Así que terminó mirando al suelo, dibujando formas con los dedos, esperando dar con la pregunta adecuada.
Mientras América pensaba en cómo abordar el siguiente tema, Calum se encontró a si mismo observándola con cuidado, como si su simple mirada iba a hacer que ella se descascarillase, como uno de los valiosos huevos que su madre tenía en casa.
América tenía la piel pálida y con más cicatrices que cualquier persona que Calum hubiese visto. De pequeña, América era el tipo de niña que no podía estar quieta y pisaba donde no tenía que hacerlo. Desde la distancia, Calum pudo ver la marca blanca en el antebrazo que se había hecho al resbalar de la cubierta decía piscina donde pasaban los veranos. Más tarde, en el hospital, mientras le cosían la herida, América le había dado la otra mano a Calum y había pasado todo ese rato mirándole con sus grandes ojos azules, que no reflejaban nada de dolor, como si no sintiese los puntos que le estaban dando.
Esa era otra. Sus ojos. De un color azul tan claro que él casi podía ver a través de ellos, como un cristal. Iguales a los de Luke, pero también diferentes. Porque Luke estaba siempre concentrado, sus ojos mirando a un punto fijo. Los ojos de América bailaban, incluso ahora, Calum podía oírla tararear, y estaba seguro de que sus ojos bailaban al ritmo.
Su pelo le caía desordenado por delante de la cara, y Calum sintió la necesidad de apartarle ese mechón. Y junto a la necesidad, un tirón bajo las costillas. El familiar tirón que le daba cuando pasaba mucho tiempo mirando a una chica guapa. Se aclaró la garganta y se puso en pie, sacudiéndose todas las sensaciones de encima.
- Mare. Vamos... Vámonos a casa.
América levanto la cara y luego se puso en pie tambaleándose.
Fue justo mientras andaban hacia el coche cuando a América se le ocurrió una pregunta para Calum. Sin detenerse a pensar en si aquello le afectaria, Mare subió la mirada hasta el borde inferior de las pestañas de Calum y entrecerró los ojos.
- ¿Has... Ya sabes, estado enamorado alguna vez?
A Calum, la pregunta le encontró desprevenido. Quizás, si no hubiese bajado la guardia en aquel momento, podría haberse retractado de su decisión de contarle todo a América y hubiese podido responder con uno de los comentarios cortantes a los que sus amigos habían tenido que acostumbrarse. Pero la había bajado, y después de suspirar, asintió.
- Sí. Una vez.
América alzó las cejas. Le sorprendía y a la vez no lo hacía. Se sorprendió porque nunca había pensado aquello, y a la vez sabía por qué alguien como Calum se enamoraría: él podría parecer fuerte, uno de esos chicos altos y fuertes sin sentimientos, pero América le conocía. Él era una especie de gato dentro de un león. Siempre había sido alguien que veía lo mejor de las personas. Y, suponía América, al conocer a alguien que tenía muchas cosas buenas, se habría enamorado de ella al instante.
- ¿Y qué pasó?
Calum se volvió para mirarla. Su cara estaba inexpresiva, en una especie de mueca, pero sus ojos eran cautelosos. Como si estuviese calculando lo que diría y el rango de daño que alcanzarían. América no entendía porque ella iba a necesitar un determinado rango de daño. Como si a ella le daban el peor rango, a ella le daba igual. Solo quería saberlo.
Lo que ella no entendía era que el rango era para él. Porque cuando cuentas tus pesadillas, estas se vuelven más reales.
- No fue bien. Solo eso.- Calum apartó la mirada de ella y miró hacia otro lado, hacia donde las copas de los árboles se fundían con el cielo.
América sabía que él le ocultaba algo. Pero no fue por eso, sino siguiendo un impulso, por lo que se acercó a el y le pasó los brazos por detrás de su espalda, abrazándole.
Y no era por la culpa que sentía Calum de haberle ocultado algo a América, sino por la seguridad que sentía a su lado, que no sentía cerca de nadie más, por lo que acercó su boca al oído de la chica y le contó, entre susurros, todo.
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Starlight
FanfictionCalum no está bien del todo, pero puede que América sea la medicina que él necesita.