El corazón del hombre (final)

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El día siguiente, después del examen, todas mis amigas se reunieron en el patio a conversar. También vino Rafael, que aunque no pertenece oficialmente al grupo es miembro honorario. Llamé a Miluska a un lado y sin más rodeos le pregunté sobre Néstor.

–¡Ah, no! Bueno, ahorita salimos a la cafetería de la rotonda. Ayer acordamos que lo mejor era decírtelo entre todas.

La di la espalda de pura indignación y fui hacia donde estaba Mirella:

–¿Puedes decirme qué está sucediendo?

–¡Claro!... Al rato vamos por ahí a tomar un café... –y puso cara de circunstancias.

¿A quién se le ocurrió semejante idea? Darme una noticia tan delicada en medio de un auditorio, aunque reducido, de gente y encima hacerme esperar mientras conversaban con Rafael, me pareció el colmo de la desconsideración. Seguro que se le ocurrió a Miluska, siempre había estado yendo a "La Rampa" para ver si mi carta ya había sido entregada, y ahora que había ocurrido algo malo quería que todos vieran mi rostro de tristeza, quería hacerme pasar un mal momento sin duda. Abatida, fui corriendo al segundo piso: necesitaba echarme un poco de agua al rostro. Cuando salí del baño, encontré afuera a Candy, pagando un libro en el puestito de copias. Recuerdo haber sonreído; ella no se negaría. Pero luego me di cuenta de que las otras chicas la habían mandado ir detrás de mí.

–No sé, las chicas quieren hablar contigo en grupo...

–¡Pero, entiéndeme!, ¡debo saber qué ha pasado!

Ella, indecisa, se mordió los labios:

–Todo el salón ya sabe...

–¿... que le escribí a Néstor?

–No, que recibió una carta.

Recuperé algo de mi serenidad:

–¿Y cómo sucedió?

Iba a responder y sonó su celular:

–Sí. Está aquí, conmigo. En un ratito vamos.

–Eran las chicas. Pensaban que te habías escapado.

Bajamos al patio y enseguida salimos de la facultad. Era un desfile bastante extraño, pues mientras yo me consumía por dentro, ellas iban discutiendo dónde harían escala para tomar café: si en la rotonda o en la panadería. Entonces me paré en seco:

–Oigan, no se lo tomen a mal, pero preferiría hablar solo con una de ustedes.

Por supuesto, no se lo esperaban y Miluska intervino, sonriendo como una hiena:

–Yo he escuchado tantas versiones que ya no sé cuál es cierta.

Y Candy, a su vez:

–No queremos enterarnos de tu vida ni de tus problemas. Nuestra intención era apoyarte.

–Desde luego, pero una nada más... si no les importa.

Hubo un silencio de playa desierta. Y Miluska dijo, impaciente:

–Entonces que vaya Candy. Ella vino con la noticia.

Candy me miró con una mezcla de cansancio y enojo. Le sonreí como buenamente pude:

–¿Vamos a las banquitas?

Ella tomó asiento y yo permanecí de pie, viendo cómo las chicas tomaban café con leche en la rotonda.

–Ayer teníamos examen de Literatura Quechua y Néstor se quedó en el salón esperando al profesor, mientras Karina, Jeanet y yo nos fuimos al 4A para seguir repasando. Y allí estábamos, cuando vino Ricardo: "¡Chisme!, ¡chisme!... Alguien le ha mandado una carta a Néstor. No sabemos quién es pero tiene una letra graciosísima." Como ya me habías comentado algo, después del examen hablé con las chicas, y ellas decidieron contártelo ahora.

Después de todo, me vi obligada a darle una explicación:

–Sí, le envié un poema. Escogí unos versos del libro de Benedetti que me prestaste, ¿recuerdas?... Nunca pensé que lo leerían sus amigos.

Terminé esa tarde en la rotonda, bebiendo café y comiendo enrollados de jamón y queso. Me sentía decepcionada y a la vez tranquila por haber superado tamaña historieta. No obstante, por la noche antes de dormir, se me ocurrió dilucidar algunos puntos oscuros y llamé a Miluska.

–Conversé con Ricardo. Ayer entró al salón a felicitar a Karina por aprobar Teoría Literaria, y se acordó que Candy iba a repetir el curso. Entonces contó lo de Néstor para opacar lo anterior.

–Un momento. ¿Le dijiste que yo escribí la carta?

–¡No!, al rato vio triste a nuestro grupo y como solo faltabas tú...

Sí, cómo no. De todos modos, ya no importaba:

–¿Y Néstor?

–Estaba afuera de la biblioteca con Thor. Tenía un papel doblado en la mano y le escuché decir: "¿Quién pudo habérmelo escrito?" y Thor le respondió: "Eso te pasa por ser tan coqueto".

Se me escapó la risa.

–Lo vi rooojo, ¡recontra palteado! (5)

Necesitaba más detalles y me jugué mi última carta:

–¿Aló, Ricardo?

–¡Evelyn!, ¿... hablaste con Miluska?

–Sí.

–¿Y ya te contó cómo la cagué?

–Ajá.

–Oye, mil disculpas. Yo solo fui a abrazar a Karina y metí lo del anónimo para calmar el ambiente.

–Ya lo sé, no te preocupes. Pero dime, ¿cómo empezó todo?

–Me había reunido con los amigos de Thor y estábamos en plena charla, cuando Erick Ramos entró al salón: "Néstor, hay una carta para ti en La Rampa". Todos pararon la oreja y él salió enseguida en busca del recado. Ya de vuelta, comenzó a leerlo en silencio, y como notó que la curiosidad nos devoraba, aclaró: "Es un poema". Thor se lo pidió y leyó en voz alta el poema de Benedetti: "Es tan poco lo que conozco de ti...", y como Néstor es tan flaco, comenzó a vacilarlo: "Es tan poca carne, tan poco cuerpo..." Y todos nos matamos de la risa.

–No le dirías que la escribí yo, ¿no?

–No, jamás he tocado el tema con él.

Quizás, a pesar de todo, Ricardo le sugirió que dejara de molestarme y por eso luego Néstor ya no se atrevía a acercarse a mí. Como fuera, ni siquiera la carta logró cambiar nuestra situación. Se la escribí el martes seis de diciembre y no la recibió sino hasta el trece; no faltaba nada para las vacaciones. El miércoles no dimos examen juntos, el jueves no había clases. El viernes, luego de enterarme que Miluska le había dicho al profesor Manuel Larrú que yo no había hecho nada en el trabajo del Taller Editorial, lo cual era falso, me di con la sorpresa de que el profesor me había hecho reprobar el curso. Todo gracias a mi querida "amiga". Poco después asistí a la presentación en el auditorio de la facultad de la revista Tinta Expresa del Taller Editorial. Allí me enteré que Néstor escribió un artículo sobre la poesía de Jaime Sabines y decidí comprar un ejemplar a la salida. Me costó trabajo ubicar a Néstor porque se sentó en la primera fila, cerca de los invitados; él también consiguió verme. Entonces el comité editorial de la revista le agradeció por apoyarlos en cada una de las sesiones y, aun así, él no esperó el brindis final y se alejó a grandes zancadas, como si quisiera huir de algo.

En ese momento, una amiga me pasó la revista y sonreí al encontrar su artículo: "Una poética desolladora". Luego, al llegar a casa, subrayé uno de los párrafos: "He mirado a estas horas muchas cosas sobre la tierra y solo me ha dolido el corazón del hombre. Sueña y no descansa. No tiene casa sobre el mundo. Es solo. Se apoya en Dios o cae sobre la muerte, pero no descansa. El corazón del hombre sueña y anda solo en la tierra a lo largo de los días, perpetuamente. Es una mala jugada." Faltaba muy poco para las vacaciones.


(5) Palteado: Avergonzado. 

Ola de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora