Capítulo 3

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El resto del día Peeta y yo nos quedamos en casa, un día algo aburrido (a pesar de ser mi cumpleaños), viendo televisión, preparando comida...

Estamos cuidando el jardín, cuando Peeta se da cuenta del collar que tengo puesto.

-¿Qué es eso?- pregunta a la defensiva.

- Es el regalo de Gale- digo retraídamente.

-¿Él te ha regalado un dije de corazón?- dice decepcionado, mirando hacia abajo, a un agujero que ha cavado con la pala, como si ahí encontrase la respuesta.

-Sí.

No sé si decirle lo que tiene dentro, o inventar algo, el motivo por el que me lo dio. Decido hablarle la verdad, porque tarde o temprano se daría cuenta.

Lo abro y le enseño las fotos, él voltea el dije y ve que dice la palabra ‘‘Siempre’’, me mira confundido y  me dice:

-Al parecer cree que hay algo entre dice nosotros dos…- parece consternarse, hay una gran pausa, para terminar su frase diciendo  –cuando no lo hay.

Claro, Peeta y yo solo somos amigos.

 Ninguno menciona acerca de lo que me dijo en el estudio.

Al atardecer, Peeta y yo subimos a mi cuarto y miramos por la ventana, él me rodea los hombros con su brazo, dejándome saber que siempre estará ahí.

Más tarde el baja las escaleras y se dirige a la puerta, me acerco a ver a donde va, pero  veo que en vez de irse, abre la puerta a unas cuantas personas.

-¡Hey feliz cumpleaños Katniss!- dicen algunos. Los reconozco, esos ojos grises, piel aceitunada, estatura mediana, son mis conocidos de la Veta.

Me alegro de que hayan regresado, algunos de ellos siguen viviendo ahí, pero ahora las casas han sido reconstruidas y de ser estructuras a punto de caerse, llenas de hollín de carbón, pasaron a ser unas viviendas pequeñas, pero ahora más fuertes, por dentro también han cambiado completamente, estas personas lo tienen todo y no les volverá a faltar nada, unos cuantos ahora trabajan en el sembradío, tienen paga justa y no trabajan excesivamente, como en las minas.

El distrito 12, donde podías morirte de hambre sin poner en peligro tu seguridad, se volvió un verdadero hogar para ellos.

Los miro a cada uno, y registro una cara, conocida, que obviamente no es de la Veta; pelo castaño rojizo, ojos grises brillantes, cara astuta. Johanna Mason.

Peeta los hace pasar a todos y voy hacia Johanna para saludarla.

-¡Hey Joanna!- digo sonriente aunque sé que aún me odia. Ella bromea.

-¿Qué tal Katniss, has perdido un poco de peso?

De hecho, mis costillas, mis codos, rodillas y la clavícula son muy notables en mi piel.

-  Sí, ¿te parece que me veo sexy?- Dejo escapar una carcajada, ella ríe también. – Y que me dices tú, ¿te has bañado?

-Sí , descerebrada, pero ¿qué pasa contigo ‘‘Sinsajo’’, acaso te han quitado las plumas?

-No bastaron con eso, ¡mírame!- le muestro las cicatrices en mi piel-¡ me han cocinado!- Las nos dos echamos a reír a carcajadas.

 Lo bueno entre ella y yo, es que sabemos remedar nuestras desgracias.   

Peeta saca el pastel de la nevera y le sirve a los asistentes, me ofrece a mí pero no quiero, de esta manera los demás disfrutan el pedacito de atardecer que me había regalado.

Katniss y Peeta: El Fin de La Revolución. SuspendidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora