Cruce del guardián

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lynch. (AU) - "Cruce del guardián"


              Apreciaba la madrugada, con la luna llena rodeada de nubes acoplándose alrededor los cuerpos celestes. Dentro de la capucha de su capa oscura cubriéndole los cabellos oscuros y el rostro, Reo en la terraza de uno de los edificios de Shibuya —el tráfico reducido y menor circulación de personas pese al horario— vigilaba atento a cualquier amenaza y con su espada en mano. Hace rato sentí a un demonio, ¿ahora a quién piensa atacar?, pensó poniéndose molesto ante la presencia de la entidad. Al descender su vista hacia la calle, vio pasear por la vereda a un chico de cabello oscuro y largo con leves reflejos castaños, vestido de una campera de algodón negra, jeans azules, zapatillas deportivas también negras y un parche sobre su ojo derecho. Percibió algo raro en él, mas decidió no prestarle atención y volver a la tarea anterior.
Pasó aproximadamente una hora sin recibir noticias, en general los demonios aparecían ante él intentando atacarlo, pero esta vez fue una excepción, optó por utilizar su capacidad de rastreo; un extrañísimo escalofrío recorrió su entereza, ese ente se hallaba atacando en el cruce sin piedad al chico que vio hace rato, sin pensarlo dos veces se dirigió hacia aquel lugar.
Mientras tanto el pelilargo frenaba las manos de la figura demoniaca con sus brazos cruzados hacia arriba, forcejeaba lo que podía, era mera la esperanza de quitarse de encima tal cosa. Alto, entre robusto y musculoso, con notables cuernos, ojos rojos, sonrisa dantesca, tez carmesí, armadura a medias y muy fuerte. Sin querer, descuidó sus brazos y el demonio con sus garras le desgarró su parche notando que aquel ojo no era igual al izquierdo, sino iris negra y esclerótica gris.
—Tu ojo es increíble —ni me lo recuerdes, gruñó entre dientes.
—¿Qué carajos quieres?
—Sea lo que sea que tengas en tu ojo, debe serme de mucha utilidad.
—¿Eh...? —en cuestión de segundos, su remera había sido desgarrada, quedándose indefenso y sin deshacerse de un imperturbable sentimiento de repulsión.
Definitivamente moriré, no me salvaré de esta, se convenció a sí mismo mientras cerraba sus ojos esperando a que lo destriparan, le arrancasen su ojo, le violasen o lo que venga; de la nada, imaginó unos ojos negros provocando el abrir de sus párpados.
No supo de dónde sacó tanta fuerza pero logró de una patada en el abdomen contrario, agradeciendo aquello. Dificultoso se levantó intentando mantener la postura, sabía que igual moriría, sin embargo quiso quedarse con el momentáneo orgullo de haberle apartado.
—¡Pagarás por haberme hecho eso!
—¡Quisiera verte intentarlo! —una voz masculina interrumpió el ambiente.
—¡¿Acaso fuiste TÚ, maldito?!
Entendió que ese "tú" no se dirigía a él, sino al que los estorbó. Levantando su cuello hacia arriba, notó que el cielo nocturno se volvió jade y una masa negra que descendió velozmente delante del joven. Se le imposibilitó observar bien al individuo ya que se adelantó y desenvainando una espada comenzó a defenderlo.
Aquel ser oculto era demasiado ágil y fuerte, esquivaba ataques y los regresaba con mayor potencia, movía con gracia su espada hasta al fin cansar a su rival. Con el arma blanca, clavó la hoja sobre el asfalto formando a centímetros suyo un extraño símbolo que atraía al demonio, quien agonizaba intentando zafarse del agarre de la tierra. El símbolo desapareció al igual que la espada del sujeto encapado, sus ojos brillaron al tenerlo cerca, había perdido la esperanza hasta que lo salvaron de tal amenaza.
—¿Estás bien? —preguntó el "héroe", por poco y tendría que preguntarle de nuevo, cosa que lo avergonzaría.
—Sí... ¿Quién eres? —genial, la típica pregunta para saber la identidad de tu salvador, pensó—. Soy Asanao, un gusto.
—Soy un guardián del Purgatorio, llámame Reo. El gusto es mío, Asanao.
Creía que eso era solo un rumor, escuchó algunas veces por parte de sus compañeros de clase acerca de los guardianes, quienes tenían la misión de mantener los límites entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, estableciendo un orden entre las diversas criaturas mágicas, los fallecidos y demás. Nadie sabía la verdad, menos él, ningún conocido suyo ni siquiera algún famoso los habían visto claramente. Curiosamente, tampoco se mostró esquivo a presentarse, desconocía la razón de la inusual amabilidad.
—Sé obviamente que no nos conocemos, pero... Gracias por salvarme.
—De nada, es parte de mi deber.
Jamás creyó ver tal ser fantástico, por más que estuviera medio manchado de sangre demoniaca y cubriera su rostro con la capucha de su capa negra, empezaba a tenerle admiración. El guardián giró la cabeza en dirección al chico, estos se miraron, el salvado se dio cuenta de la sombra que aparentaban ser iguales a dos huecos, clavó su mirada en la del otro, tanto que los propios adoptaron una apariencia humana, ahora eran esclerótica blanca e iris café brillosos.
—Tus ojos... Son muy brillantes.
—¿Qué...? —oh, atinó a decir dentro de su mente, vio mis ojos, ¿qué hago?
—En serio, gracias por darme la fuerza para apartarlo.
—Otra vez, de nada. Cuídate.
No hubo otras palabras entre ambos, clavaron sus miradas por unos minutos que les parecieron eternos. Tuvieron suerte de que no hubiese gente alrededor de ellos o siquiera en la calle, se avergonzarían de tener que explicar el malentendido y afrontar las miradas de terceros; en lo profundo de su mente, también pensó en adquirir leves celos si otras personas compartiesen el descubrimiento de la silueta de ese sujeto, ¿en qué carajos estuvo pensando?, sus mejillas tornaron un tono carmín apartando dos segundos su mirada. Supo que en cualquier momento se marcharía, pero antes le dio una sonrisa ladina y saltó hacia arriba perdiéndose de aquellos ojos acoplados de varios sentimientos.
Asanao tuvo que lidiar con ello e irse discretamente a su apartamento, por suerte su campera de algodón no fue rasgada caso contrario de la remera, así que sin problemas la cubrió con levantar el cierre. Al llegar a destino, cuidó de no hacer mucho ruido y no despertar a nadie, ya que compartía ese lugar con su mejor amigo; sería problemático encontrarse a Akinori despierto y exponer los motivos detrás de la salida. Caminó a su dormitorio, cuando llegó se quitó rápido la ropa, abrió uno de los cajones de su mueble tomando unas prendas y se encaminó al baño casi a puntitas.
Reo por otro lado, solo arribó a la ventana de su pieza atravesando el marco tras cambiar su forma a una masa liquida oscura, una de las tantas ventajas de ser un guardián del Purgatorio. Se deshizo de su ropaje oscuro, hecho del quinto elemento, regresando el material a su collar; quedó "consciente" con una remera gris y pantalones de pijama negros desplomándose sobre la cama carente de dificultad alguna en conciliar el sueño. ¿Qué fue todo eso?, se sorprendería de lo fácil que durmió, normalmente se le hacía difícil incluso portando tales poderes. El acontecimiento de antes le llamó la atención, un humano lo descubrió, sin embargo no le preocupó ése detalle, sino el vio el ojo derecho. Aunque no presenció aura sospechosa, ¿por qué todavía durmiendo no desaparecía la extraña sensación en el pecho? ¿Cómo fue capaz de descuidarse y le viera los ojos reales? ¿Podría lidiar con sus superiores debido al descuido de exponerse? Sea cual sea la respuesta a todos los interrogantes, cada uno le mandaba a lo mismo: Asanao...    

Un poquito de esto, un poquito de aquelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora