Serás la causa de mi muerte

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DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama. Este fanfic procede del original elaborado por Odette Vilandra, quien me ha otorgado permiso para relanzarlo y continuarlo, hasta su conclusión.

[...]

El oscuro callejón, a pocos metros de aquel bar, era el escenario jamás esperado entre Bardock y Gine, enfrascados en un profundo y apasionado beso que hubiera durado horas, de no ser porque sus pulmones clamaron por el vital oxígeno.

Se miraban en silencio, intrigados por la situación. Pese a su semblante serio, la mirada de Bardock lucía relajada. Por su parte, Gine sonreía tímida, sin saber cómo reaccionar; y cuando intentó enrollar su cola, un quejido salió de sus labios.

—¿Qué ocurre? —preguntó el guerrero.

—Mi cola —hizo una mueca— me duele.

El guerrero llevó su mano hacia la cola de su compañera para verla, rozando la mano de Gine sin querer: fue un gesto que provocó su intenso rubor, hasta que la manipulación de su extremidad la obligó a quejarse de nuevo.

—Vamos a mi casa, hay que ver si no está rota —mencionó, con indiferencia.

—Bardock —se puso nerviosa—, no...

—¡Vamos! —le insistió de forma brusca, mientras alzaba vuelo.

La muchacha lo siguió y al poco tiempo, ambos llegaron al departamento del saiyajin, quien entró primero para encender las luces. Con el panorama más iluminado, Gine quedó boquiabierta.

—¡Pero si dejé limpio tu departamento, antes de irnos de misión! —exclamó, incrédula ante el desorden.

Observó cada rincón del lugar y aunque no estaba tan sucio como la primera vez que llegó a dicho lugar, hace seis meses, le sorprendió lo poco que había durado la limpieza que hizo cuatro días antes de partir a su última misión, y de la cual habían regresado esa misma tarde.

—Si has venido a criticar, mejor lárgate a tu casa —expresó el guerrero, con desdén, mientras entraba al baño.

—¡No! No quise decir eso, yo... —Gine interrumpió su discurso al verlo regresar con el mismo botiquín que ella conocía muy bien, pues lo utilizaba para curar sus heridas.

Bardock buscó un espacio vacío en su sala y al ver que en los únicos tres asientos disponibles había un montón de ropa y otras cosas en desorden, evaluó que sólo podía atender a Gine en un solo lugar.

—Siéntate en la cama —le indicó, sentándose con ella en el borde del lecho—. Déjame ver tu cola.

La joven extendió dicha extremidad para que el saiyajin pudiera revisarla. Procedió con leves presiones, en una especie de suave masaje desde la base hasta la punta. Poco a poco, hizo un recorrido ascendente con sumo cuidado; hasta que Gine hizo unas muecas de dolor, estando muy cerca de la punta de su cola.

—Mueve esta parte —sugirió, notando la molestia que sentía la muchacha—. Suficiente —la detuvo, en tanto maniobraba nuevamente, tratando de no causarle más dolor del que ya contenía—. Bien: no está fracturada, pero sí muy inflamada. ¡Maldito Calibono, cobarde! —recordó su intento de violación hacia ella.

En su lugar, Gine no podía estar más sonrojada: sabía que la cola de un saiyajin, además de ser el punto débil de la mayoría de clase baja, era una zona bastante sensible que, en situaciones íntimas, jugaba un papel principal como zona erógena. El hecho de ver a Bardock revisar aquella área privada con tanta delicadeza al momento de aplicarle el ungüento y las vendas, era una sensación de por sí exquisita y bochornosa.

Amor en tiempos de purgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora