Siempre iluminaba, donde quiera que vaya. Debía cargar con un brillo inmenso, semejante al sol. A pesar de estar lo suficientemente triste como para llorar por horas, en el fondo de su alma aún existía esa luz.
Con la capacidad de que su sonrisa te alegré el alma. Con la fuerza de su mirada calienta corazones. Con el poder de su voz acurrucante.
Ése era él, él y nadie más que sólo él.
Y así, nuestra luz, yacía sentado debajo de un árbol.
La suave brisa acariciaba sus mejillas mientras el cielo pintaba un paisaje de tonos rosas.
La noche caía, o eso parecía, aún quedaba unos diminutos rayos de luz solar. Cuándo la noche por fín cayó, el también llegó.
—Te busqué por todos lados ¿Dónde estabas? —un tono sobreprotector se le escapó.
—Hyung, yo siempre vengo aquí a ver el atardecer. —respondí a su sincesante pregunta.
Me gusta ver caer el sol, es como si yo muriera y al día siguiente volviera a nacer, renovado.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
