III

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(...)

Le dolía todo el cuerpo; le molestaba tener ropa puesta.

Estaba sentado en una enorme silla que momentáneamente le parecía la más cómoda de este mundo.
Le dolía la cabeza, le daba vueltas sin parar... se sentía desorientado y muy en su lugar a la vez.
El alcohol estaba latente en su cuerpo.

Lo quemaba por dentro.
Lo quemaba mucho.

O tal vez no era el alcohol, y lo que realmente lo estaba quemando era la intensa mirada que un castaño estaba posando sobre su cuerpo hacía ya más de diez minutos.
¿O quince?
No sabía, en realidad.
Pero lo que si sabía era que esos ojos se lo estaban comiendo y no sabía su nombre.

¿Le importaba saber su nombre?
Probablemente no.

Vio ese esbelto cuerpo moverse por la pista de una manera que le pareció exquisita. Sus piernas largas brillaban por si mismas cuando se movían por aquel iluminado lugar; Gabriel sentía como si todo el aire hubiera abandonado sus pulmones de forma repentina, dejándolo expuesto a aquella carita que cada vez estaba más cerca de él...

¿Más cerca?

Lo tenía encima.

--Hola, bonito... --Gabriel pensó que esa era la voz más bonita y excitante que había escuchado en su vida. --¿Qué haces acá vos, solo en este rincón, puesto que te encontras en un lugar maravilloso? --indagó el castaño.

Literalmente el chico estaba encima.

A Gabriel no le molestó.

Cada persona en ese boliche parecía estar en su propia burbuja.
Nadie miraba qué hacía el otro.
Nadie juzgaba.

Fue por esto, que nadie pareció notar cuando las piernas de Renato se ubicaron una a cada lado del cuerpo de Gabriel, quedando a horcajadas sobre su falda.
Nadie pareció notar cuando, casualmente, todo conspiró para que en los altavoces comience a sonar una canción increíblemente sexual; lo que provocó una risa traviesa en la cara de...

¿Quién?

--¿Cómo te llamas? --consultó Gabriel.
--Renato. --contestó en su oído. --Renato Quattordio. ¿Y vos? --las manos del menor se paseaban coquetas por el cuello de Gabriel y, eventualmente, su nuca. ¿Qué hacía?

Renato Quattordio.
Gabriel sonrió.

--Gabriel. Gabriel Gallicchio. --respondió, imitando las palabras de Renato. --Me llamo Gabriel... --le repitió, cerrando repentinamente los ojos ante el contacto del suave dedo índice con su clavícula izquierda. ¿Qué hacía?...

--Gallicchio... --repitió el castaño.

dangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora