XXXVII

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Pero esa noche, pasados veinte meses de la última vez que habían hablado, Gabriel estaba en su puerta, parado allí sin hacer nada más que otorgarle una mirada llena de expectativa. Sus ojos se abrieron tan grandes que sintió que se saldrían de su órbita; quedó paralizado y abrió y cerró su boca varias veces antes de poder articular palabra.

-Hola -alcanzó a decir. Lo vio respirar rápido con sus ojos verdes aguados.

-No quiero sentir nunca más que me estoy olvidando de tu voz -le escuchó hablar, después de tanto tiempo de ausencia de palabras, y fue suficiente para darse cuenta de que era con él con quien quería estar toda la vida. Abalanzó su cuerpo hacia el suyo, fundiéndose en el abrazo que había anhelado por estos casi dos años, siendo recibido con ese particular calor que el cuerpo de Gabriel emanaba.

-Nunca más, mi amor... -le dijo en un susurro colmado de sentimiento, expectativa, ganas.

Estuvieron así, abrazados por unos cuantos minutos, no sabían cuántos; quizá 5, 10 o dos horas. Estaban perdidos en el otro, todo a su alrededor había dejado de existir. Renato, sumido en ese cálido toque y en sus pensamientos, cayó en cuenta de que Gabriel estaba muy distinto. Sus brazos estaban más fuertes al igual que su agarre sobre su cuerpo, pero sin embargo lo notaba mucho más flaco. Analizó la imagen mental que le quedó de su cara y, efectivamente, su pelo estaba más corto al igual que su barba apenas crecida. Sus ojos seguían brillantes, al igual que su sonrisa y su cara en general. Estaba distinto, pero sin embargo todo de él le resultaba muy familiar; en especial su olor tan característico, que tanto había añorado.

Fue allí, que Renato recordó que Gabriel ya había cumplido sus 29 hacía un mes.


Flashback

Renato encontró un papel liso vacío en su mesa, y empezó a escribir vagamente.

"Hoy es 17 de mayo de 2020, diecisiete del cinco del noventa y uno, como decías vos cuando te preguntaban tu fecha de nacimiento. Es el segundo cumpleaños que pasamos lejos, mi amor, y ya no sé bien qué hacer. Fui hasta la esquina de tu casa hoy y te vi con ella, de nuevo, y te estaba dando besos por toda la cara y vos te reías. La sonrisa ahora te llega a los ojos de nuevo, Gabi, como sonreías cuando estabas conmigo.

Soy el ser más egoísta de este mundo porque quise correr a vos y llorarte en el hombro, decirte que te amo..., pero no me acerqué - desde que volví de Brasil he ido muchas veces hasta ahí, quedándome en esa misma esquina, viéndote de lejos. No me animo a más, tengo miedo de que me mandes a la mierda como me merezco y tener que irme de una vez, y dejarte en paz.

Me conformo con verte tranquilo, caminando con alguien que te quiere, a lo lejos. Es todo lo que siempre deseé para vos, puesto que el destino ya me dijo de la peor forma que no estamos destinados a ser. Feliz cumpleaños, eterno de mi vida."


Sintió a Gabriel removerse apenas en su cuerpo, pasado un tiempo que Renato sintió infinito acurrucado entre sus brazos. Se separaron lentamente, sin querer perderse nada del toque del otro; sin emitir palabra. Se miraron como nunca antes, con una intensidad que no se puede plasmar en simples letras, porque le quedarían muy chicas. Verde contra marrón; otra vez, después de tanto tiempo. Las manos de Gabriel corrieron vagamente por su espalda, y el castaño cerró sus ojos, disfrutando ese toque que tanto había extrañado. Abrió sus ojos sólo para descubrir que los ojos del rizado estaban posados en su cara, como queriendo analizar cada expresión y movimiento que realizaba la misma. Renato sonrió levemente, nervioso.

-Nos debemos una charla a corazón abierto -dijo Gabriel, con esa voz que le había sacado el sueño tantos meses.

Renato quería besarlo, pero se limitó a asentir y cerrar la puerta.

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