G L O S A R I O:
"Me chupa un huevo": Forma muy vulgar de decir "no me importa"
"Viejos": Padres
"Tranqui": relajada
"Chusmerios": Chismes
"Pibes": Grupo de varones adolescentes
"Pizarrón": Pizarra
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El timbre suena a las 7:30 a.m. en la cárcel, la hora de entrar a la celda y no salir de ella hasta exactamente un ahora después. Diez minutos afuera, dando vueltas en círculos, como ratas enjauladas.
A penas hay aire, los otros reclusos lo respiran todo porque están muy nerviosos a cada segundo. A mi, sinceramente, me chupa un huevo.
Existen diez tipos diferente de tortura en mi celda, cada una tiene un torturador distinto, con su propio estilo y carácter o ganas de suicidarse ¿Sabían que los docentes son las personas con el mayor indice de suicidios?
Venir a prisión es casi opcional, pero mis viejos me asesinarían si no lo hiciera. Me mandan para que no vea el sol durante cinco horas mientras ellos se ahogan en sus trabajos, corriendo detrás de un billete, con la esperanza de que algún día yo haga lo mismo. Así explico yo el capitalismo o infierno social.
Trato de evitar a mis compañeros de celda lo más posible, considerando que me tomaré el primer avión que me lleve al otro lado del mundo el treinta de noviembre, cuando todo esto termine. No es que me caigan mal, pero me caen mal. Por eso, me despierto a las 7:20 a.m. Me permito tomarme todo el tiempo que sea necesario para estar listo por las mañanas porque yo no corro si no es detrás de una pelota o para encestarla en un aro. En el camino solo me entero de qué tan tarde es cuando observo la pantalla del teléfono, pero es para seleccionar alguna lista de reproducción bien preparada para esta hora del día. Algo tranqui de Charly o Papo o, si tengo suerte, alguna acústica de Pink Floyd. Sin música no puedo caminar, no sé cuándo comenzó esta especie de obsesión.
Son unas pocas cuadras, pero a veces el frío hace que parezcan más. Con suerte la primavera me regala una que otra buena mañana con rayos de sol. Hoy es uno de esos días de suerte.
Las señoras de la puerta de entrada ya me conocen bien, me dejan pasar sin sermones aunque la reja haya sido cerrada hace media hora. No dudo en que, después de desaparecer de su vista, siguen sus chusmerios de viejas durante toda la jornada escolar. Tienen algún TOC extraño, cuando paso se miran entre ellas y muerden el labio inferior al unísono, una eleva una ceja y la otra cabecea suavemente hacia ambos laterales con la cabellera rubia artificial, idéntica a la de su compañera. Un par de veces, cuando la canción terminó antes de lo esperado, las he odio murmurar algo sobre mi ropa, que siempre está manchada o me queda grande y de mi pelo, que jamás peino.
Nunca conté la cantidad eterna de escalones que debo subir hasta llegar al recinto de condenados; antes de irme para siempre tendré que hacerlo. Al abrir la puerta de la celda, descubro treinta pares de ojo clavados en mi, mirándome con el mismo desprecio de siempre, creyendo que no entiendo nada de la vida, que no sé nada de ellos o del mundo. Las miradas (que quizá en realidad son treinta y uno, no me acuerdo) me siguen mientras encuentro mi banco. A los pibes les sonrío a medias y si me saludan de vuelta no los escucho porque aun llevo los auriculares puestos.
Ya en mi puesto, me sorprendo al encontrarme con una cara conocida de pie frente al pizarrón. Parece que la suplencia rotativa de torturadores de Biología expiró y la loca embarazada de cara larga está devuelta. Nos contaron que su hija nació hace tres meses, pero ella pareciera seguir preñada todavía. No sonríe, ni finge estar contenta y no la culpo ¿Quién lo estaría?
En el cuarto banco, de la fila tercera que está al lado de la ventana, en la silla de la derecha, un par de ojos azules se cruzan con los míos del mismo color y me sorprende que no explote el universo. Ella es la primera en apartar la mirada, como siempre. Está bien, de lo nuestro no quedó nada más que un recuerdo triste después de aquellos ojos perversos de metro y medio del tercer banco, de la segunda fila, en la silla de la izquierda. ¿Y qué podría haber quedado, si la enana sabe cómo quitarme el sueño... o más bien las ganas? Su cabellera rubia perfectamente cuidada se mueve mientras se ríe exagerando los gestos. La chica de atrás la odia y odia su pelo, por eso lo aparta con brusquedad cuando le golpea la cara sin querer, pero sin dejar de observar la pantalla de su celular (hace ya más de un mes que está obsesionada con algo o alguien en aquel aparatito, pero nadie lo nota mas que él y yo; porque él no deja de hablar de ella con misterio, como si no supiera de quién se trata, cuando yo escucho voces que no cantan recitando poesía). Hay un par de ovarios gigantes mal dibujados detrás de la señora ya no embarazada, acabo de notarlo.
Solo tarda un par de estrofas, la voz del Indio comienza a darme sueño. Los párpados se me van cerrando y no pongo resistencia. Este banco hace más de cama que la mía propia.
Un golpe en el cráneo me arranca del sueño. De repente me duele el cuero cabelludo y no sé de dónde sale aquel líquido helado que me recorre la nuca y la columna vertebral. Los auriculares siguieron con su función, pero ya no reconozco la canción cuando me los quito aturdido.
-¡Recreo! ¡Despertate! -grita uno de mis amigos, sosteniendo una botella de agua abierta sobre mi cabeza.
Cuando veo la hora, aun desorientado, ya son las 9:33 a.m.
Qué alivio.
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Helou!!
Supongo que a muchxs se les podrá haber explotado el cerebro intentando adivinar qué clase de palabras estaba usando o de qué estaba intentado decir con ciertas expresiones. Suelo escribir en la jerga argentina por costumbre, así que les dejo un glosario de palabras que quizá no entiendan o las usen en otro sentido, según de dónde son en cada capítulo a partir de ahora.
¡¡Ojalá les guste el nuevo rumbo de esta historia!! probablemente no lo hayan captado, pero no se preocupen, ya lo harán en el próximo capítulo.
Gracias por leer y seguir por acá!!
-Juli
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7:20, la espera eterna
Short StoryLas conversaciones de madrugada acaban con corazones palpitando con tanta pasión y fuerza que matarían a cualquiera con la presión alta. Las historias escondidas al rededor de esos dos latidos, encierran muchos más secretos de lo que crees. No confí...