Capítulo Dos

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La guerra

El joven de cabello rubio se movía de un lado a otro buscando en medio de una gran cantidad de hojas, pergaminos y papeles que estaba en el escritorio y alrededores: el fruto de su investigación, aquella en la que se había tardado años; necesitaban todo eso para ganar la guerra, la biblioteca era su santuario, grandes estanterías abarcaban toda la pared llenas de libros antiguos heredados por años y ya que la vidente había desaparecido, y por mas que la buscaran nadie sabia donde se podría encontrar le tocaba hacer trabajo triple, aveces tener un don bastante único era tanto como agotador como indispensable, habían tres posibles lugares en los que ella podría estar y no eran para nada buenos, al estar en guerra todo se podía, incluso matar a alguien de la familia real. Mientras en un asiento cerca del escritorio lleno de papeles que le pertenecían al rubio, unos ojos dorados lo observaba tranquilamente moverse de un lado a otro, su aura despreocupada le hacia sentir que tenia el tiempo del mundo entero y el que estén en guerra no era razón suficiente para el joven muchacho que no quería - ni podía - alterarse, no por nada era el arma secreta del reino, la diosa mística se había encaprichado tanto con el, que le dio el don de la destrucción, era tanto su poder que el mismo rey tuvo que usar su magia junto con la de los ancianos para ponerle un sello que contendría su poder.

-¡lo encontré!- gritó el joven rubio con una sonrisa algo cansada por el tiempo sin dormir tranquilamente, sus ojeras eran notorias al igual que sus ojos azules estaban rojos y llorosos. - malhá, ya tengo lo que necesitabas. - salio del montón de investigación y camino a paso rápido a la mesa donde estaba sentado el pelinegro tranquilamente.

-crei que pasaría la guerra antes de que lo encontraras - dijo con sarcasmo antes de tomar los papeles e irse de la casa del rubio, el pelinegro no aguantaba ni un minuto mas con el idiota - como le decía él - ojiazul, y este al ver a chico salir, sólo suspiro puesto que a nadie le gustaba estar cerca de malhá, en el reino se decía que si lo irritabas demasiado no solo destruiría el reino sino que también al planeta, por eso nadie se le acercaba a "la bomba".

El rubio se desplomo en el asiento donde estaba el pelinegro hace unos segundos, suspiro del cansancio mientras pasaba sus manos por el rostro, su trabajo era algo a trajeado al ser el ultimo con su don; nadie lo consideraba un nert, el ser muy inteligente en su reino era muy valorado, principalmente en la guerra ya que tenia que reunirse con el general, guardar todo tipo de datos ya que hasta el mínimo movimiento contaba. Y si todo salia bien al terminar la guerra lo nombrarían aprendiz de los sabios, en solo pensar en eso el rubio sonreía ya que siempre quiso eso, era el sueño tanto de su padre como el de su abuelo sin embargo ninguno lo logro y tener ese honor lo hacia sentirse bien, y a sus 23 años de edad el era el chico mas afortunado del reino.

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- ya esta todo listo mi señor - dijo el general de guerra al rey Hel.

El alfa se encontraba en su despacho, donde sentado en un sillón de piel mientras tomaba su vino favorito, la risa no le tardo en salir, le divertía toda esta situación puesto que la guerra para el era un juego, un juego que el ganaría sin importar qué. A el no le importaba si su reino perdía vidas o si los omegas de los alfas caídos quedaban desamparados, no le importaba que su hijo era también parte del ejercito o si moría en el campo de batalla; a el lo único que le importaba era ganar a toda costa esta guerra mundial.

Youngblood: Milenio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora