CAPÍTULO CINCO

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Una semana.

Habia pasado una semana muy pesada desde aquella extraña reunión a la que el príncipe lo habia llamado. No le sirvió de nada negarse a participar en ésa locura de plan inventado por aquella mocosa; la cual había pasado encerrada en su casa toda esa semana, lo sabía porque no se la había cruzado en el Palacio. Pero, por más que no quisiera, le debía una grande al príncipe Fenhix y por eso tenía que ayudarle en todo.

Dejando todo éso de lado, al joven mago le molestaba un poco el hecho de que estuviera con ellos el vampiro, los cuatro reinos tenían presente que el vampiro era un egocentrico y nada amigable tipo. Algunas criaturas estaban tras él, pero su fría aura les indicaba que lo mejor era alejarse.

Para un vampiro -por lo que se sabia- no había nada más importante que el poder, eran pocos los que esperaban a su alma -cómo ellos llamaban a su otra mirad- pero no todos lo hacían. Y el futuro gobernante del reino de la oscuridad, era famoso no solo por su atractiva frialdad, si no también, por ser parte de esos pocos que esperan a su alma gemela. Los rumores dicen que la habia encontrado años atrás, pero que el rey Juvarthe la había asesinado, dejando al príncipe sólo para que fuera un ser cruel y despiadado; asi, cuando éste subiera al trono, tomara las riendas del reino como unos de los más poderosos vampiros que se conociera.

Al nadie conocer a la madre del príncipe, eso daba mucho de qué hablar, sin embargo; todo eran simple rumores. Pero el hecho de estar cerca de aquel vampriro lo hacia sentir un golpe dentro de sí, que no tenia explicación contundente. Era cómo sí aquél ojiverde se pudiese dar cuenta de lo que pensaba, cómo una conección interna, cómo sí álguien estuviera tratando de comunicarse con él. Se sentía estúpido al pensar en el ojiverde, en cómo le sonrió con arrogancia aquélla primera noche como invitado a otro reino, cuando lo descubrió observándolo, y en lo peor de todo, cuando lo salvó del ataque de aquél lobo mientras intentó ayudar al rey de los cazadores.

Ésa noche de luna sangrienta, dónde sintió eso a los muchos llaman "amor" al lado de aquella dama de sonrosadas mejillas y ojos cristalinos. Un suspiro brotó de sus delgados labios al recordarla. Esa noche fue la unica que no le prestó atención al vampiro, hasta el momento en que no pudo agradecerle, ya que un cazador estaba a punto de apuñalar al vampiro. Ése fue el momento en que escuchó claramente la voz de ojiverde diciéndole: « — bien hecho lindura, bien hecho. »— sus mejillas se tornaron rojas, sin embargo se las arregló para liberar a su príncipe para que éste pudiera trasportar a cada uno a su propio reino, evitando formar más alboroto.

El rubio dejó la pluma que sostenía al lado del pequeño bote de tinta, para pasar sus palmas sobre su rostro, soltando un suspiro. El príncipe se habia encargado de que no tuviera tanto trabajo sin verse sospechoso al hacerlo, ahora tenía tiempo suficiente como para investigar aquellos que reclutarían y para él mismo.

Al colocar su brazo a cada lado del sillón, se sobresaltó al escuchar al ojiverde decir:— ¿sabías que... A los vampiros nos puede doler la cabeza?— éste se apareció de la nada en una esquina de dónde estaba escribiendo, el de ojos azules le vió con asombro al platinado, quien se levantó de donde estaba y fue directamente hacía la mesa contraria de la habitación dónde Jhontier mantenía los licores con hierbas, agarró la botella roja de tamaño grande -en comparación con las otras- y sacando el corcho tomó un sorbo directamente de ella.

—¿que mierda? — fue lo único que dijó el ojiazul al salir del shock.

El vampiro lo volteó a ver.

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2020 ⏰

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