prólogo

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Según las leyendas de la creación, fue aquel un tiempo en el que todo estaba en calma y silencio,  en el que no existía el movimiento, en el que inmensidad del firmamento estaba vacía.  No habia hombre sin animales.  No habia pues ni pájaros,  ni peces ni cangrejos, ni árboles, ni pierdas, ni cavernas, ni Cañadas, ni hierba. Solo existían el cielo inmenso y el mar tranquilo. No había tierra; nada que se moviera ni que hiciese ruido; nada que sobresaliera rompiendo la línea del horizonte entre el cielo y el mar.

La noche se Cernía siempre sobre la superficie del mar; pero en sus más profundas agua vivían luna y muerte,  respectivamente,  como diosas, propendian naturalmente a la meditación sobre los misterios del la vida;  y allá en el fondo, tendidos bajo un doncel de plumas verdes y azules charlaban sobre el corazón del cielo, que era el gran dios compuesto por tres divinidades: el relámpago, el rayo y el trueno.  Y asi surgieron discurriendo y dieron a hablar de la luz y de la vida, y decidieron trocar la oscuridad de la noche en luz del día, para que el mundo conociera la luz.

"Hágase la luz" dijeron, "que el dia resplandesca sobre el mar y sobre las tierras que vamos a crear y que sea el hombre la primera gloria de la tierra"

Todo sucedió como ellas habian ordenado. Los mares encontraron cauce en sus nuevos limites, y las montañas emergieron de entre las aguas, conformando tierras secas. Con las montañas aparecieron los cipreses y pinos, a la vez ríos descendieron de las zonas rocosas hasta las planicies. Todo aquello fue obra  de luna y muerte, quienes ayudaron en esta tarea las tres divinidades constituyentes del corazon del cielo.

Una vez creados los árboles y las montañas, las diosas hicieron los pequeños animales de los bosques, guarros guardianes y espíritus de las montañas: ciervos, Jaguares, hienas, pájaros y serpientes. Luna y muerte asignaron a cada animal un lugar donde vivir. Así pues, el ciervo se fue a las proximidades de los rios, los felinos marcharon a los mas espeso del bosque,  los pájaros trepando a los árboles, y las hienas a las rocosas colinas.

"Ahora pronunciad nuestros nombres" dijeron luna y muerte,  y las tres divinidades del corazón del cielo. "Nuestra gloria no será completa mientras no hay un solo ser que no sepa adorarnos" .

No pudieron los animales satisfacer el deceo de los dioses. Todo lo que pudieron hacer ellos era gritar, o emitir otro sonido, de acuerdo con la naturaleza de cada uno.

"Es inútil" dijeron los dioses. "Si estos animales no saben siquiera pronunciar nuestros nombres ¿como van a ser capaces de adorarnos?"

En consecuencia,  los dioses decidieron que aquellos animales que acaban de crearbserian seres inferiores, destinados a la caza, para que sirvieran de alimento fue entonces que cuando las diosas decidieron crear al hombre.

"Hemos de apresurados" dijeron, "pues llega el amanecer y no tenemos quien nos adore".

Primero, los dioses hicieron un hombre de barro extraído de los mares, mas no quedaron satisfechas; su cuerpo era excesivamente blando y deforme; la cabeza se le caia hacia un lado y le resultaba imposible torcer el cuello para mirar hacia atras; además,  no tenia fuerza ni en las piernas ni en los brazos. Podia hablar, pero no tenían entendimiento;  y cuando lo pusieron en el agua, su cuerpo se disolvio para desperdigarse en la corriente.

Luna y muerte se percataron de que tal hombre no serviría a sus propósitos y decidieron consultar a otros dioses, para lo cual llamaron a mística y tortura dos divinidades que podían leer el futuro en todas las cosas. Juntos hicieron hombres y mujeres de madera. Aquellos seres se parecían al hombre de barro,  si bien se diferenciaban de él en que era fuerte y vigoroso.  Poco despues comenzaron a tener hijos, que se desparramados por toda la faz de la tierra todavía, empero, no poseían la facultad de entendimiento y nada sabían acerca de luna ni muerte. A duras penas caminaban regidos,  con los ojos fijos en la tierra.

Youngblood: Milenio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora