Capítulo 4

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Llegó faltando dos horas para que su vuelo despegará. Su mamá se había hecho cargo de su maleta junto a su hermana. Luego de hacer el check-in y pasar las máquinas de seguridad, caminó hasta encontrar la puerta de embargue, situando inmediatamente a sus padres.

—Mamá. Papá. —saludó a cada uno con un beso en la mejilla.

—Junto a tu mamá pensamos que no ibas a llegar. —comentó John.

—Sí, papá. La reunión término en la hora prevista pero el tráfico estuvo infernal —se excusó. Miró la hora en su teléfono y todavía estaba a tiempo de buscar algún libro y algo que picar. Pues, estaba hambrienta—. Ya regreso. ¿Desean algo de comer?

—Por nosotros no te preocupes, mi amor. —dijo su mamá—. Comimos en la casa de tu hermana.

—¿Y algo que deseen leer? Alguna revista, periódico...

—Nada, mi amor. Queremos es subirnos al avión y dormir un poco. —sonrió su madre, mostrándose algo cansada. Aunque le gustase su casa en New York, su hogar estaba en Chicago con todas sus hijas y nietos. Era inevitable no sentir nostalgia al irse y tener que esperar hasta acción de gracia para reunirse nuevamente con su familia.

Encontró un Starbucks cerca, y sin poderse resistir, se compró su frapuccino favorito. Aunque rebosaba de calorías, no le importó. Luego caminó un poco más hasta encontrar una librería.

***

—¿Cómo estás pasándola, mi pequeña? —Blair se encontraba en la Florida con algunas amigas. Habían viajado desde el miércoles. Él en un inicio se mostró renuente a dejarla ir sola, pero al final, terminó convenciéndolo como siempre lo hacía. Confiaba en ella, y se lo dijo cuándo doblegó.

—¡Más que bien, papá! Aunque te extraño. —estaba acostada en su cama, mientras su amiga se bañaba. Luego sería el turno de ella—. ¿Cómo estás tú? ¿Me extrañas?

—Claro que sí. Muchísimo. —aunque parecía un marica, su pequeña siempre sería su pequeña por más que crezca con el pasar del tiempo— ¿Cuándo vas a los parques?

Mientras conversaba, pasó junto a una librería, y como estaba con tiempo de sobra, entró.

—Así que papá, no te sorpresas si tienes que pagar más en mi tarjeta. —se burló mientras le terminaba de contar todo lo que había hecho en el día: tienda, tienda y más tienda.

Él en absoluto escuchó lo que le dijo porque alguien tomó toda su atención. Una cabellera rubia, de espaldas a él.

—¿Papá?

—¿Si?

—¿Qué pasó?

—Nada. Sólo me distraje con una revista. ¿Qué me decías?

—Que no te sorpresas si pagarás más por mi tarjeta. —volvió a bromear—. ¿Dónde estás ahora?

—En el aeropuerto. Me voy a New York por una reunión.

—No me habías dicho nada. ¿Cuándo regresas?

—Sí te dije, sólo tú no me prestas atención cuando te digo que me voy de viaje.

—Ay, papá. Si eres mentiroso. —se carcajeó— Oh, te dejo —justo su amiga salía del baño, y podía perder más tiempo sino se perderían la fiesta—, me tengo que bañar. Te amo.

—Y yo te amo a ti, mi pequeña. Cuídate. Te estaré vigilando.

—¡Papá!

—¡Es broma, es broma!

El renacer del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora