Capítulo 6

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Sentía sobre sus nalgas una pierna reposar en ella. La pequeña estancia estaba cubierta de oscuridad, pero una fracción de luz que obsequiaba la ventana del cuarto, le permitió encontrar su cartera con la mirada. Necesitaba ver la hora.

Moviéndose despacio del cuerpo que se encontraba abrazado al suyo, consiguió llegar y tomar su teléfono entre sus manos. Marcaban las dos y cuarenta de la madrugada. Necesitaba volver a casa, y él único que podía llevarla era Abraham. Aunque estuvo tentada a irse y pedir un taxi en recepción.

Ante su desnudez y lo expuesta que se sentía, tomó la camisa de Abraham para cubrirse, claro, no sin antes quedarse extasiada de su fragancia. Empezó a ordenar la ropa antes de acercarse a él y llamarlo.

—Abraham... despierta... —lo tocó con sutileza, y él despertó sorprendiéndola al tomarla sobre sus brazos y situarla baja su cuerpo— ¡Hey!

—Hola. Te queda muy bien esa camisa. —sonrió mientras contoneaba sus caderas y hacia presión con su sexo sobre el de ella—. Aunque te ves mejor sin ella. —poco a poco fue desabotonándola. Ella se dejó hacer pero no sin antes avisarle que tenía que marcharse—. ¿Por qué? —invadió su boca con su lengua. Se moría por besar esos labios que se encontraban hinchados por sus besos.

—Estoy... —beso— en la casa... —beso— de mis... —beso— padres.

—¿Y? —descendió para devorar uno de sus senos mientras el otro le repartía caricias con sus dedos.

—No quiero dar explicaciones.

—No las des. —dijo después de interrumpir lo que hacía sobre sus pezones—. Eres adulta, ¿no?

—Si, pero en mi casa. Mientras duerma en la casa de ellos tengo que guardar respeto.

—Eso se puede resolver durmiendo aquí.

—No. —tomó el rostro entre sus manos, y acerca su boca hacia la de él para besarlo—. Gracias, pero deseo ir a mi casa. ¿Me puedes llevar?

—Si. —doblegó ante sus deseos— Pero no sin un rapitito antes.

La dejó pasada las tres en su casa. Él había conducido todo el trayecto, aunque tuviera el derecho de exigirle a su chofer que lo hiciera por él, optó por no despertarlo. Se marchó no sin antes devorarle la boca, que se estaba convirtiendo en su total adicción, para que lo recordara el resto de la mañana y tarde hasta reencontrarse en el aeropuerto.

Conduciendo de regreso al hotel se encargó de revivir toda la velada junto aquella pelirrubia que se estaba convirtiendo en la dueña de sus pensamientos. La tuvo a su merced, tan predispuesta y complaciente. Pensó que pasaría de ella después de esa noche, pero qué equivocado estaba, reconoció. Al despertar anheló volver a estar entre sus piernas, y así lo hizo. Ahora deseaba tenerla junto a él en su cama y probar su flexibilidad con otras posiciones.

Su mamá buscó sonsacarle más información acerca de su noche con Abraham Campbell, pero fueron intentos fallidos. Le contó lo permitido y el resto lo guardó para su exclusividad. Casie al pedir una justificación sobre la hora de llegada, no obtuvo más que una respuesta que la desanimó. Pensó que seguía sin dejar el celibato.

***

—Buenos días, nena. —le susurró sobre su oído mientras se encontraba todavía abrazado a su cuerpo.

—Mmm... ¿qué hora es? —sintió sus labios sobre su hombro desnudo.

—Las siete de la mañana. —tomó la oreja de Evelot entre sus dientes y le dio un pequeño jalón que consiguió excitarla.

El renacer del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora