Capítulo 15: Amigas

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Existen momentos en la vida en la que uno no sabe si se está soñando o despierto. Aquellos no son cuantificables, no se pueden medir por escalas convencionales. Muy pocas veces somos capaces de entender la relevancia de estos en el mismo instante que ocurren, generalmente nos damos cuenta de su importancia tiempo después cuando los recordamos en noches cargadas de nostalgia, donde nos inundan los recuerdos, las sensaciones, las personas y sobre todo los amores pasados.

Una forma de detectarlos es la percepción del tiempo. Cuando sientes que corre y no lo alcanzas. Intentas detenerlo para prolongar lo máximo posible el ahora, para seguir estando y sintiendo el presente. Sin embargo no lo logras, se te escurre como agua entre los dedos y te deja sediento.

Que el tiempo sea relativo es, sin lugar a dudas, la máxima de las crueldades de la vida misma.
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La noche trascurrió fugas. Entre te amos y gemidos las horas pasaron, y aunque ambos querían mantenerse despiertos, para poder aprovechar cada segundo con el otro, no fue posible. El cansancio los llevó directamente a los brazos de Morfeo. Juntos y completos.

Cuando el amanecer finalmente los encontró, el primero en despertar fue Andrei. Se demoró algunos segundos en percatarse en donde estaba, algunos segundos más para ser consiente de los brazos que lo tenía rodeado y quizá un minuto en sentir en su propia piel el olor de su amado. Intento con todas sus fuerzas volver a dormir, para poder prolongar el sueño, para poder mantener viva sus esperanzas y no enfrentarse a la realidad de la separación, de la despedida.

Rendido, se volteó y miró a Hernán. Sus salvajes pero sedosos rulos le cubrían la cara. Dormía profundo y tranquilo. El cantante sentía que podría observarlo la vida entera. De pronto una profunda angustia se apoderó de su pecho. Dirigió su mirada al reloj el cual indicaban que eran las 7 am. El corazón se le aceleró al darse cuenta que solo quedaba 2 días para que Hernán tomase el avión el cual lo alejaría definitivamente de su lado.

Se levantó rápido pero cuidadoso de la cama. Se vistió en silencio, intentaba con todas sus fuerzas controlar el naciente ataque de pánico que lo acechaba.

"ven conmigo"

La voz de Hernán le resonaba en su cabeza. Como si fuera tan fácil, tenía una vida armada, una disquera que le había costado muchísimo trabajo construir. No podía dejarlo todo así sin más. Además también estaba su familia, sus amigos. Su círculo social y de trabajo. Tendría que empezar todo de 0, recomenzar todo. No, Andrei no se sentía capaz. Sin embargo, cada célula de su cuerpo le estaba pidiendo a gritos ignorar su lado racional y solo guiarse por su corazón, el cual con cada latido le pedía desesperado, que se fuese con Hernán.

Solo una idea tenía clara en ese momento. No podía decidir ahí, no estando al frente de Hernán. Cualquiera de las dos opciones dolía, y no quería en un futuro culpar al bailarín. El único responsable de sus acciones sería solo el mismo.

Decidido, tomó sus cosas y se dirigió a la puerta. La abrió y antes de salir miró a Hernán. Quizá esa sería la última vez que lo vería. Reingreso solo para buscar un lápiz y un papel, le dejó una pequeña nota en la almohada que el mismo había ocupado durante la noche. Y ahora si se fue sin mirar atrás.

Apenas llegó a su departamento se sacó la ropa y se metió en la ducha. En su piel había marcas claras de lo que había sucedido durante la noche. Mientras el agua acariciaba su piel podía sentir como se desprendía el olor de Hernán. Sacudió su cabeza intentando distraerse de todo eso. Lo que el necesitaba ahora era dormir, necesitaba descansar. Salió del baño, se colocó pijama. Llamó a su secretaria para informarle que no estaría disponible durante todo el día. Apagó el celular y se durmió.

Reiniciando el viajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora