3. Un demonio de mil caras.

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—Que fuerte —Evan está sentado en el borde de su cama, mirando el piso y sacudiendo la cabeza después de que le he contado todo lo que vi y lo que sucedió la noche después de que fuimos al club—. Dios, que fuerte de verdad —él levanta su mirada hacia mí y alza las cejas—. De todos los jugadores del equipo ¿Justamente Nelson? ¡Vamos, se lleva excelente con el entrenador!

—Lo sé, lo sé... es jodido —asiento, pasando una mano a través de mi barbilla—. Y él es un bastardo ¿Cómo puede hacerle eso a un hombre que lo aprecia tanto como persona y como jugador? ¡Incluso le dio un lugar donde vivir para que no tuviera que preocuparse por su renta o poco espacio! Te juro que si fuera por mí, yo...

Tuve contárselo a alguien, no podía quedarme con el secreto porque entonces explotaría. Escogí a Evan porque sé que si había alguien que no lo supiera, ese era él. Gordon o Brook pueden estar al tanto y estar en cubriendo a Nelson ya que ellos parecen ser buenos amigos entre ellos, además, han pasado más tiempo aquí, debieron haber notado que había una relación extraña entre Nelson y la señora Cox.

—¿Crees que debemos decirle al entrenador? —interroga Eva, mirándome—. No me gusta eso, no me gusta callar cuando sé la verdad y sé que lo que pasa es una mierda, el entrenador debería...

—Evan —yo resoplo—... mira, me gustaría decírselo pero ¿Qué tal si no nos cree? No escogerá entre lo que diga su esposa o sus jugadores, irá directamente con la versión de ella, lo has visto cuando ella le habla; la escucha atentamente, siempre asiente y hace lo que ella dice porque a pesar de todo, la adora tanto como a su hijo... y al parecer ya sabemos de dónde Jerome sacó lo mentiroso y manipulador.

El entrenador podrá estar avergonzado de su hijo y no pasar el suficientemente tiempo con su esposa, pero él los quiere a su manera. Siempre se preocupa por ellos, siempre cree lo que ellos dicen. Jesús, le creyó a Jerome cada vez que él dijo que no era su intención meterme en problemas, acarició su cabello y resopló pero no hizo nada al respecto. Y nadie lo culpa, es su familia, con su hijo no hay problema pero ella lo está engañando y duele un poco saberlo y no poder hacer nada.

—Podemos hacer que lo descubra —dice Evan—. Podemos hacer un plan ¡Nadie tendrá que saber que fuimos nosotros! Solo le tendemos una trampa a Nelson, lo vigilamos, cuando sepamos que está con la señora Cox, llamamos al entrenador y le decimos que, no sé, que Jerome saltó del techo o algo y vendrá corriendo ¡Y él los verá!

—¿Quieres darle un infarto al hombre? No podemos usar al chico para que él venga y sabes que no vendrá volando por nada más si está ocupado —sacudo mi cabeza—. No, yo creo que lo mejor es no meternos, este no es nuestro secreto, no es nuestra familia, no somos los que estamos acostándonos con su esposa ¿Por qué tenemos que sentirnos culpables? Dios —me desplomo junto a Evan, resoplando de frustración.

—Desearía que no me lo hubieras dicho.

—Yo desearía no haberlo visto.

—Desearía que Nelson se apegara a follar a desconocidas en fiestas de fraternidad en vez de ir por una señora casada.

—Somos dos... maldito Nelson.

Ambos nos quedamos en silencio, sintiéndonos derrotados hasta que una música fuerte viniendo de afuera interrumpe nuestras silenciosas lamentaciones. Me levanto para ver de qué se trata y abro la puerta. La música viene del otro lado de la cerca que nos separa de la piscina de los Cox; cuando salimos encuentro a Gordon, Brook, Nelson y a Bracho, uno de nuestros compañeros que está de visita, mirando sobre la cerca como si hubiera algo súper interesante del otro lado.

Nos acercamos entonces y nos asomamos.

Por supuesto que los chicos están embelesados; hay un montón de chicas del otro lado en pequeños bikinis, con vasos en las manos, riendo y bailando alrededor de la piscina o flotando en esos estúpidos inflables de colores y formas. También hay chicos pero muy pocos, como tres o cuatro de ellos, en cambio hay cerca de diez chicas incluyendo a las dos mejores amigas de Jerome. Supongo que esta es otra de sus pequeños pero salvajes reuniones en noches en que el entrenador está convenientemente fuera de la ciudad. Sé que su madre está en casa aun así, pero a ella parece importarle muy poco lo que Jerome haga.

Besar a un ángel en la oscuridad |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora