Iba en el carro con la cabeza pegada a la ventana, Donald seguro se había dado cuenta, pero como siempre no diría nada. Ya no quería seguir llorando, pero pareciera que nunca hubiera un final para ella, seguían y seguían saliendo y ella, seguía apartándolas de su muy pálido rostro, que pasaba con ella, no entendía en que momento su vida había pasado a la nada, oscuridad, vacío, mucho más de lo último, hacía mucho no reía ni sentía ganas de hacerlo, su vista perdida en quién sabe dónde, Megan estaba perdiendo las ganas de vivir poco a poco sus fuerzas desfallecían y no existía nadie en este mundo que se diera cuenta de que pasaba dentro de esa cabeza, nadie notaba siquiera sus acciones, eso pensaba ella. Sus ojos estaban hinchados, muy hinchados y sabía que le aguardaba un gran regañón y muchas preguntas, pero como siempre no diría nada, solo agacharía su cabeza hasta que perdieran la paciencia y simplemente nadie dijera nada más.
Cruzando las puertas de Industrias Collins, Regina alzo la vista, sabía que era ella y mucho más que algo no estaba bien, esa chica era muy extraña, desde que llego a esa empresa nunca la veía feliz, su mirada siempre estaba perdida y ella le causaba miedo, su mundo estaba en penumbras eso veía ella, muchas veces intento hablarle, pero como siempre y como hacía con todo o algunos, Megan la ignoraba, pero hoy, hoy algo había cambiado, la veía cansada, sus ojeras mucho más profundas, su ropa no estaba bien planchada y un poco desgastada, hoy Regina notaba que algo malo pasaría, esa muchacha no estaba bien y ella no podía hacer nada para ayudar, realmente no podía.
Como todas las mañanas, Megan le dio los buenos días y una vez más pudo notar sus ojos, camino deprisa hacia ella, con paso decidido pero con mucha pena y temor.
-Mira esos ojos muchacha, me preocupas- hablo Regina, con tono de tristeza, Megan no se atrevía a mirarla, no podría hacerlo, largaría a llorar y era lo que menos quería, que alguien sintiera lastima por sí misma, con la que ella se tenía bastaba y mucho. Pero sin embargo la miro y un suspiro de melancolía salió de la boca de aquella intrusa, se dio cuenta con esa mirada que aquella muchacha se encontraba sola y que muy a su pesar algo muy grande la atormentaba y como pensó desde un principio, ella no podría ayudarla. Megan se soltó rápidamente de su agarre y camino directo al ascensor, aun llevaba tiempo de sobra y no tuvo prisa en presionar el piso 42, miro aquel reflejo, donde estaba aquella muchacha decidida, esa joven llenada de vida, a donde se fue aquel espíritu, deseaba que desapareciera de si, quería arrancarse el alma y volver a renacer, quería volver a ser esa Megan Runess que alguna vez fue, los limites no existían, la seguridad se apoderaba de aquella mujer, la picardía y mucho más la astucia, sin decir lo atractiva y fugaz que era aun a sus 23 años de edad, pero aún más cuando fue volviendo a la realidad se dio cuenta, que aquella mujer solo fue un recuerdo sutil, o quizás un alma de otra época que había dejado esos recuerdos gravados en su mente, y como si fuera poco, con el aviso del ascensor de haber llegado al piso requerido, volvió a la realidad, su realidad.
Se sentó en su escritorio y encendió el ordenador, no había mucho trabajo hoy, ayer ella se había quedado hasta tarde adelantando trabajo de la semana, siempre lo hacía, no podía evitarlo, era una trabajadora eficiente, claro que lo era el Sr. Robinson se lo decía todos los días y ella le agradaba mucho ello, lo quería demasiado, lo sentía como un padre y el a ella como una hija, pero lastimosamente, aun con el dolor en su alma, aquel viejo no podía hacer nada por ella y mucho menos si ella no se lo permitía, la había respetado desde siempre, desde que la encontró esa noche saliendo de la oficina, en aquel momento en que la subió a su coche y la llevo a casa, aun mas cuando consiguió ser su tutor legal y agregando los años que pasaron para que Megan le contara lo que había sucedido en su vida, no quería atosigarla, el solo espero a que ella confiara y se abriera a él, y estrecharla en un muy tierno abrazo lleno de amor y comprensión y también de miedo, entendió que estaba dañada, y por más opciones que le dio y ayuda brindada en aquel momento, Megan estaba dañada, y sentía un muy profundo odio por sí misma, odio que termino consumiéndola y dañándola por dentro, construyo una barrera dentro de sí, una en la que ni siquiera ella reinaba y eso, lo hacía alejarse más, teniéndola ahí cerca.
Las puertas del ascensor de volvieron a abrir y el viejo apareció, lucia elegante como solo el podría serlo, un traje azul oscuro lucia su cuerpo y una corbata roja le daba el toque final, a Megan se le iluminaron los ojos y una sonrisa muy pequeña pero significante se asomó en su rostro, el viejo la miro y también le devolvió la sonrisa, se acercó a ella y la estrecho en un cálido abrazo, de esos que solo el sabia darle y que ella necesitaba diario, el la ataba a este mundo, mantenía una pequeña chispa en su interior encendida muy pequeña pero ahí estaba, ella lo miro detenidamente, sus ojos azules y las pequeñas arrugas a su costado ya por la vejez, su cabello blanco y su sonrisa sincera, transmitía paz y seguridad, era lo que más amaba de venir al trabajo y de las mañanas, podría pasar todas las noches en penumbras pero ver esos ojos y recibir esos abrazos todos los días, cada mañana le daban algo de vida, ella no lo sabía, pero el sí.
-Pero que hermosa este día Meg- le dijo, como todos los días un cumplido salía de esa vieja boca y un guiño para sacarle una pequeña sonrisa, ese diminutivo que solo el usaba le gustaba, recordaba porque se lo había puesto.
Una vez viendo un partido de beisbol y tras haber apostada, el viejo había ganado y se paró en su sillón bailando y gritando que él era el mejor.
-Te toca hacer la comida Meg- dijo si más, ni siquiera lo pensó, la emoción le había ganado, ella abrió los ojos sin más y algo pensativa pregunto.
-¿Cómo me dijiste?- el enseguida paro aquel baile penoso y con cuidado de no hacerse daño se bajó del sillón
- ¿Meg?, lo siento lo siento- empezó a disculparse, ella sonrió negando con la cabeza y lo tomo de las manos
– Me gusta- dijo mirándolo a los ojos, y así había quedado para toda la vida desde ese día.
El viejo la miraba perdida en sus pensamiento sabía que algo la estaba molestando, algo la seguía dañando por dentro pero no quiso preguntar ni mucho menos decir nada, le dio un tierno beso en la frente y se adentró en su oficina, sentando en esa silla cómoda de cuero, una pequeña lagrima se asomó en su rostro pero la retiro de inmediato, su pequeña estaba muerta en vida, se estaba alejando de él, lo noto en aquel abrazo, ella estaba fría y aunque sabía que eso la mantenía atada a él, seguía estando fría y eso le causaba mucho daño. Tenía 14 años cuando la encontró ahí afuera, el cielo se encontraba triste y lloraba, al igual que esa niña y le rompió el alma desde ese primer día, salió corriendo y con sumo cuidado se quitó el saco y se lo puso a ella, la abrazo a sí mismo y la metió al auto, ella solo lloraba y no se opuso. Desde aquel día sin haber una razón de peso, se juró a si mismo cuidarla sin importar que tan difícil se lo presentara la vida y ella misma, la protegería con su vida.
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Este es nuestro hermoso comienzo, apenas estamos dándole sentido a esta historia, espero y me regalen mucho amor y voten por esta historia y me regalen muchos comentarios, gracias por su apoyo.❤🐼
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Renacer
RandomSe podría vivir cuando se está ahí, hundida en aquel hueco profundo, cuando un vacío gigante la arropaba, cuando sus fuerzas decaían, cuando ella misma se crucificaba sin razón alguna, sin pedir ayuda, sin dejar que la ayuden, ella caía pero el viej...