La esperanza de Filguí

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La madre de Piaerí, Sía, había conocido a un hombre en Tusluth. Ella se enamoró perdidamente de él y al poco tiempo quedó encinta. Perdió ese primer bebé. Ella no podía superarlo y ambos se mudaron a un pequeño pueblo asentado en un valle lejano y aislado.

Algunos años después volvió a quedar embarazada. Su esposo, que había partido para explorar las montañas de la gran Cordillera del Sur, jamás regresó.

Ella dió a luz a una bebé fuerte y sana a quien nombró Piaerí. Por algunos meses vivieron tranquilas, hasta que una noche alguien vio luces extrañas provenientes del interior de la casa de la mujer citadina. La gente del pueblo, ignorante y temerosos de vivir junto a una bruja, pronto tramaron un plan para capturarla. Sía se dio cuenta de esto y huyó. Se dirigió a la Gran Cordillera del Sur.

Desgraciadamente su viaje resultó ser un suplicio. Uno de los nuestros encontró su cadáver semienterrado en la nieve; de la bebé, ni rastro. Supusimos que Sía te había entregado en algún pueblo, pero a pesar de nuestras insistentes indagaciones, no podíamos encontrarte.

- No fue sino hasta hace unas horas que por casualidad escuché una conversación bastante interesante. Una pareja hablaba con un tendero en Río Angosto sobre una niña que habían acogido hacía algunos años. Un familiar lejano de ellos, proveniente de la región de la Gran Cordillera del Sur, más específicamente de Paso de la Roca, los había visitado para pedirles que cuidaran de su hija adoptiva. Entonces la mujer dijo que la niña poseía rasgos peculiares y distintos, aquello enseguida capturó mi atención.

- ¿Y cómo sabe que yo soy quien dice buscar?

- Por qué eres idéntica a Sía.

Al amanecer, una vez que el sol bañó con sus cálidos rayos aquella tierra, Piaerí y Taus partieron hacia el sur. Ella con el espíritu triste y confuso, él con la última esperanza de Filguí.