Abel

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- ¿Oly? ¿Estás bien? ¿Pasa algo? - me pregunta Abel.
- Sí, cariño, estoy bien.
- ¿Segura? Te noto rara, incluso diría que estás pálida, como si hubieras visto un fantasma.
- Es la cara que se me pone cada vez que te veo desnudo, porque es algo paranormal lo que tienes ahí abajo - contesto divertida.

Y no estoy mintiendo. La verdad es que Abel es un chico que está muy bien dotado. Y no sólo eso, su pelo negro y sus ojos marrones me tienen loca. Y eso que yo siempre había dicho que me gustaban los rubios de ojos verdes... Pues toma, me he enamorado de un moreno con ojos marrones. La verdad es que Abel me encanta: sus ojos, sus abdominales (que no es que tenga muchos porque no le gusta ir al gimnasio, pero a mí no me importa), sus piernas musculadas por las horas de ciclismo que hace por el monte, pero sobre todo su entrepierna. No es que haya estado con muchos chicos antes de estar con Abel, pero es que eso es monstruoso. Y no sólo eso, lo mejor es que lo usa muy bien.

Jen siempre dice que qué suerte tengo con Abel, que encima de estar bien dotado, sabe cómo manejarla. La verdad es que Jen ha tenido muy mala suerte con los hombres. "Joder, tía, es que su poya era del tamaño de un gusanito". "Maja, que por muy grande que la tengas, si no la sabes usar..." "Tía, Oly, para uno que está bien cargado ahí abajo y que la sabe usar, coge y se corre a la mínima que me muevo". Y podría seguir con un largo etcétera de las perlitas que suelta Jen cada vez que se acuesta con un hombre.

Para Jen hay cuatro tipos de hombres:
1. Los que la tiene pequeña.
2. Los que la tienen grande pero no la saben usar.
3. Los que la tienen grande y la saben usar pero no aguantan un polvo como Dios manda.
Y 4. Los que son dioses del Olimpo porque la tienen grande, la saben usar y encima aguantan los asaltos que tú quieras. Ella dice que todos los de este grupo son gays, porque sino no se lo explica.

Pero Abel no es de esos. Abel no la tiene pequeña, la sabe usar (y muy bien, para qué nos vamos a engañar) y no es gay. Conclusión: me ha tocado la lotería con él.

Al margen del físico, Abel es otras muchas cosas: es atento, divertido, cariñoso y me ha salvado. Sí, me ha salvado "en todos los aspectos en que puede salvarse a una mujer", como dicen en Titanic.

Hace 6 años, cuando empezamos la relación, yo estaba sumida en una anorexia nerviosa muy severa. Apenas comía y lo poco que comía, lo vomitaba. No tenía nada de amor propio (y a decir verdad, a día de hoy sigue brillando por su ausencia) y en más de una ocasión pensé en quitarme de en medio porque creía que nunca nadie me querría. Cuando empecé con la anorexia yo mantenía una relación con Ciro, que qué decir, obviamente no me ayudó nada; es más, me hizo la vida más difícil todavía haciendo comentarios del tipo "qué buena está esa, a ver si bajamos un poco de culo para parecernos más a ella, ¿eh?". Antes he mencionado que Ciro y yo tuvimos muchas idas y venidas. Pues bien, una de esas idas fue cuando me decidí a contarle por lo que estaba pasando. Su respuesta fue: "madre mía, sinceramente, paso de estar con alguien que está vomitando cada dos por tres. Deberías ir a un psiquiatra porque eso es de no estar muy cuerda". Sí, con cada palabra que decía me sumía más en la mierda.

La verdad es que a día de hoy sigo dando las gracias a los astros por haberse alineado aquel 14 de febrero para que Ciro decidiera dejarme, porque gracias a ello pude empezar mi relación con Abel y pude ver que el amor no es sólo sexo, que en el amor hay que apoyarse y estar ahí en lo bueno, en lo malo y en lo peor.

El infierno sobre míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora