El señor boca grande.

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Thomas Stanley Holland se recuerda así mismo como un niño de siete años de edad.

Padecía de Monocleurosis, por lo que su estado de salud era permanente delicada. E Bajito, sumamente delgado y con sendos anteojos sobre sus hermosos ojos oscuros, era muy buen chico.

Su padre como comediante  usualmente se requería su presencia en varias ciudades; por lo tanto, no podía pasar ni un año sin que toda la familia se tuviera que mudar, a esto unuamosle la condición de Thomas que vivía entre libros, ser amante de la lectura no tiene nada de malo, solo que...Thomas  o "Tom" como le decían de cariño no tenía ni un solo amigo, causa de esto el trabajo de su padre.

Él padre era muy buen hombre y se sentía mal al ver que su hijo crecía enfermo y solitario, así que se sentó con su hijo y le dijo que esa era la última vez que se iban a mudar, que luego de Salta se irían a otro lugar pero por última vez. El niño no pudo hacer otra cosa más que aceptarlo, él realmente no culpaba a su padre por su soledad.

Cierto día, este chico salió bien vestido a pasear por el parque cerca de su casa. Ya estaba anocheciendo, cuando aparece frente a él un personaje mucho más bajo que él, muy rechoncho y con una boca que iba de oreja a oreja. No era una persona normal, de hecho, estaba muy lejos de ser una persona. Tenía un aspecto muy grotesco, pero de lejos lo peor era la boca, ya que cada vez que hablaba, parecía que movía la cabeza entera, sin embargo Thomas como el niño educado que es y tan ajeno al mundo exterior decidió no juzgarlo.

Este individuo se  presento así mismo como "El señor Bocagrande" su aspecto no era mejor sin embargo era muy amigable, al menos, le hizo sentir tranquilidad.

Él  señor bocagrande empezo a preguntarle cosas simples "¿Cuántos años tienes? ¿Cuál es tú color favorito? ¿Te gusta tal programa de televisión?" entre otros.

Más adelante y ya ganada un poco la intención del niño se atrevió a preguntarle cosas que uno no pude preguntarle con tanta desfachatez a un niño. Le preguntó su nombre, donde vivía, que hacían sus padres, entre otras más.

Ambos se sentaron en un árbol, hablaron mucho, y el señor Bocagrande le dijo que él pertenecía a un Reino Mágico. También le dijo que no les dijera nada a sus padres porque no le iban a creer, porque solo se les aparecía a los niños y a los ancianos, de todas maneras el joven Thomas no tenía la intención de hablarles de su nuevo y extraño amigo, porque ciertamente no le iban a creer por demás decir del regaño gratural que ganaría por parte de sus padres por hablar con extraños.

Pasaron las horas y Thomas se fue a casa muy contento y muy extrañado.

Eventualmente el señor Bocagrande comenzó a aparecérsele cada vez que se quedaba solo, y esto era de noche en la casa; salía de debajo de la cama y le explicaba que tenía poderes mágicos y por eso podía hacerlo. Por lo general charlaban y charlaban, se la pasaban charlando hasta altas horas de la noche durante las vacaciones, en temporada de escuela el señor bocagrande prefería respetar las horas del sueño de Tom para que este no fallará en sus estudios.

Una noche el señor Bocagrande le preguntó.

- ¿Quieres que siga viniendo, no te molesta?- Y el chico ya convencido de que se trataba de un ser mágico, le dijo que sí.

Así que el señor Bocagrande lo visitaba todas las noches y aparecía debajo de la cama, siempre con una sonrisa inmensa, cosa que Thomas ignoraba, tenía un amigo, estaba felíz y ya no estaba solo.

Pero una noche, las cosas cambiaron. El señor Bocagrande, sentado en una silla frente a la cama, le dijo:

-¿Quieres ver algo interesante?- el castaño lo miro con cierto resquemor pero le  contestó que sí- Levántate de la cama y acompáñame- le dijo al chico, lo agarró de la mano, lo llevó hacia la ventana- Mira lo que voy a hacer- advirtió y se lanzó desde el 2do piso, cayó de trasero en el suelo y volvió a rebotar hasta arriba.

El niño rió a carcajadas, completamente complacido hasta el momento en que el señor Bocagrande interrumpio el júbilo

-Haz lo mismo. Tírate de la ventana como lo hice yo- la sonrisa del castaño se borró al instante y en un acto muy hermoso, muy perfecto e inteligente le constesto-.

- No, yo soy un ser humano. Yo no puedo hacer lo mismo- el señor Bocagrande frunció la ceja expectante-.

- ¿Cómo que no puedes hacer lo mismo? Si tú quieres lo vas a hacer, ¡hazlo!- insito pero Holland  sabía en el fondo que no podía hacerlo, porque aunque lo quisiera, no iba a sobrevivir de un 2do piso-.

-No- le dijo con un poco de pena, tímido y asustado de que su amigo ya no le quisiera más-.

Al recibir tantas negativas, el Señor Bocagrande cambió de rostro completamente y lo miró con una rabia enorme, asustando aún más  a Thomas.

El señor bocagrande enfarruñado se marchó. Estuvo sin aparecer 3 días y el chico estaba más asustado, que dolido. El duende volvió a aparecérsele 3 días después, y sostenía en las manos varios cuchillos de la cocina.

El señor Bocagrande comenzó a hacer malabarismos con los cuchillos perfectamente, luego de un casto espectáculo se los ofreció al chico.

- ¿Por qué no lo intentas tú? - ofreció  ampliando una de esas escabrosas sonrisas-.

El niño se tuvo que negar nuevamente. Y tras largas insistencias, el señor Bocagrande volvió a poner cara de rabia, en este punto Thomas no  sabía si gritar o intentar calmar a su amigo.

El duende se tranquilizó y le dijo anuando toda la paciencia existente en su corto cuerpo- Quiero lo mejor para ti. Puedes lograr lo que quieras. Quiero llevarte a mi Mundo Mágico, porqué te quiero ¿Tú me quieres?-.

En este punto, Thomas como el niño inteligente que era ya podía preveer que las intenciones del señor bocagrande no eran  buenas.

-Sí, te quiero- le mintió-.

El último encuentro con el duende se dio fuera de la casa, había muchos árboles y mucha maleza, y había un camino muy extraño entre ellos, más adelante un pequeño puente, que su madre le prohibía cruzar expresamente.

-¡Puedes ir a donde quieras Thomas, pero no cruces ese puente!- le había dicho con energía su madre al apenas haber llegado a esa casa que estaban por dejar-.

Y allí el señor Bocagrande socarron le dijo:

-Dame la mano, vamos juntos- dijo apacible tirando de la manita  de Thomas, aquel puente, aquella área  prohibidisima-.

El niño se negó, pero el duende ya lo tenía agarrado de la mano y tiraba de él con extraoridinaria fuerza...en ese momento Thomas deseo ser más grande, más fuerte, no estar enfermó.



Él ahora adulto Thomas cuenta que tiene una gratitud muy grande con el padre, pues  este le salvó la vida; puesto que cuando lo llamó desde la ventana, el duende se esfumó tan rápido como había aparecido; y el niño muy agradecido, corrió hacía la casa, nunca fue muy apegado al padre, siempre fue muy apegado a su madre, pero desde entonces su padre se volvió más un héroe para él.

Desde ese entonces procuró tener una relación más estrecha con su padre, pero nunca le dijo porqué, trataba de pasar más  tiempo con sus padres incluso a la hora de dormir inventaba cualquier cosa para dormir con ellos, él ya no quería que lo visitase el Señor Bocagrande, que ya se había convertido en una visita siniestra, Thomas habrá sido joven pero no estúpido.

Finalmente, el chico se mudó. Y cuando ya estaba en el auto rojo carmesí de su madre, alejándose de la casa junto al camión de mudanza, por nostalgia, trauma o necesidad,  se giró hacía la casa y lo último que vio al girar la cabeza y ver en el cuarto donde él dormía, era aquel ente extraño despidiéndose con tristeza desde la ventana.

Nunca más volvió a ver al señor Bocagrande...

Con el pasar de los años Thomas  enteró de dos cosas: Ese camino entre los árboles y el puente que supuestamente era el camino hacía el Reino del señor Bocagrande, no conducía hacia otra cosa más  que un cementerio, donde la mayoría, si no es que todas y cada una de las lápidas de ese lugar, pertenecían a niños.

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Adaptada, ojalá sea de su agrado.

Infinitas gracias por el apoyo  ❤

One Shots: Te Regalo Una Vida (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora