Capitulo 1

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Por la senda del bosque una figura caminaba a paso lento. El sol estaba en lo alto del día, iluminando todo a su paso. Por ello, la figura se movió al lado de los árboles para refugiarse en su sombra. Ahí, no brillaba su armadura que lo cubría por completo, ni su espada ni su escudo. Aunque a veces el saco de cuero que llevaba en la espalda se trababa con las ramas de los árboles por su tamaño y le impedía avanzar. Después de llevar caminando desde la mañana, al joven le costaba caminar, llegando incluso a arrastrar su pies. Su esperanza yacía en que al final del sendero yacía imponente un gran castillo. Hecho de roca y con banderas que hondeaban con el escudo del reino, ahí se encontraba su próximo objetivo.

Luego de subir y bajar unas cuantas colinas, por fin llego a la entrada. Antes de salir de bosque, se removió su saco y buscó algo en él. Desdoblo entonces un largo manto, que procedió a ponerse. Aquel le cubría de negro desde la cabeza hasta los pies, así al menos la gente lo notaría menos al pasar. El joven prosiguió su camino al reino, caminaba mirando al suelo sin ver a los guardias que estaban parados cada uno al lado de la entrada. Ya que ninguno dijo nada, siguió caminando, el primer inconveniente había pasado. En muchos otros castillos se le había negado el paso al menos que se quitara la armadura que llevaba puesto. Negándose a toda costa, le había costado varias monedas de oro poder entrar para continuar su búsqueda.

Lo primero que hizo al pasar los guardias fue buscar provisiones. Había pasado semanas sin encontrar más que pequeños pueblos en su viaje. Busco carnes secas, pan y queso, todo lo que le permitiese continuar el mayor tiempo posible. Le gustaban los vegetales, pero las hoyas para cocinarlos eran demasiado pesadas y ya con la armadura era suficiente peso. Lleno los tarros que cargaba con sidra de manzana. Del agua al menos no tendría que preocuparse pues los ríos eran abundantes. Una vez que se hubo llenado, continúo a la verdadera búsqueda.

Había preguntado en diferentes lugares mientras se abastecía y todos le habían recomendado a una famosa chamana que vivía cerca de los aposentos del señor del reino. Al llegar, tocó la puerta con sus nudillos. El del metal golpeando contra la madera de la puerta rápidamente hizo eco en la casa.

­-Está cerrado hasta la noche, ¿cuantas veces tengo que decirlo? -La voz de una anciana provenía desde detrás de la puerta, cortándose al final como si estuviese cansada.

-Vengo desde muy lejos por sus servicios, todos en el reino me la han recomendado, esperaba pudiese verme lo antes posible.

-¡Ven en la noche como los demás! Aparte suenas como un niño apenas, ¿Qué podrías ofrecerme tú por mis servicios?

-Si el pago es lo que la molesta -dijo el joven, sacando una bolsa desde su saco y haciéndola sonar, el ruido de un montón de monedas era inconfundible.- Tengo suficiente para garantizar sus servicios y una buena propina.

-¿En que podría ayudarte? -De golpe la puerta se había abierto, para mostrar a una anciana de baja estatura con una sonrisa de oreja a oreja. Aquello, en vez hacerla parecer más amigable, tan sólo dejaba notar los pocos dientes que le quedaban.- Pasa pasa, ¿te gustaría un poco de te?

La anciana tuvo que salir para poder dejar entrar al joven, que ocupaba casi todo el espacio del pequeño pasillo de la casa con su saco. Una vez adentro, él se sentó frente a una pequeña mesa de madera, que tenía encima un montón de frascos de vidrio con sustancias de diferentes colores. Antes de que pudiese tomar uno para examinarlo, la anciana se mostró enfrente de él con una taza que destilaba humo. Él la tomo, para ello se quitó el guantelete de metal que cubría su mano dejando solo el de cuero. Abriendo un poco su casco, pudo tomar sorbos de una bebida agria. Su expresión era de nauseas, que se ocultaban de la anciana dentro del casco. Se tomó todo de una vez, para no tener que aguantar aquella tortura. Ella le esperaba con aquella sonrisa una vez que hubo terminado para volver a hablar.

-Entonces muchacho, ¿cuál de mi servicios puedo ofrecerte? -La vista de la anciana iba del joven a la bolsa y viceversa.

-Busco a alguien que pueda deshacer un hechizo -el muchacho, se estaba ajustando el guantelete pero aquello lo decía como si fuese lo más importante del mundo.- ¿Puede hacerlo?

-¿Qué si puedo hacerlo? ¡Por supuesto que sí! Dime qué tipo de hechizo es, ¿te lo hicieron a ti, a un familiar o a un lugar? Si es a un familiar tendrás que traérmelo, y si es a un lugar, deberás pagar la mitad del servicio antes de realizarlo, y claro todos los costos de viaje. ¿Decías que vienes de muy lejos? Si es así el costo sería mucho mayor, y cada día tendrá un costo, pues estaría perdiendo todos mis trabajos acá. Pero vamos, dime que es. -La voz de la anciana parecía emocionada, pero lo único que podía mirar ahora era la bolsa.

-Es todo un reino, bueno, es más una aldea grande. No se podría comparar al tamaño de este reino. Estoy dispuesto a pagar cuanto crea conveniente, cuando cree que podríamos irnos.

-Espera muchacho, ¿cómo así que todo un reino? -La mirada de la anciana por fin se había alejado de la bolsa, mirando muy confundida al joven.- Tenemos que ser serios, si es que voy a dejar mi casa, sé que eres joven, pero aun así no permitiré que me tomen como chiste.

-Es tal como oye, busco remover el hechizo de toda mi aldea. Desde años nos vemos afectados sin poder salir, por lo que me preguntaba si usted puede hacerlo.

- ¿Cuál es el nombre de tu reino? -La voz de la anciana era pagada, se inclinó hacía el joven, intentando encontrar sus ojos entre la cerradura de su casco.

-Se llama Vaquint, pero no creo que haya escuchado oír hablar de él, como de...

-Lo siento muchacho, pero me temo que no podré atenderte. Te cobraría por el té, pero si me haces el favor de irte lo antes posible lo veré como un regalo -la anciana se levantó de la mesa y se dirigió al pasillo que daba a la puerta por donde habían entrado.

-Disculpe, no entiendo...

-¡Sal por favor! No hay ayuda que pueda ofrecerte, y dudo mucho que alguien en este reino pueda hacerlo -con la puerta abierta esperando que se fuera, el joven se retiró. La puerta se cerró con un fuerte sonido detrás de él. No es que no entendiera en realidad, llevaba dos meses buscando y todos sus encuentros habían sido iguales. No sabía las razones ni nunca se tomaban el tiempo de explicarlas. Los ancianos lo echaban del lugar tan rápido como podían, los jóvenes pedían que se quitara la armadura, y al ver su piel todos terminaban rechazando.

Aún quedaban lugares que le habían sido mencionados brevemente en el pueblo. Algunos curanderos o chamanes que quizá podrían ayudarlo, pero que no tenían el renombre de la anciana que había visitado. Fue ellos sin esperanza de que algo sucediese en verdad. Algunos fueron más violentos que la anciana, o intentaron venderle una sal que podría rociar en su pueblo para alejar las malas vibras, pero todo fue en vano. Todos se rehusaron a ir con él o explicarle tan siquiera el porqué. La tarde se pasó rápido. Al anochecer, busco una posada cerca de la ciudad. Aunque aún faltaba mucho para el festival de primavera, la posada que encontró no estaba del todo vacía, incluso el salón principal se llenó un poco a la hora de cenar. Muchos parecían estar interesados en un evento de mañana por la mañana. Deseaba partir pronto para ir a la siguiente ciudad, pero como muchos estaban emocionados decidió quedarse un poco a ver qué tal era.

La BrujaWhere stories live. Discover now