Capitulo 2

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La posada era muy tranquila a pesar de albergar varios visitantes. Después de una pareja de músicos tocaron unas canciones, a pesar de haber escuchado el ritmo muchas veces antes, la letra siempre parecía cambiar de lugar en lugar. Cuando hubo terminado, se fue a acostar. Su habitación se encontraba en la tercera planta, con una ventana que daba a la plaza. Era tedioso quitarse toda su armadura, pero una vez que lo hizo, en la oscuridad de la noche, su piel parecía como la de cualquier otro individuo. Al menos acá estaría más cómodo que en el bosque, sin ser prisionero de aquella jaula de metal.

En la mañana el sol que entraba por la ventana le despertó. Al observar a través de ella, vio que varios carros se encontraban en la plaza, todos cubiertos por un manto blanco. Aquello debía ser el espectáculo que todos esperaban. Ya que los baños eran comunales, decidió ponerse toda su armadura y bajar a desayunar. Cuando hubo terminado, preguntó en qué momento se realizaría el acto. Al enterarse que sería hasta en la tarde, decidió ir a visitar unos cuantos lugares que quizá tuviesen información de lo que buscaba.

La mayoría eran lugares que vendían rarezas a los turistas o librerías con libros que vendían pergaminos para alejar lo que uno temiese. Sin embargo, había un libro bastante viejo, cubierto con cuero rojo que llamaba mucho la atención. No era especial en particular, y mucho de él estaba escrito en un lenguaje extraño, pero ciertos pasajes resultaban entendibles para el muchacho. Intento preguntar al librero si entendía pero con una amenaza de compra o vete, decidió llevárselo para preguntar a alguien en la próxima aldea.

Antes de llegar a la posada, pudo ver que se encontraban muchas personas reunidas alrededor de la plaza. Ya era incluso muy difícil poder observar los carros que había visto esta mañana. Antes de ir a echar un vistazo, se dirigió a almorzar, pues sería su última comida antes de marcharse del reino. Aun cuando comía, no dejaban de entrar personas y hablar del evento, e cuanto habían esperado o lo mucho que los dirigentes habían tardado en llegar. Como el joven estaba sentado muy lejos para escuchar bien, decidió acabar rápido y ver la razón de toda la emoción. Al principio le fue difícil pasar por su mochila, pero una vez que estaba frente al espectáculo, se llenó de horror.

Aquello que le habían parecido carros durante la mañana, eran jaulas de metal con ruedas. Detrás de los barrotes, se encontraban personas de todas las edades y colores. Todos vestían trapos blancos, que apenas les cubrían. Muchos se miraban sucios y con marcas de golpes visibles en el cuerpo. Algunos parecían no comer desde hace ya varios días. Las personas a su alrededor estaban todos mirando a las jaulas con asombro. Muchos sonreían y gritaban, alababan a los dirigentes, o les gritaban que se apuraran.

-¡Y se nos va! -Gritaba un hombre que vestía con ropas finas en el centro de la plaza a través de un cuerno.- Nuestro próximo espécimen será un hombre joven traído de las islas del norte. ¡Contemplen que a pesar que lleva tiempo sin comer aún conserva sus músculos! Con este cuerpo, el joven sin duda puede serles útil en lo que deseen. ¡Empezaremos con 30 monedas de oro!

Las personas rápidamente empezaron a levantar sus manos haciendo sonar sus bolsas de dinero. Mientras más personas eran, más subía el precio. El joven había escuchado de esclavos en otros lugares, pero esta era la primera vez que veía aquello tan de cerca. Intento alejarse pero por más que quería, las personas de atrás lo empujaban, nadie quería perderse lo que sucedía. Miro a sus lados para ver si alguien al menos sentía lo mismo que él, pero todos parecían hipnotizados con euforia. De repente, una joven dentro de una de las jaulas empezó a hacer señas. Nadie parecía prestarle atención a lo que hacía, pues todos estaban pendientes del hombre en el centro de la plaza.

Las manos de la joven se movían desde su cintura, yendo hacia arriba y volviendo de un solo hacia abajo. Él no sabía cómo interpretar aquello, tan solo quería irse de ahí. Ella al ver esto le apunto a él con su dedo, y empezó a repetir las señas de forma más rápida. El joven toco su espada, a lo que ella asintió y continúo repitiendo sus movimientos. Aunque quisiera, el joven dudo, no podía tan si quiera recordar cuando era la última vez que había desenvainado su espada. Empezó a tomarla del mango, sosteniéndola un rato y soltándola sin saber qué hacer. Ella con una expresión exasperada, unió sus manos y de pronto un pequeño destello rojo emano de ellas. Alejando lentamente sus manos, la llama creció un poco. Alojando el pequeño fuego entre sus dedos, apunto al hombre en el centro de la plaza mientras hablaba con el cuerno y disparo. La ropa del hombre se prendió en llamas de un momento a otro. Justo frente a los ojos del joven había ocurrido un acto de magia. Justo frente a sus ojos se encontraba una bruja.

La BrujaWhere stories live. Discover now