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Marcos y yo nos conocíamos de toda la vida, y no es una expresión, siempre hemos sido vecinos, vivimos pared con pared y como nos llevamos apenas 4 meses de diferencia nuestras familias se hicieron amigas, íbamos juntos al parque cuando éramos bebés, empezamos en el mismo jardín de infancia donde compartíamos clase y, cuando hubo que pasar al colegio también nos tocó el mismo y pasó lo mismo con el instituto... y siempre en la misma clase; creo que no he compartido tanto tiempo ni con mis padres.

Como os decía hemos pasado toda la vida juntos... y nunca nos hemos llevado bien. En el jardín de infancia me tiraba piedras, me empujaba... raro era el día que no acabábamos tirándonos de los pelos, y casi siempre perdía yo. En el colegio él y su cuadrilla de compinches me tenían martirizada, fingían que yo olía mal y hacían un escándalo en pleno patio para que todo el mundo se riera, me insultaba, hasta llegó a cortarme el pelo en plena clase cortando por la mitad la trenza que llevaba... nunca más me he hecho una trenza... nunca.

Ya debería estar acostumbrada a él, era como si el objetivo de su vida, lo único que le hacía feliz, era hacerme sufrir a mí. El instituto no mejoró las cosas, no dejaba pasar la oportunidad de dejarme en ridículo delante de todo el que pudiera, aunque la verdad es que últimamente parecía haberse suavizado un poco; tenía más cosas en la cabeza. Ya teníamos 16 años y eso suponía que yo había dejado de ser su principal tema de atención, ahora parecía que su principal tarea era ligar... y debía de querer batir un record...

Yo era todo lo contrario, aún no me había decidido a salir con nadie, ni a liarme con nadie, ni a besar a nadie... siendo justa, decir que no me había decidido sería mentir; nadie me lo había pedido y yo tenía tanto miedo de que me dijeran que no, que jamás me había ni insinuado a nadie. Además, el hecho de ser una paria para el chaval más popular de mi curso no ayudaba mucho... Dios, como le odiaba... él lo tenía todo, siempre había sido popular, era guapo, simpático, bueno en los deportes, listo... y yo, me había pasado la vida a su sombra, siendo una burla para él. No era justo.

–¡Ey! Espérame, ¿tienes hecho el resumen del libro de lengua? –Marcos apuró el paso para alcanzarme en mi camino de vuelta a casa desde el instituto.

–Vete a la mierda.

–Oye, oye, ¿qué te pasa? Hoy no me puedes decir nada, Ann, hoy te he ignorado toda la mañana... a lo mejor es eso, en el fondo te gusta que me meta contigo, ¿no? –se rió mientras apuraba el paso para intentar seguir mi ritmo que era cada vez más acelerado.

–En serio, déjame en paz, no tengo el trabajo y aunque lo tuviera no pensaba dártelo, sólo quiero que te largues y me dejes llegar a casa tranquila.

–El caso es que eso no depende de ti, sino de mí, y no me apetece volver a casa solo, así que voy a volver contigo –sonrió y me pasó el brazo por los hombros –y alegra esa cara un poco que no es bueno estar tan amargada a tu edad, así no vas a conseguir nunca a nadie a quien besar.

–¿Qué? –me quedé clavada en el sitio, a qué venía eso, cómo podía saberlo...

–Jeje, confirmado, así que por eso tienes ese carácter –No dejaba de reírse y mi furia iba en aumento.

–Eso no es de tu incumbencia, ¿de dónde lo has sacado?

–Las chicas habláis un montón y no sois nada discretas, sólo tuve que preguntar a una de mis líos, porque yo sí que me lío con gente –y volvió a reírse abiertamente, para él todo aquello no era más que otra de sus bromas a las que no les daba ninguna importancia, creo que para él se podía decir que éramos hasta amigos.

–Bueno qué más da, sólo tienes una bala más para usar contra mí.

–Venga Ann, vas a acabar dándome hasta pena, no soy tan malo contigo; además te voy a hacer un favor, voy a permitir que me beses. –De un salto se puso frente a mí con los ojos cerrados y los labios poniendo morritos. Le di una bofetada, más fuerte de lo que me esperaba. –¡Auch! Joder, como te pasas, luego soy yo...

–Perdona, no quería darte tan fuerte –la cara se le estaba poniendo roja y me pareció que hasta podía verse la marca de mi mano, me empecé a sentir fatal.

–Que daño... –se estaba frotando la cara con la mano, pero levantó la vista para mirarme y cambió de actitud –va venga, da igual, no hace falta que te pongas a llorar ni nada de eso, que no eres tan fuerte –sonrió me volvió a pasar el brazo por los hombros y siguió andando hacia casa, lo que me hizo seguir a mí. –Pero en compensación deberías ayudarme a hacer el trabajo de lengua, no me ha dado tiempo a leer el libro, ya sabes estaba por ahí pasándomelo bien, enrollándome con chicas y esas cosas, ya sabes... bueno no, no sabes –y otra vez risas. –¿Quedamos esta tarde en tu casa?

–No te he dado tan fuerte como para tener que hacerte el trabajo. –Protesté.

–Ya, ya, por eso sólo te voy a pedir que me eches una mano, bueno da igual, me paso por tu casa a las 5, si total ya sé que no tienes nada que hacer.

Hasta intentando ser amable para pedir favores era cruel... pero también tenía razón yo no tenía nada que hacer, no solía quedar mucho por las tardes y menos entre semana. La verdad que, aunque no era un planazo al menos era un plan y estaba un poco emocionada por tener algo que hacer.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora