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Pasó el fin de semana, aburrido como todos, y volvió a llegar el lunes; el instituto me asustaba, después de mi bronca con Marcos me esperaba algo así como trampas al estilo Carrie esperando a mi llegada... pero no fue así, todo parecía normal, no nos dirigimos la palabra pero no había nada más normal que eso. Y así pasó toda la semana, sin dirigirme la palabra. Volvió a llegar el fin de semana, para la mayoría de los adolescentes no hay nada mejor que el fin de semana, para mí suponía el inicio de mis dos días de encierro. Estuvimos sin hablarnos durante dos semanas más... la cosa ya no era normal, no se burlaba de mí y debería estar feliz por ello pero la verdad es que, desde que me ignoraba me sentía aún más sola; apenas tenía amigas y eran más bien compañeras de clase, la mayoría de las cuales me daban de lado porque el deporte oficial en mi clase era intentar ligarse a Marcos y como yo no le caía bien pues... al parecer ser mi amiga quitaba puntos.

Las cosas cambiaron gracias a nuestros padres, los padres de Marcos decidieron irse a pasar diez días de vacaciones a Mallorca para celebrar su aniversario de boda y les pidieron a mis padres que Marcos pasara ese tiempo con nosotros en casa, claro mis padres no tuvieron ningún problema y ni siquiera lo consultaron con nosotros así que, Marcos iba a ser nuestro invitado... justo ahora que las cosas estaban tan tensas, era lo que menos me apetecía del mundo. Antes sabía lo que podía esperar de él, burlas, mofas e insultos... pero ahora... era difícil prever que iba a pasar y eso me preocupaba.

Al parecer Marcos tenía las mismas ganas que yo de quedarse en nuestra casa, según él no tenía por qué irse de su casa, ya era mayorcito y esas cosas; pero a sus padres no les convencía la idea de dejar a un chico de 16 años solo durante 10 días así que no tenía más opciones. El jueves se instaló en mi casa, más aún, en mi cuarto, a mis padres no parecía preocuparles dejar que durmiéramos en la misma habitación, yo en mi cama y él en una cama supletoria... que bien me conocían...

Como cada mañana me duché, me vestí y desayunamos todos en la cocina, pese a la presencia de mis padres fue muy tenso. Y el camino al instituto ni te cuento, él apuró el paso y fuimos hasta el instituto con una distancia de unos cuatro metros entre nosotros.

La hora de la comida no fue mejor, pero el momento que más me preocupaba era cuando mis padres se iban a trabajar, a las cuatro en punto mis padres salían por la puerta y no volvían hasta las nueve. No sabía cómo iba a pasar la tarde con alguien que no me hablaba. El caso es que no tuve que preocuparme porque si mis padres se fueron a las cuatro, Marcos se fue a las cuatro y cinco y no volvió hasta las nueve menos diez... conocía el horario de mis padres tan bien como yo.

Y otra vez lo mismo, cena sin hablar, una horita delante del televisor sin mediar palabra y a la cama. La situación era peor de lo que me había supuesto, estaba haciendo caso a mis palabras, me estaba ignorando, pero del todo.

–Buenas noches –fue lo único que me atreví a decirle en todo el día, y no le eché valor hasta que las luces no estuvieron apagadas. No hubo respuesta.

La misma escena del día anterior se repitió el viernes, sólo que esta vez decidí cambiarla, esperaría a que se fueran mis padres a trabajar por la tarde para hablar con él e intentaría que me perdonara y que volviera a hablarme. Así que cuando se fueron le dije:

–Oye, Marcos, ¿te importa si hablamos un rato antes de que te vayas?

–Tengo prisa, he quedado.

Esto iba a ser complicado, estaba muy enfadado al parecer no tenía pensado escucharme, pero como estamos en la era de la tecnología aproveché que mi saldo del móvil estaba casi intacto para enviarle un mensaje:

16:22 Ana Móvil

Siento mucho lo que te dije, no quería que pasara esto... pero ahora eres tú el que está siento un poco exagerado ¿no? Perdóname por favor.

Pero no obtuve respuesta, nada, pasaba el tiempo y me iba poniendo más nerviosa. Cogí varias veces el móvil y empecé a escribirle nuevos mensajes pero me paré antes de enviarlos, sonaría demasiado desesperada y no lo estaba, o eso creía. La verdad es que no debería afectarme, al fin tenía lo que quería pero es que... era mucho tiempo el que había pasado siendo mi enemigo y ahora le echaba de menos.

Nada parecía haber cambiado, volvió a las nueve menos diez, mis padres a las nueve, cenamos en silencio, vimos la tele en silencio y nos fuimos a la cama. Yo ya no podía más, aquella situación me estaba matando, había una tensión en el ambiente que se podía cortar.

–¿Marcos?

Nada.

–Sé que no estás dormido. –Seguía sin obtener respuesta pero sabía que me estaba escuchando, no tenía otra opción en realidad. –Oye, siento mucho lo que dije, de verdad que no quería ser tan dura; no quiero que desaparezcas de mi vida, perdóname por favor.

Nada de nuevo. Os juro que intenté contenerme pero estaba tan frustrada por no ser capaz de hablar con él que no puede evitarlo, me puse a llorar.

–Ana, por favor, no llores. Es un golpe bajo.

–Lo... lo... lo siento –intenté contenerme pero al oír su voz otra vez fue todavía peor, empecé a llorar todavía más. –Gracias.

–¿Gracias por qué? ¿por hacerte llorar?

–... por hablarme...creo que lloro de emoción. –Se rió.

–Creo que eres la única persona capaz de llorar de emoción sólo porque oyes mi voz. –Se levantó de su camastro y vino a sentare al borde de mi cama para, con el dorso de la mano, secarme alguno de los surcos de lágrimas de mis mejillas.

–Creí que no ibas a volver a hablarme, estabas muy enfadado. No pensé que te enfadarías tanto, lo siento. –Volvió a entrarme la llorera, cuando ya parecía que me había calmado un poco.

–Anda ven, siéntate. –Me senté como me pidió y me abrazó. –No puedes ser tan tonta, ¿eh? No me dejes hacerte daño, yo... no me doy cuenta, nunca creí que te lo hiciera pasar tan mal son... son sólo bromas, eres la única persona además de mis padres que siempre ha estado ahí, siempre has estado en mi vida y nunca pensé que eso fuera algo malo para ti. El que tiene que pedir perdón soy yo. No sabía que te hacía daño. Me importas mucho. Puede que tengas razón y nunca hayamos sido amigos, pero deberías saber que por ti haría casi cualquier cosa... y puede que sin el casi. Ahora deja de llorar, ¿vale? –Me separó un poco de él y con la poca luz que había proveniente del despertador comprobó si seguía llorando, cosa que ya no hacía. –Creí que ya sabías que era un gilipollas... pero no soy malo, ya te lo dije, alguien que trae tartas de nuez no puede ser malo. –Nos reímos los dos y él se levantó y se volvió a su cama. –Buenas noches Ana.

–Llámame Ann... la verdad es que me gusta.

–Lo sé.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora