Pérdida

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¿Existía la posibilidad de que su futuro no fuera tan certero como pensaba? ¿Podría ser que en algún punto algo impensable sucediera y todo lo que creía seguro ya no lo fuera?

Se preguntó eso cuando su amado Darien cerró sus ojos y dejó caer la mano con la que segundos antes acariciaba su mejilla. Las lágrimas que bajaban por su rostro eran tan calientes que sentía que le quemaban la piel.

—¡No! ¡Darien! —gritó amargamente.

Golpeaba su pecho, desesperada porque abriera otra vez sus azules ojos, mas sabía que todo eso era inútil, ya que se le había advertido hacía unos momentos. Su corazón latía arrítmico, acelerado al punto de una taquicardia, anhelando que aquel día volviera a su inicio y le devolviera a su esposo tan amado.
....

Después de seis meses de matrimonio, Serena estaba felizmente embarazada, encantada con la idea de ser madre de la pequeña Rini, preparando todo para su llegada con la ayuda de Darien, quien la consentía en todos sus caprichos y antojos en demostración de su profundo amor.

Sin embargo, ese fatídico día, algo la había despertado tan angustiada que lloraba a mares sentada en la cama vacía, pues su esposo había salido temprano a su trabajo. Un sueño que se sentía como un presagio, advertencia o sentencia la había dejado aturdida, llena de terror. En él, veía a Darien atrapado por unas ramas que salían de la tierra, las cuales crecían a su alrededor hasta envolverlo por completo, haciéndolo desaparecer. De la angustia, se abrazaba a sí misma y a su vientre en busca de alivio al dolor de siquiera imaginar perderlo.

Cuando él llegó a la hora de almuerzo, se veía cansado y unas ojeras marcaban su rostro, como si no hubiese dormido en toda la noche o en varias noches. ¿Le estaba pasando algo que ella no sabía?

—Darien, ¿te sientes mal? —le preguntó y sólo recibió un suave beso en sus labios como respuesta. Vio el sudor de su frente, y una punzada le atravesó el pecho, pues sabía que en verdad él estaba mal, muy mal.

De un momento a otro cayó estrepitosamente al suelo, sin siquiera hacer el esfuerzo por protegerse, indicándole que se había desmayado. Con seis meses de embarazo era imposible para ella pensar en levantarlo, por lo que empezó a sacudirlo para ver si despertaba.

Desesperada, tomó su teléfono y llamó a Mina pidiendo ayuda, pues era quien vivía más cerca, y ella le prometió estar en su casa en cinco minutos. Sin embargo, una luz enceguecedora la rodeó y transportó al mundo de los sueños, donde Eliot habitaba y que fue quien la recibió.

—Princesa Serenity —la saludó con solemnidad haciendo una reverencia.
—Eliot... Endimyon, ¿dónde está? —preguntó inquieta, asustada de todo lo que estaba pasando.

Lo vio indicarle una pérgola que se erguía en el centro de aquel etéreo Reino, por lo que comenzó a correr hasta ahí. Cuando llegó lo vio recostado sobre una especie de roca lisa y fría, con sus ojos cerrados y su piel pálida. El corazón le dio un vuelco, pues recordó el sueño de esa mañana y asustada se acercó hasta él. Puso su mano en su mejilla y pudo verlo abrir sus ojos con tanta lentitud que se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo para lograrlo.

—Sere... na... —dijo en un hilo de voz—. Perdóname...

¿Qué estaba diciendo? ¿Perdón? ¿Por qué?

—Darien, vamos, levántate y volvamos a la casa —lo invitó, casi en estado de shock.
—No puedo... lo siento —reveló, mientras una lágrima traicionera resbalaba por su mejilla.
—¿Por qué dices eso? Vamos, deja de bromear —le suplicó con evidente angustia.
—La tierra lo reclama —escuchó la voz de Eliot a su espalda, triste y acongojada.
—¿Qué dices?
—Él esta conectado a este planeta y como la tierra ha sido tan maltratada, necesita de su energía para renovarse.
—No... no puede ser...
—Lo siento, princesa, ya no hay nada que pueda hacerse.
—¡No! Yo puedo... el Cristal de Plata puede, lo sé... tiene que ser así. Él no puede dejarme, no puede dejar a su bebé... no puede —dijo abrumada y fuera de sí, mezclando sus palabras con gritos, llanto y sollozos.
—Sere... —oyó su débil voz.
—¿Lo sabías? ¡Lo sabías! Y no fuiste capaz de decirme... ¿Por qué Darien? ¿Por qué?
—Te amo... no quería hacerte sufrir...
—Te salvaré, lo prometo, puedo hacerlo —aseguró, mientras las lágrimas seguían rodando una tras otra sin fin.
—Ya... no es posible... por favor, cuida a Rini, y... vive para ella por los dos... por favor... —suplicó, apretando su mano con la poca fuerza que le quedaba.
—Darien... por favor...
—Te extrañaré... mi princesa... —habló, mientras subía su mano a su mejilla para limpiar su llanto desgarrador.
—Te amo... y siempre te amaré —prometió, sin saber que ese sería su último segundo a su lado.

Dame una oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora